Aprovechando el paso por el post 5000 me gustaría postear un artículo que, de no haber sido posteado antes, es por pura vergüenza. Jamás me ha gustado ver en público algo que haya escrito, aunque resulte contradictorio con el funcionamento del foro...
En todo caso he aquí mi visión de mi película favorita, The Insider de Michael Mann. He aprovechado para hacer unos pequeños retoques y estructurarlo de un modo más cómodo. Si veo que prospera iré posteando el resto de películas de Mann. Por el momento disfrutad con este, y si no es así ruego que me lo digáis.
<div style="text-align:center"><span style="font-size:large;">LA VERDAD Y SUS CONSECUENCIAS</span></div><div style="text-align:center">por M.A.Serralvo</div>
<div style="text-align:center">BALAS POR PALABRAS</div>
Michael Mann vio en el relativo éxito de Heat (1995) una señal de que en Hollywood aún existía un lugar para las historias de moralejas ambiguas e irónicas como la vida misma, transformadas en fábulas de robos, asesinatos y demás especie criminológica. Películas que se alejan de los blancos y negros puros del cine de acción de los ochenta y se acercan más a las historias cargadas de grises del cine de los sesenta y parte de los setenta, con Peckinpah, Siegel y Boorman como mayores exponentes. Por ello su siguiente momento hubiera sido, por lógica, bastante predecible. No fue así.
The Insider tardó en gestarse debido precisamente a estas dudas; ladrones, policías, robos y asesinatos, elementos bien incorporados en el bestiario de la mayor industria cinematográfica del mundo, pero no del todo bien aprovechados por las nuevas generaciones. Pero las inquietudes del cineasta se agotaban en el género, de ahí el efecto catártico del final de su anterior película: Mann se vería representado por la muerte de McCauley y el agotamiento definitivo de Hanna, analogías de una vida llena de plomo que ya necesitaba una rúbrica con la que cerrar una etapa.
Michael Mann
En mayo de 1996 Marie Brenner, reportera de la revista Vanity Fair, publicó The Man Who Knew Too Much, artículo donde trataba el asunto de las tabacaleras americanas y el poder que ejercen sobre la información. No había disparos. No había muertes (exceptuando las víctimas del tabaquismo) ¿Qué interés, por lo tanto, tenía Michael Mann en una historia que no pasaba de ser uno de tantos casos olvidados por la opinión pública estadounidense? Sencillo. Había violencia. Mucha violencia.
Los auténticos Jeffrey Wigand y Lowell Bergman junto a Russell Crowe y Al Pacino.
Por ello contactó con el guionista Eric Roth, todo un especialista en estructuras complejas, tal y como se puede comprobar en Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994) o The Horse Whisperer (Robert Redford, 1998). Era la primera vez que Mann contaba con un colaborador en el guión desde The Last of the Mohicans (1992), aunque no por ello perdería su seña de identidad.
Michael Mann, Al Pacino y Russell Crowe en el rodaje.
Todo estaba dispuesto y los protagonistas reales de la historia dieron el visto bueno tras unos cuantos cambios (Wigand fuma en la vida real, aquí no. Sus hijas no se llaman igual que en el film), por lo que sólo quedaba rodar y ver qué podría dar de sí el cruce vida real – Michael Mann…
<div style="text-align:center">PERSONAS NORMALES EN UNA SITUACIÓN ANORMAL</div>
Lowell Bergman (Al Pacino) es un productor televisivo de la CBS para el programa 60 Minutos, el más prestigioso vehículo de información televisiva que existe en Estados Unidos. Junto a Mike Wallace (Christopher Plummer) llevan a cabo el programa con hechos contrastados e investigaciones rigurosas. En una de ellas se encuentra trabajando Bergman, un reportaje sobre los incendios provocados por los cigarrillos, cuando recibe un estudio llevado a cabo por una tabacalera sobre incendios. Al no tener el conocimiento necesario para estudiarlo a fondo Bergman contacta con Jeffrey Wigand (Russell Crowe), directivo y científico de Brown & Williamson, una de las mayores empresas tabacaleras del país. Éste se muestra reticente a colaborar con el productor.
Bergman ignora que Wigand acaba de ser despedido de la empresa por oponerse a que los niveles de nicotina se vieran alterados con cumarina, una sustancia altamente cancerígena pero con grandes efectos adictivos. Su conciencia no puede retener la información y termina confesando al productor, el cual ve una historia relevante, y le insta a testificar. El problema está en que el despido lleva consigo un contrato de confidencialidad que obliga a Wigand a no mencionar palabra alguna sobre las acciones de la empresa: De ser así la cobertura médica de la que disfrutan desaparecería, un grave percance ya que una de sus hijas sufre de asma crónica.
No obstante Bergman intenta por la vía legal que Wigand testifique sin que ningún contrato empresarial lo impida, consiguiendo el apoyo de tres abogados de Missisipi que llevan un pleito defendiendo a miles de víctimas del tabaquismo en tal estado. No hay respuesta por parte del científico hasta que comienza a recibir amenazas de muerte. La situación requiere protección del FBI, los cuales resultan ser infiltrados de la propia Brown & Williamson, aprovechando para dejarle sin sus documentos personales. Esto le motiva a testificar contra la tabacalera, cueste lo que cueste.
Wigand toma declaración jurada, haciendo ver su intención de ayudar a los abogados y Bergman. Al volver a casa ve que su mujer Liane (Diane Venora) le ha dejado. A pesar de ello Wigand sigue adelante y termina grabando la entrevista para el programa 60 Segundos. Lamentablemente no puede ser emitido, ya que comprometería los intereses económicos de la cadena CBS y de la venta a una importante corporación.
