Llevan horas y horas en el coche y han llegado lo más lejos que han podido. Y por eso es importante esa escena con el bicharraco gigante paseando por el mundo. En esa situación los personajes están desesperados porque es obvio que la niebla no es algo que se vaya a disipar. Todo el mundo ha cambiado. Y es el miedo lo que les hace tomar esa decisión. El mismo miedo que ha convertido a los que se han quedado en una muchedumbre ultra-religiosa dispuesta a efectuar sacrificios humanos. El final no hace más que demostrar la tesis de la película: que el miedo lo cambia todo. Y de ahí que el protagonista se atreva, incluso, a matar a su propio hijo.
Pero incluso en situaciones así es necesario, a veces, conservar algo de fe. Y de ahí que la madre que sale en primer lugar del supermercado siga viva y pase en el camión.