En mi opinión, ese es uno de los aciertos de la película: la contención en esos aspectos es la que corresponde para unos soldados que no acaban de incorporarse al frente, que ya están anestesiados por la brutalidad de los hechos. Hay barro, hay cadáveres en descomposición: es decir, lo de todos los días en la guerra de trincheras. Hay desesperación, hay conmoción, hay desahogos de llanto, pero el que maten a tus compañeros, que estén contigo hombro con hombro y un segundo después se hayan desangrado en el suelo es la rutina diaria, lo normal... la guerra.
Pienso que resulta más irreal, artificioso y tópico montar diálogos supuestamente cómplices sobre la novia y la mamá que prepara la mejor tarta, etc, para después lanzar aparatosos gritos al cielo lluvioso cuando matan al compañero.
Creo que si la hubiera rodado un Scorsese o un Coppola habría más unanimidad y menos pegas. Y conste que, aunque nunca lo he considerado un mal director, tampoco soy un fan de Mendes. Pero considero que ha conseguido su mejor película hasta ahora.




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