Los preludios del compañero Muthur quizás se vayan a cumplir.
Váyase Señor Gunn:
En el código penal, el español al menos, dice:
TÍTULO III. De las lesiones
Artículo 147. 3. El que golpeare o
maltratare de obra a otro sin causarle lesión...
En la película no se puede o podía pegar al perro, pero a las (una en concreto) mujeres si se las puede maltratar, aunque sea tirándole un lápiz, todo ok. Si lo dijo J.Gunn en una entrevista rodeado del elenco y perritos, que ama más a los perros y animales que a las personas.
Minuto 01:20:
Grande Wilbur (cómico español) en la película.
Si hasta yo entiendo que sea deseado por todas las mujeres, la belleza abrumadora, sexy, una macho alfa, un empotrador nato:
El profesor de Filosofía, Diego S. Garrocho, critica la
cursilería como manipulación emocional disfrazada de sensibilidad. Este señor, sin saberlo, acaba de hacer casi una crítica de la película y una radiografía de James Gunn.
¿Por qué son tan peligrosos los cursis?:
Los cursis son una tribu particularmente fatigante, cuya existencia no conoce de ideologías y que, como casi todo lo malo, es transversal. El cursi, una categoría moral, no se define tanto por lo que dice, sino por cómo lo dice. Ser cursi es usar el sentimentalismo como coartada: es más fácil parecer emocionado que estarlo.
La cursilería es una estafa afectiva, una puesta en escena sentimental donde lo importante no es lo que uno siente sino cómo lo enseña. Pero lo más inquietante es que la cursilería, a menudo, esconde malas intenciones bajo una capa de almíbar: su dulzura es el envoltorio de una manipulación afectiva.
La cursilería no es solo una estética, a veces es, simplemente, una excusa propia de malos poetas y de manipuladores. Y es agotador porque el cursi no solo perpetra su sentimentalidad fingida, quiere ser aplaudido, replicado e, incluso, celebrado. La cursilería no es más que una de las formas en las que se declina la vanidad.
El cursi espera que entres en su melodrama, rendido ante su aparente superioridad. Pero, naturalmente, uno puede cansarse de aplaudir puestas en escena. Frente al sentimentalismo performativo del cursi quizás sea la hora de reivindicar la sobriedad, que prefiere la verdad al efecto, la hondura al gesto, la emoción contenida al grito impostado.
Lo verdaderamente emocionante rara vez necesita estar decorado o hipertrofiado. Así que la próxima vez que escuchen una frase recortada con purpurina emocional, no caigan rendidos, de hecho, sospechen. Puede que detrás de tanto brillo no haya nada.
O peor: que haya alguien mintiendo con palabras bonitas.
No tiene sentido, ni razón, ni explicación cinematográfica, racional o lógica (jamás lo tuvo pero es que...telita), en ningún universo o tierra paralela, haber matado esto:
Para tener esto:
Buenos días.