Al final mi mejor regalo ha sido el de los últimos años. No cambia y ojalá fuera eternamente así.
Preparar la hierba para los camellos y los caballos, esperar que se haga de noche, ver pasar la cabalgata.
Y después al volver ya no hay hierba. Ha sido sustituida mágicamente por paquetes de regalos que después son desenvueltos por niños llenos de alegría e ilusión.
Esos ojos de felicidad son el mejor regalo del mundo.