Un tipo cualquiera viaja en coche mientras lidia con algunos problemas a través de llamadas telefónicas. Tom Hardy es el único actor y cumple francamente bien, pero el personaje no da para mucho, así que no llega estar tan intenso como en Warrior.
Si el dramón de la pareja que se pelea por cuernos es un argumento muy visto, ¿qué queda si lo reducimos al mínimo, a una par de conversaciones telefónicas sin más contenido y trascendencia? Pues nada de nada. Y la otra parte de la trama es que deja el trabajo colgado y hay gente dependiendo de sus esfuerzos. Un puñado de llamadas para concretar materiales, horarios y personal es todo lo que da de sí. Intriga, momentos de tensión, drama humano con calado… ninguna emoción emerge de la narración, ninguna.
Podría decirse que el autor intenta mostrar la cotidianidad de la vida de cualquier persona, de cómo nos enfrentamos a nuestras limitaciones y errores y nos superamos (el personaje lucha contra el fantasma de su padre, por ejemplo), pero si de verdad es esto lo que pretendía, y no es una conclusión propia mía, le ha quedado completamente diluido y falto de garra. Para colmo hay algunos instantes muy raros. Tres o cuatro veces la escena se enfoca hacia coches de policía que se acercan con las sirenas puestas. ¡Por fin va a pasar algo!, pensé en todas las ocasiones. Pero nada, puro adorno.
Lo único rescatable es la puesta en escena, capaz de dar algo de dinamismo a un relato inerte. Montaje vivaz, juego con el enfoque y la iluminación… Hay muy poco margen pero Steven Knight logra algo de vidilla en lo visual como para alejar la película del cero absoluto. No basta sin embargo para hacerla digerible, pues se hace eterna, tediosa, insustancial… Otro ejercicio de chulería pedante y pseudoartística tipo Under the Skin, Cosmopolis, etc. No esperéis nada parecido a Buried, que es lo que esperaba yo.