A mí la de Don Taylor (responsable de la tercera pieza de la saga de los simios) la encontré resultona en su día. Más un filme de aventuras que de terror, o de fascinación. Demasiado brillante, demasiado clara, poco tenebrosa. No obstante le puse un 7 (que mantengo hasta nueva revisión, aunque uno varía poco con los años). La de Frankenheimer me interesó menos. Es cierto que la vi sólo una vez, por lo que me propongo un nuevo visionado. Ocurre que mi referente es mucho más antiguo, en la década mágica de los treinta (no podía ser de otra forma) con La isla de las almas perdidas, de Kenton. Ésa sí que es sórdida, tenebrosa, fascinante, auténtica, pesadillesca, goyesca, única... Creo que lo dejo bien claro, ¿no?