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Tema: El callejón de las películas perdidas

Vista híbrida

  1. #1
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    Predeterminado Re: El callejón de las películas perdidas; o, Las películas que seguramente no has visto (ni piensas ver) en casa

    Bienvenido, cinefilototal

  2. #2
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    Predeterminado Re: El callejón de las películas perdidas; o, Las películas que seguramente no has visto (ni piensas ver) en casa

    En fin, dejaré una reseña para estrenar el hilo que vi ya hace unas semanas.... aprovechando que está reciente el aniversario de su actriz protagonista.

    La chica con la maleta (1961, Valerio Zurlini)



    Desde los años 50 venía apuntando muy alto la filmografía italiana con sus estudios Cinecittá de reciente construcción y se conformó como un crisol espectacular para gente no solamente italiana sino francesa e incluso norteamericana y que devendría en una señal de identidad más que notable donde se consolidaban temáticas argumentales de todo tipo, desde las más autorales hasta las más genéricas. Una de estas temáticas busca adentrarse en el arraigo de la nueva juventud en una época decididamente nueva, más moderna y rebuscar en las vicisitudes de estos nuevos jóvenes en un mundo siempre cambiante para ponerlos en contraste con generaciones precedentes y en una sociedad italiana que busca exorcizar y pasar página de un tiempo inmediatamente anterior muy convulso. Por si no fuera poco este film también arroja luz intensa sobre el transitar de la infancia o adolescencia a la madurez por circunstancias repentinas que ponen a prueba la moral de entonces y los valores aprendidos por uno mismo hasta entonces marcados por la limitación de la edad: el amor incipiente de una persona hacia otra que podría ser mal visto por el hecho de que esta vez la mujer tiene más experiencia vital que su compañero masculino. ¿Puede ser una pareja adecuada para un chaval que aún estudia toda una mujer algo más mayor que él?




    Lo que lleva a indagar en la frontera entre un flechazo platónico y otro más intenso que frecuenta la infatuación justificada. Tan cerca y al mismo tiempo tan lejos, ¿qué podría ofrecerle él a élla como garante de futuro si ni aún ha terminado la escuela?




    A Lorenzo Mainardi (el francés Jacques Perrin, 1941-2022) el mundo le cambia de la noche a la mañana el día que conce a la simpática y atractiva Aida (Claudia Cardinale) gracias a una estratagema de su hermano para librarse de tan explosiva jovencita, de ahí que intuyamos que pueda haber algo con esa joven que parece de alguna manera advertir que puede traer problemas de antemano con facilidad. Pero Lorenzo es aún un titubeante sin experiencia en líos de adultos y encima vive bajo los dictados de la mansión que rige su tía, bajo cuidado está por expreso de su padre, el cual no aparece en todo el film. Por no tener, Lorenzo no tiene ni madre, luego puede resultar imprevisible hasta cierto punto cómo evolucionarán sus afectos tras el encuentro tan casual inicial con mentirijilla importante de por medio, y es que la chica se hace querer, impulsiva y dicharachera como bien hemos visto en otras muestras de celuloide italiano a través de sus madonnas cinematográficas.




    Para reforzar el talante adorable de nuestra heroína Claudia desplega ocasionalmente ese lado más desnvuelto que atesora la joven.


    La amistad está garantizada entre ambos casi de inmediato, pero es que la sensación de química conjunta entre Lorenzo y Aida es obvia hasta el punto de que se lo pasan muy bien juntos sin que la diferencia de clase se pueda percibir, él vive bien pero ella está en pos de descubrir su lugar en el mundo, y sea un obstáculo.... más bien diríase lo contrario. Lorenzo, a falta de un referente maternal, siente una genuian atracción po Aida; Aida siente una atracción semejante a quien admira a su hermano. Y una de las grandes cualidades es percibir la admiración y respeto que sienten mutuamente sin ningún tipo de egoísmo o interés por su parte, lo que de inicio está presentado de forma admirable en la primera hora del film, donde se suceden diversas fechorías o aventuras inocentes que la pareja afronta revitalizada.
    Y es durante el transcurso de esos momentos relajados que se va construyendo de forma muy efectiva, tanto como subrayada (atención a la letra de las canciones que aparecen en diversas circunstancias) o la escena en la que se glorifica a Aida bajo el manto de lamúsica de Giuseppe Verdi de título homónimo).





