La película no está mal, pero Meirelles está a puntito a puntito de cargársela porque el estilo que emplea no pega ni con cola en la historia que está contando; es el mismo, exactamente el mismo de Ciudad de Dios, pero la cámara nerviosa y móvil que quedaba tan bien entre las pandillas callejeras de Río de Janeiro no sirve para TODAS las escenas (y todos los planos) de este film, que transcurre no sólo en Kenya sino en Londres. No se trata ya de que guste o no, es que está fuera de lugar y no tiene motivación alguna.

Pese a ello, Fiennes está muy bien y sostiene gran parte de la película, que en mi opinión se deja ver porque la historia resulta moderadamente interesante pese a estar rodada de manera totalmente errónea y sin criterio narrativo-visual alguno.

Saludos.