Tomo buena nota de esa ¿secuela? titulada "Ayesha, el retorno de Ella", de la que compruebo que hay edición reciente de Valdemar. Probablemente la opción de Cooper fue fusionar ambas obras y optar así por la ambientación gélida por razones que se me escapan (de hecho, a mí me parece que daba más juego la de los pantanos), quizá para distinguirla más de otras de sus producciones, como King Kong o The Most Dangerous Game.
Se entiende perfectamente el interés de Lovecraft por la novela, aunque quizá precisamente lo que más le pudo atraer es lo que menos se destaca en la película: esa civilización misteriosa, de orígenes inciertos, con una lengua desconocida. Lo que no inspiró al de Providence fue el protagonismo de una mujer: lo femenino brilla por su ausencia en su obra. Tampoco era muy dado a los elementos eróticos que se presentan en el texto de Haggard (eso sí, con bastante recato). Queda abierta la pregunta: ¿qué actriz hubiéramos elegido en 1935 para encarnar una mujer exuberante, de belleza sin igual, que se desnuda para recibir su baño de fuego? Mujer que, además, ha de parecer enormemente inteligente y sabia, capaz de pasar en un instante de ser seductora a ser cruel y fría como el hielo.
Hay otra cuestión interesante de analizar: los paralelismos con Horizontes perdidos, el film de Frank Capra basado en una novela de James Hilton, que presenta el mundo perdido de Shangri-La. Como apuntaba Jane Olsen, probablemente era un tópico en la época (finales del siglo XIX y principios del XX) las civilizaciones perdidas, temas vinculados más o menos explícitamente con el esoterismo de movimientos como la teosofía.