Cuando aparece el puma en la habitación de Jesse, me ruborizó la simpleza con que se representa la entrada de lo salvaje en su mundo, en ella misma.
Cuando el diseñador, hastiado, está seleccionando modelos para su desfile, y se espabila obnubilado al ver a Jesse, y traga saliva, me pareció de una exageración ridícula. Creo que lo mismo con una interpretación más sutil, la veracidad podría haberle sentado bien.
De nuevo, cuando la modelo a la que desprecian en la selección se tira a chupar la sangre de Jesse, me pareció de una obviedad básica y nada ingeniosa.
En el desfile, escena de vital importancia, el montaje es evocador y funciona bien (con tremenda importancia de la música), y dice mucho sin diálogo. Pero el recurso vuelve a ser abusivo, como el de un estudiante que plasma en su ejercicio la lección sobre la psicología de las formas geométricas. El triángulo, según se coloque puede trasmitir una perfección religiosa, pero también inestabilidad, tensión y conflicto. Bien jugado, pero se echa en falta que el ejercicio no fuera el de conjugar lo aprendido con medida, para ganar en matices y evitar descubrir “el truco”.
La escena de necrofilia, además de ir a degüello con la búsqueda del escándalo, tira la toalla en cuanto a lo figurativo y directamente muestra la sexualidad pútrida a la que el film no para de volver una y otra vez. Casi se puede escuchar la risita del director pensando en su capacidad de hostigamiento.
Para cuando nuestra perturbada protagonista está en el trampolín de la piscina vacía, ya todo son golpes de efecto sensoriales donde la trama solo es algo que apenas se arrastra desde la primera mitad. Y así, nada más mostrar Jesse su soberbia adquirida, es devorada por la demencia competitiva del mundo de monstruos en el que ha entrado, porque ambas cosas son lo mismo. Por eso no hay enfrentamiento, porque el paso de convertirse en otro monstruo, es el paso en el que es definitivamente engullida por la maquinaria.
Después nos queda el ensimismamiento en otras “bonitas” composiciones de mujeres cubiertas de sangre. No niego la fuerza de las imágenes, lo objetable nada tiene que ver con la estética en esta película. Y la última escena… ¿Qué hace ahí? Podría ser perfectamente una escena eliminada. Parece el final de un capítulo de “más allá del límite” o “historias de la cripta”. Más simbolismo reiterativo, de baja enjundia y de alto contenido visceral.
Da que hablar, claro.