Se ve que Perkins tuvo que acabar agotado de todo lo relacionado con Longlegs, teniendo en cuenta la extraña decisión tomada de acometer The Monkey como su siguiente film. La película que nos ocupa es un pasatiempo de escasa duración que, incluso tomando un papel cómplice como espectador, se acaba haciendo un poco largo (pese a que considero, personalmente, que el segmento más gracioso de la cinta acontece en su último tramo, cuando todo se va definitivamente de madre).

Está rodada sin pretensiones (repetimos, es el mismo director de Longlegs, aunque parezca increíble) pero con oficio, más allá de que los efectos digitales, como ya han apuntado, canten la traviata. Es una especie de broma privada entre Perkins y los productores. Y, como privada que es, son ellos quienes se ríen.

Me está quedando un comentario sobre el film (que hubiera sido pura carne de videoclub en los ochenta, sin más) bastante vago, lo cual es coherente con el producto ofertado.

Olvidable. Mucho.