Totalmente de acuerdo con Digerido Por. El cine no levanta cabeza, me he tragado hoy esta y el bodrio de Burton. Veremos qué tal se porta mañana el Jarmusch aunque no espero nada:

EL JARDINERO FIEL


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Digerido por SENSILLO

INCLUSO AL REPLICANTE DE BLADE RUNNER, que había visto hasta cruceros en llamas y globos de colores a las puertas de Tannhauser, le hubieran hecho los ojos chirivitas de haber visto “El jardinero fiel”. Muy pocos minutos habían transcurrido cuando me di cuenta, con horror, de lo que se me iba a venir encima. Dos horas de tostón, carne de Oscar. La película más imprescindible del año que nadie recordará mañana. Me hubiera gustado mirar atrás y convertirme en una estatua de sal. ¿Cómo era posible fastidiarla tan pronto?

La película comienza con una escena en la que Ralph Fiennes, que interpreta a un diplomático británico en Kenia, recibe la noticia del asesinato de su esposa y la aparición de protuberancias córneas en su frente, todo ello por cierto con total ausencia de las formas que son comunes y propias a esa profesión. A partir de ahí saltan a un flash-back en que se presenta a la feliz pareja: él un melindroso sosaina, y ella, Rachel Weisz, una histérica agitadora política de las que dan mala fama a la labor de crítica del sistema. Mientras Fiennes se dedica a mimar con esmero las plantas de su jardín, Weisz con todas sus fuerzas, y mucha mala leche que una película más misógina y menos comprometida con lo políticamente correcto relacionaría rápidamente con una menstruación eterna, se desvela por meterle el dedo en el ojo a grandes potentados de la industria de la farmacia y políticos afines.


UK, 2005. T.O. The constant gardener

Director: Fernando Meirelles, Guión: John le Carré, Jeffrey Caine, Duración:129 min, Reparto: Ralph Fiennes, Rachel Weisz, Hubert Koundé, Danny Huston, Bill Nighy

Más o menos a la mitad de la película llegamos al principio, esto es, al punto en el que Rachel Weisz es asesinada, aunque ni así nos libraremos de ella porque el recurso del flash-back será una constante a lo largo de la película, sin duda con el propósito de tocar las narices. Al llegar, pues, a este punto, el espectador ya conoce a grandes rasgos el contenido de la conspiración. El mal está representado por las compañías farmacéuticas, y los villanos no son otros que los que tienen caras de malo, que mientras se frotan las manos mantienen una mirada aviesa. Incluso se percibe sin ningún esfuerzo el escalafón que ocupa cada cual en la jerarquía de maldad, tal y como aparecen retratados. A Ralph Fiennes no le queda otra cosa durante la última hora de la película más que ir desvelando los pequeños detalles de lo que el espectador ya sabe. Tan emocionante como se lo cuento, vaya.

Para compensar el daño que pueda causar a la industria farmacéutica, el director brasileño Fernando Meirelles apuesta por marear al espectador, a quien no le quedará más remedio que acudir presto a la botica más cercana. Seguimos con la política de boicot a la industria del trípode y la contratación de operadores de cámara cojos y con hipo. Esto ya viene siendo habitual en el cine de denuncia social. La genialidad de Meirelles consiste en conseguir la apariencia, con más presupuesto, de estar rodando con una cámara de todo a cien y película caducada, y manipular el color hasta que las retinas sangren.

Fracasa, por lo previsible, en crear una intriga emocionante. Como intento de denuncia social, su nivel de profundidad la pone al nivel de educación secundaria, ahora que entrará la nueva asignatura de “Educación para la ciudadanía”. Alcanzo a entender que la tesis de la película es que el primer mundo es muy malo y ver esto es una forma de penitencia.

Recomendada para los activistas a favor de los genéricos (medicamentos y argumentos).