Acabada de ver, ya lo ha dicho todo raccord: un festival sensitivo de primer orden, rodado de forma primorosa y donde muchas veces sobran las palabra (porque no hacen falta).

A mí también la película me ha atrapado desde su arranque con toda su maravillosa secuencia inicial, casi casi un ballet culinario donde diría que aprendemos más de cocina que en tres temporadas de Master chef y donde apreciamos ya el premio a mejor dirección que obtuvo Anh Hung en Cannes por la perfecta fusión de la puesta en escena con la escena en sí: la elaboración y servicio de todo un menú.


Alabar además la maravillosa labor fotográfica (que efectivamente hace que pensemos en Vermeer más de una vez) que termina de dar empaque a cualquier secuencia o ser casi quirúrgica en mostrar las elaboraciones culinarias (esa manera de conseguir captar el vapor producido por las elaboraciones).

Y para terminar, pues ahí están Binoche y Magimel que ni necesitan interpretar algo que ya ha vivido en la vida real.

Saludos