El padre, del que sabemos algo a través de pequeñas dosis de información que se van soltando, era un buen cabeza de familia y un profesional respetado, pero según se fue alejando de la Tierra fue perdiendo su humanidad. Desarrolló rasgos psicóticos, delirios de grandeza y acabó perdiendo la cabeza por completo. El hijo, con evidentes problemas de empatía hacia los demás, acostumbrado a sentir poco o nada, a compartimentar y aislar sus sentimientos (algo que le ayuda a ocupar el puesto en el que está), traumatizado con la desaparición de su padre desde niño, según se va alejando de la Tierra va recuperando su humanidad. Mismo viaje espacial pero en sentidos opuestos espiritualmente.
Tenemos un personaje que inicia un viaje a los confines del sistema solar y acaba perdido. Y tenemos a otro que está perdido y repite el mismo viaje para acabar encontrándose. Y el hecho de que sean padre e hijo, hace que el reencuentro entre ambos suponga algo más que el final del camino para ambos. La "simple" verdad recogida en la frase "No has fracasado. Ahora sabemos que nosotros somos todo lo que tenemos" es una bofetada de realidad para los dos. Y para llegar a ella han tenido que recorrer millones de kilometros en el espacio exterior y pasar más de tres décadas en sus vidas. El efecto de esta revelación es muy diferente para cada uno de ellos. El padre recupera su cordura y se redime en cierta manera abandonándose a la deriva en el espacio. MORIR en paz consigo mismo. Para él sí es el final del camino. El hijo por otra parte deja atrás sus traumas del pasado y contempla un horizonte nuevo para su vida, uno en el que su padre ya no está (ha cortado la atadura que le ligaba a él -metafóricamente y en la realidad (la cuerda que une los trajes)- , y escapa de ir a la deriva hacia la nave que le devuelva a la Tierra para VIVIR. Para él es el comienzo del camino.