Lo de la monja creepy supongo que es el típico peaje estético (el único, afortunadamente) ya que todo lo demás es la típica atmósfera urbanita de barriada de toda la vida, con sus personajes característicos.
Dentro de la clásica modestia que caracteriza al cine de Paco Plaza (en paralelo con su manera de ser) es de reverencia la atención al detalle que tiene esta cinta y que te hace remover muchas cosas por dentro. Sin ir más lejos, momentos cotidianos como ver a esa familia almorzando y de repente ¡vajilla transparente! y cosas así. La reconstrucción de esos años es simplemente una delicia porque sin caer en nostalgias de baratillo, Plaza hace este viaje en el tiempo casi con la misma meticulosidad con la que (salvando las obvias distancias, no me toméis al pie de la letra) James Cameron reconstruyó el interior del TITANIC.




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