Gracias a que en Portugal se ha estrenado una semana antes que en España, ya he podido ver el súper-misterioso proyecto de “monster movie” producido y concebido por J.J. Abrams, y la verdad es que el castillo de expectativas construido durante los últimos meses mediante su potente campaña de publicidad viral a través de internet (vídeos misteriosos, fotos misteriosas, páginas web misteriosas, noticias falsas misteriosas, etc) no ha conseguido salvar la película, descubriendo que es más simple y tonta de lo que podríamos esperar (dentro del terreno argumental), y tan endeble como cualquiera de los edificios neoyorquinos ante el paso del asqueroso monstruo que despierta bajo el mar. No se merece tanta publicidad expectante, y lo único que sí ha conseguido es algo muy de moda actualmente y que parece formar parte de las prioridades de todo responsable de proyectos cinematográficos de elevado presupuesto: que se hable más de las películas antes que después de su estreno.
Y esta la habré olvidado en pocas semanas, aunque dado el tremendo éxito de taquilla que está teniendo, tened por seguro que habrá secuelas.
Que conste una cosa: la película está muy bien resuelta visualmente y entretiene mucho, a menos que padezcáis mareos en este tipo de películas de cámara en mano. Pero con un producto de estas características, yo no esperaba tan sólo entretenerme, sino entrar dentro de la película tal y como hice con otras como la genial The Blair Witch Project o la más reciente [REC], por poner dos ejemplos de filmes que juegan a lo mismo y con los que logré fosilizar mis calzoncillos en el cine. De ahí que la película haya supuesto para mí una importante decepción, porque aunque al principio apunta maneras, luego se va desinflando de manera alarmante por culpa de situaciones tópicas y demasiado increíbles.
Una vez comienza la película tenemos una larga secuencia de descripción de personajes durante la fiesta a la que todos asisten, que por muy larga que sea, considero válida si pretenden que posteriormente empaticemos mínimamente con ellos. Sin embargo, ya se nos van dando los apuntes de un desengaño amoroso totalmente a lo “culebrón” que importa un bledo y que acabará por lastrar la película. Justo en el momento en que la fiesta es interrumpida cuando los misteriosos sucesos comienzan a hacer estragos en la ciudad y nadie sabe qué demonios está pasando comencé a recuperar interés por la película, viendo destellos de aquello que yo esperaba que fuese y sintiéndome realmente en esas calles de Nueva York. Pero a partir de más o menos la mitad de metraje, especialmente desde el momento en que el protagonista de la historia
decide embarcarse en una misión suicida... y sus colegas le acompañan (¡!)
, es cuando las situaciones cliché y totalmente previsibles comienzan a fustigar la película hasta su final.
Y aunque no negaré que deja ciertas secuencias cortas pero realmente espectaculares (todo el primer ataque de los militares hasta que
los protagonistas se refugian en el metro, la muerte de cierto personaje femenino, el monstruo visto desde la azotea o las panorámicas desde el helicóptero
), la segunda mitad de la película tan sólo se sustenta en los efectos especiales y la recreación visual, porque por muchos peligros que corran los protagonistas, ya no me los creía ni me importaban. Nada que ver con, por ejemplo, la secuencia del despertar del primer trípode en La Guerra de los Mundos versión Spielberg, secuencia en la que el judío me agarra de verdad de los testículos y me hace sentir como un ciudadano más de Nueva Jersey que corre por su vida.
Y es que la magia del cine es asín: puedo creerme sin problemas que un monstruo gigantesco salga del mar y azote Nueva York destruyendo edificios y devorando peña, pero no puedo creerme determinados comportamientos de los protagonistas, ni que el joven que lleva la cámara todo el tiempo parezca que en ocasiones utiliza una Steadycam, y menos aún que consiga que las baterías no se le agoten ni después de
utilizar el foco de la cámara, la visión nocturna, y estar grabando toda la noche. No puedo creerme actos de heroísmo para con alguien que te importa un pimiento ante el ataque de unos centollos gigantescos en la oscuridad de un túnel, ni que el tipo de la cámara sea capaz de continuar grabando hacia delante mientras sufre el susodicho ataque (¿lleva la cámara sobre un casco en la cabeza?) o se detenga a filmar cómo el puente del que tiene que escapar se derrumba tras sus pasos
. No, no, no. Demasiado tópico, demasiado cliché. Intentar entrar en la película en su segunda mitad es como querer cagarte de miedo con Sé lo que Hicisteis el Último Verano. Imposible.
Se agradece, no obstante, que la película no nos lo dé todo extremadamente mascado y
al salir de la sala no hayamos sabido nada acerca del origen del monstruo el por qué de su despertar o qué pasa con los que son mordidos
. Además son muy pocos los momentos en que podemos ver medianamente bien a la criatura. Y esto es, sin duda, inaudito dentro del cine comercial.
Id a verla para pasar el rato. Pero es una pena que una película tan bien hecha desde el punto de vista visual y tan atractiva a priori por su concepción se estropee por personajes y situaciones pésimamente concebidos.