“Super 8″ es la carta de amor que J.J.Abrams dirige a su mentor Spielberg, pero también a un sector concreto del público que disfrutó en su infancia y juventud de una serie de películas mágicas. Y digo sector concreto , porque “Super 8″ es un producto anacrónico, al igual que la reciente “Capitán América”, que será dificilmente disfrutable o al menos con la misma intensidad, por la actual generación de niños, fundamentalmente porque muchos desconocen los referentes que se reflejan en esta película. El más directo es el cine de Spielberg, pero en las imágenes de “Super 8″ resuenan también los ecos de Donner o de Dante entre otros. Ya desde el plano que abre la película, de una cualidad narrativa sutil y magistral, Abrams define perfectamente como nos va a contar la historia. El director se toma el tiempo necesario para que todo quede bien explicado y podamos apreciar a los personajes, haciendo que cada uno de ellos sea especial y juega con el supense, posponiendo la aparición de la criatura hasta bien avanzado el metraje, algo bastante común en el cine de terror de los 80 pero que hoy en día resulta batante inusual, en estos tiempos de alardeo tecnológico. Aparecen elementos comunes de otras películas, como la familia disfucional, la pandilla de chavales aficionados al cine fantástico, la fascinación del primer amor de una forma casi mágica y la intrusión del elemento fantástico en un escenario idílico y funcionan para que la película adquiera un tono reconocible . Abrams entiende el uso que debe hacer de todas esas herramientas y lo hace con el cariño y el respeto de alguien que ha disfrutado de ese tipo de cine. Y a mí viéndolo y reconociéndolo, me resulta imposible que se me dibuje una sonrisa en el rostro durante todo el metraje. Y es que sin duda para mi una de las mejores cosas de la película es también una de las que más se ha criticado. Que Abrams no es Spielberg es un hecho de sobras conocido por todos, pero no se me ocurre otro director actual capaz de lograr hoy en día un resultado similar al de la películas que nos encadilaron en los 80. Creo que la intención de Abrams no ha sido otra que la de intentar crear un producto muy concreto y honesto y que lo único que le ha impulsado a hacerlo ha sido la nostalgia. Lo malo es que precisamente esa nostalgia es la que le ha perjudicado. El problema de “Super 8″ es que se ha estrenado en el 2011 y no en el 85. Muchos de los que disfrutaron de el cine que homenajea esta película rondan ahora la treintena y para ellos, todas esas películas pertencen a una época mágica de sus vidas que jamás volverá. Comparar la cinta de Abrams con cualquiera de esas películas míticas sería prácticamente una traición hacia todas aquellas emociones que sentimos viéndolas y que ahora preservamos como un tesoro. Es por eso que se culpa a Abrams por haber sido tan osado de pretender crear un resultado similar en pleno siglo XXI. Por eso lo que se podría considerar como sentido homenaje, se ve como un plagio mal hecho.
“Super 8″ no es una película exhenta de fallos, pero es uno de los mayores regalos que me han hecho como espectador en mucho tiempo. Creo que hace falta hacer una regresión a la infancia e intentar disfrutar de la película como haríamos cuando íbamos al cine de niños. Afortunadamente yo me ví capaz de dejar a un lado el escepticismo con el que suelo entrar en el cine y me dispuse a montarme en la máquina del tiempo que me ofrecía Abrams. Y le estoy agradecido por ello.
Nota: 8,5/10