Durante estas últimas semanas me he regalado con un ciclo completo Tarkovski, aprovechando que sólo son 7 largometrajes y que tenemos ediciones de todos ellos en DVD. Desde luego su obra da para mucho, pero me quedo de momento en un breve comentario de su último film, Sacrificio.
Como es bien sabido, Tarkovski realizó este film en Suecia, en un momento de su vida en que vivía en el exilio y se acercaba al momento de su muerte (presento el film a competición en el Festival de Cannes de mayo de 1986, donde ganó varios premios; y murió de cáncer en París en diciembre del mismo año).
La película, dedicada sintomáticamente a su hijo pequeño, se puede ver como un testamento fílmico, como una ofrenda. Las primeras imágenes recorren morosamente una reproducción de “La adoración de los magos”, de Leonardo da Vinci, mientras suena de fondo la célebre aria “Erbarme dich, mein Gott” (traducible por “Dios mío, ten piedad”) de la Pasión según Mateo de Bach.
Ese barrido sobre la imagen del cuadro de Leonardo finaliza en un árbol pintado al fondo para pasar a un árbol, de apariencia esquelética, que el protagonista (Erland Josephson) y su hijo plantan en un paraje junto al mar, árido, desolado, casi sin vegetación. Ese carácter religioso, de obra votiva, de ofrenda expiatoria, recorre todo el film, tanto en su simbología cristiana (hay una secuencia en que el protagonista recita el “Padre nuestro” dirigiéndose a la cámara / a Dios) como en otro tipo de espiritualidades (las referencias al Japón; la música de flauta japonesa que suena de fondo; la parábola sobre un monje budista; la misma bata, especie de kimono, que viste Josephson al final del film con el símbolo del ying yang estampado en la espalda). El protagonista se sacrifica de diversas maneras para evitar el apocalipsis, en forma de amenaza nuclear sobre el planeta, recurriendo incluso a un personaje, una campesina, a la que se presenta como bruja, y que vive rodeada de cruces y estampas religiosas.
Queda, no obstante, abierta la interpretación de lo que vemos. Hay imágenes oníricas, hay desmayos y despertares abruptos, hay usos de la luz y el color distintos según el momento del film. ¿Estamos dentro de un sueño del protagonista? ¿En el interior de una mente perturbada? Sea como sea, el sacrificio se consuma y el film se cierra de nuevo con el aria de Bach mientras vemos al hijo pequeño regando el árbol y pronunciando sus primeras palabras en el film (hasta entonces sólo ha emitido unos gruñidos): “En el principio fue el Verbo”.
En resumen me parece un film que cierra a la perfección la obra de Tarkovski, que engloba todas sus características fundamentales, por medio de un guion perfecto, cuidado al máximo. Visualmente, Tarkovski (con la ayuda de un habitual de Bergman, Sven Nykvist) insiste en su particular uso del color: tenemos escenas con una iluminación tenue y un color naturalista pero muy impreciso, gracias a esa iluminación tan nórdica, en que es difícil decir a qué hora del día corresponde; a menudo el color casi se diluye en un blanco y negro levemente sepia, con algún punto de color (una flor, un cuadro); en otras secuencias, las que interpretamos como oníricas, se usa un blanco y negro muy contrastado, quemado. Tarkovski era muy crítico respecto al cine en color, él consideraba que era mucho más apropiado el blanco y negro, que el color era irreal y que su uso respondía sobre todo a motivos comerciales.
Finalmente, vale la pena destacar el tono bergmaniano de muchos momentos del film, reforzado por la presencia de Erland Josephson o Allan Edwall, la fotografía de Nykvist, los paisajes nórdicos, esa luz que tantas veces hemos visto en el cine del director sueco, o esas conversaciones transcendentes al aire libre, alrededor de una mesa donde los personajes cenan. A mí me recordó momentos de Como en un espejo. Por cierto, de espejos hay multitud a lo largo y ancho del film, como los hay a menudo en la obra del director ruso.
En fin, una maravilla de película, que me ha costado muchos años llegar a apreciar.
Un apunte sobre la edición en DVD de Cameo: lamentablemente no es anamórfica, aunque respeta el aspecto 1,66:1. Por lo que respecta al color, a menudo se muestra bastante inestable, con zonas algo descoloridas. Aunque la fotografía de Nykvist es difícil de juzgar, ya que varía mucho según el momento, creo que esta edición es sensiblemente mejorable. Esperemos pronto una edición en BD en mejores condiciones.