Al igual que la gran mayoría, desde su anuncio consideré completamente innecesaria una nueva entrega de Toy Story básicamente porque en la anterior ya se había cerrado el circulo iniciado en la primera. No había nada más que agregar o quitar. El final de la saga era perfecto y cualquier intento por extenderla era pura necedad. Aún así era necesario verla. Pensé que en el mejor de los casos sería más de lo mismo. Sin embargo, no. No es más de lo mismo. Peor aún, es menos de lo mismo.Toda la magia, el encanto, el humor inteligente y la genialidad que caracterizó las películas anteriores, aquí desapareció.Las situaciones y aventuras ingeniosas se apartaron y dieron paso a recursos facilones y otros rebuscados para justificar una nueva aventura que no convence. Resulta excesiva la intromisión de los juguetes en el mundo de los humanos.Y hasta los entrañables personajes aparecen desdibujados exhibiendo características muy diferentes a las de sus personalidades originales. Vemos pues a un Buzz hecho un completo pelmazo, muy lejos del habilidoso y sagaz superhéroe espacial que solía ser. Woody dejó de ser el carismático y leal amigo de siempre para convertirse en un molesto compulsivo sobreprotector de tiempo completo. Bonnie, la tierna niña que adoraba los juguetes, particularmente a “su vaquero”, ahora es desprendida y justamente con el juguete que se suponía más quería. El cerdito Hamm, los Señores Cara de Papa, Rex y todos los demás secundarios que antes aportaban y enriquecían la trama, aquí apenas si se nota que existen. Y finalmente la dulce y apacible pastorcita reaparece convertida en una especie de guerrera de “solita me bajo la luna si quiero” simplemente por seguir esa tendencia incluyente que termina siendo excluyente a la inversa. Por más que quieran meter el cuento del feminismo no se justifica cambiar un personaje de manera tan radical. Incluso llegué a pensar que el cuento iba de que esa no era la verdadera pastorcita y... en fin.
Si, si. Ya sabemos que las mujeres son muy capaces y pueden y deben tener las mismas oportunidades que los hombres. ¿Pero por qué ese afán de demostrarlo a las malas y de la peor manera? ¿Por qué mostrar al hombre recibiendo tratos peyorativos y reducido frente a la “superioridad” femenina?
Creo que los fanáticos de Toy Story no tendremos más remedio que fingir que esta cuarta parte jamás existió y conservar el buen sabor de boca dejado con las tres primeras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Hasta mi hija de 12 años y quien se sentiría identificada con el personaje femenino desaprobó tajantemente la nueva personalidad de la pastorcita y sobre todo los malos tratos hacia Woody.
Así mismo, el cambio de Bonnie solo fue para degradar a Woody y enaltecer a Jessie diciendo “¡Miren! ¡Ella puede y debe llevar la insignia de autoridad porque es mujer!”
No, así no debe ser el mensaje.
Cambiando de tema, inquietante el asunto del transplante no autorizado por Woody de su caja sonora. Me recordó aquella leyenda urbana sobre una persona que fue raptada y drogada y que al despertar descubre con horror una herida en su espalda que indica que le fueron robados sus órganos. Y lo peor es la resolución: todo justificado por el sueño de “tener un niño” con el beneplácito de Woody. Si lo que se quería era un acto de comprensión y generosidad, mejor que Woody le hubiera donado voluntariamente su caja.
Y finalmente decepcionante esa despedida. El momento que supondría ser de lo más conmovedor y nostálgico no logra trasmitir absolutamente nada. Digno de una película hecha por hacerla nada más como pretexto para lucir la nueva tecnología en dibujos animados.