    Si en la primera hora o mitad se goza del embeleso de la buena concordia de los dos, en la segunda se acude a la destrucción paulatina de lo conquistado previamente. El pequeño mundo construído por ambos se tambalea sobre sus cimientos y asoma la cruda realidad, con un pasado y una meta (futuro) en ciernes. Entra en tromba el mundo de los adultos, aquél que mira con desdén al chaval y a su amiga como un manjar para la vista. Es el momento de darse cuenta cuán lejos han llegado en esa relación marcada por un marco que conjuga una realidad tozuda y una ficción ingenua. Los obstáculos surgen bien es verdad como si todos los hombres adultos que cortejan a su manera a Aida fueran como sombras amenazantes episódicas e incluso metafóricas de un ente, esa edad adulta para las que Lorenzo no tiene capacidad de réplica formada y que termina por dañar la estabilidad como si se tratara de una tupida cortina que separa a ambos cada vez más. Breve papelito sin más aquí para un Gian Maria Volonté años antes de encarnar al "Malo en cierto film de cierta trilogía de Sergio Leone.




    Gracias a la elegante y serena planificación de la que hace gala el film somos partícipes de los sentimientos de duda, culpabilidad y celos que se arremolinan como un temporal. Includo el vació de los escenarios resaltan los momentos cumbres anímicos y amplifican la recién hallada soledad. La intimidad se revela tan absoluta que predispone al espectador a entender al mil por ciento las turbulencias personales y a querer un final no desgarrador para la pareja.




    Personalemente prefiero la primera mitad del film a la segunda y no por la felicidad y diversión que envuelve a los protagonistas sino por la categoría algo difusa de los obstáculos a los que se se tendrán que enfrentar para mantener el estatu quo alcanzado, por no estar del todo bien perfilados en su continuación y adquirir ciertos manierismos cliché (de todos ellos, la fiesta en la terraza del hotel donde bailan me parece el poéticamente más sangrante y demoledor en su exposición; sin duda una de las grandes secuencias del film junto a aquellas que acontecen de estrangis en la mansión de la tía) y manierismos. Más que obstáculos, los hombres se sienten atrezzo del film, maniquíes sin vida aunque con historia; que tampoco está mal por otra parte si piensas en la primera hora como un relato cenicentiesco, pero que en un neorrealismo italiano, que pone la llaga en lo social, se me queda corto y deja con gana de algo más. Los protagonistas son los que son, la lástima es que acaparen tanto el relato que no dejan ningún resquicio a los secundarios para que adquieran un tinte de amenaza más prosaico. Sacrificamos secundarios con un ligero empaque en pos de lograr un embelesamiento con la pareja protagonista de los más digna, pero me pregunto sí no podía haber rascado más....




    Gran labor de escenografía y fotografía para irradiar las malas sensaciones que transmiten esta secuencia. El final del sueño.

    Por lo demás, el film rezuma honorabilidad, pulcritud y genera confianzas y desamores como la vida misma. Es sinónimo de muy buen cine. Perrin como Lorenzo cumple perfectamente y dota a su mirada y a su imagen angelical de una intensidad evocadora (recomiendo de él otro film italiano de esta época, La Corruzione (1963, Mario Bolognini)), y para Claudia Cardinale (1938) supone ya el punto de no retorno definitivo en su trayectoria. Curioso que la tunecina de nacimiento no hablara italiano hasta ya entrada la adolescencia, lo que a la postre le sirvió para ser una de las divas europeas más solicitadas de los sesenta (aunque de diva como tal parece que tenga bien poco en la vida real, llevando una vida plena y tranquila en cuanto su nombre empezó a ser menos reclamado). La suya es una presencia que agrada a los sentidos y agudiza el interés pues más allá de una fachada bonita se encuentra una intérprete todoterreno, independiente y desenvuelta.

    Como decía el director de fotografía Conrad L. Hall (Los profesionales -1966, Richard Brooks): "She's a cameraman's dream - a perfect piece of nature - there is not much you can do wrong in photographing her". 86 años tiene ya la criatura... larga vida a Claudia.





    Aprovecho para recomendar otra historia de picores adolescentes e iniciativa a la sensualidad adultoa: I dolci inganni (1960) de Alberto Lattuada, con una Catherine Spaak embriagadora interpretando a una jovencita de 17 años.

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