Tanto Bergman como Wigand están solos con sus intenciones. Además, varios medios instigados por las tabacaleras intentan difamar a Wigand con su pasado más oscuro, mientras que Bergman ve cómo hasta su más fiel colaborador le deja. No obstante se abre una vía judicial que podría ayudar al pleito de los tres abogados de Missisipi, pero que requiere de la emisión del reportaje. Bergman lucha porque las difamaciones a Wigand se vean mermadas, consiguiendo de nuevo el reconocimiento de la cadena y emitiéndose el reportaje íntegramente.
<div style="text-align:center">NUEVA SANGRE</div>
Michael Mann volvió a contar con la participación del director de fotografía italiano Dante Spinotti, con quien ya colaboró en Manhunter (1986), The Last of the Mohicans (1992) y Heat (1995). The Insider sería su última colaboración por el momento, debido sobre todo a las discrepancias surgidas durante el rodaje con el director. Según parece Mann acapara tal cantidad de factores en sus producciones que termina chocando con la independencia de sus colaboradores. En este caso Spinotti utiliza el formato 2.35:1 en Super 35 al igual que en Heat, con algunas secuencias en video digital.
La iluminación se mantiene acorde a colaboraciones anteriores, aunque en este caso la iluminación tenga un papel aún más primordial que en su película anterior. El modo de retratar a los personajes es prácticamente paisajístico, haciendo de sus facciones y gestos el motivo central del encuadre. Para darle más intensidad Spinotti recurre a una iluminación dura, sin difuminar, llena de perfiles y con sombras perfectamente definidas.
Aunque se mantiene una predisposición a los tonos fríos en ocasiones destacan colores vivos, resaltando momentos o bien de tensión, o bien de cierto optimismo. El juego enfoque-desenfoque sigue presente, sobre todo en momentos de alta carga pesimista.
Dante Spinotti fue nominado en el 2000 año al Oscar por su trabajo en esta película, siendo Conrad L. Hall el ganador por American Beauty. Curiosamente la fotografía mantiene muchos puntos en común con The Insider.
La colaboración con Eric Roth no sería, ni mucho menos, anecdótica. El guionista supo alejar a Michael Mann de los ejes que movían sus escritos hasta el momento: Ahora no existía una excusa sencilla (un robo, un asesinato) en la que apoyar otras tramas secundarias de mayor calado (amor, venganza, orgullo). El tema era ya de por sí lo suficientemente potente como para ocultar tales tramas, por lo que jugar con la estructura era fundamental con tal de conseguir hacer llegar todas las intenciones propuestas por el dúo. Por ello mismo Roth recurriría a una base que, si bien puede parecer algo caótica en un principio, está perfectamente establecida en los 160 minutos de duración de la película. En ningún momento nos olvidamos del tema principal y de su importancia, pero las inquietudes del dúo protagonista cobran mayor relevancia debido a su propia condición de personas normales y corrientes. Por lo tanto tenemos el humanismo de Mann y las artimañas empresariales que con tanta precisión maneja Roth. En el 2001 ambos volverían a colaborar en Alí con menor fortuna.
Para la banda sonora contaría el tándem compuesto por la compositora y cantante australiana Lisa Gerrard y del compositor Pieter Bourke, dúo que haría presencia de nuevo en Alí y que aquí terminarían dando el impulso definitivo para entrar en Hollywood por la puerta grande. Las sobrias y emocionantes melodías del dúo, más cercanas a las películas de época que a un drama actual, fueron consideradas por la crítica como una de las mayores comuniones entre banda sonora e imagen de los años 90.
Lisa Gerrard y Pieter Bourke
Además el score contaría con la participación del especialista en películas de acción Graeme Revell, Gustavo Santaolalla y remezclas de temas de artistas de lo más diverso, tal como Jan Garbarek o Massive Attack, cuyo tema Safe from Harm cierra la película con una contundencia pocas veces vista.
<div style="text-align:center">ATENCIÓN: LA EXPOSICIÓN A LA VERDAD PUEDE SER PELIGROSA</div>
<div style="text-align:center">¿Jeffrey Wigand va a ir a la televisión a contar la verdad? Si ¿Es un tema que interesa? Si ¿Vamos a emitirlo? Por supuesto que no ¿Por qué? ¿Porque no cuenta la verdad? No, porque va a contar la verdad, y cuanto más cuente peor resultará.</div>
Estas palabras dichas por Lowell Bergman resumirían la trama principal de The Insider: Manipulación, ocultación de la verdad y las rocambolescas consecuencias que ello conlleva. La película comienza centrando todo el antagonismo a la empresa tabacalera Brown & Williamson con Thomas Sandefur (Michael Gambon) como principal cabecilla. Son las amenazas, las mentiras de éste en la declaración al congreso sobre si el tabaco crea adicción y, sobre todo, los enlaces que mantiene con células del FBI lo que termina por perfilar la condición malévola de la empresa.
Por lo tanto la trama principal no es más que un condicionante externo en las vidas de los dos protagonistas, el cruel destino que les mueve y manipula dentro de su propio mundo: Wigand, por más que proteja a su familia, no deja de ser un científico con la moral suficiente como para saber discernir los daños en sus actos. Bergman en cambio mantiene su postura en todo momento, jamás cede aunque su condición de intermediario entre la CBS y Wigand termine creando tensiones personales con aquel que cree proteger. En un momento incluso Bergman, ante la incredulidad de Wigand, le dice "¿Me hablas a mí o ha entrado alguien más en la habitación?", frase que ya decía Frank (James Caan) en Thief (1982). Entre un mar de dudas siguen siendo ellos mismos.
La verdad es, por consiguiente, lo que mueve los actos de ambos. Pero no es más que una excusa de las que tanto gusta usar a Mann para mostrar su tema favorito: Dos hombres sólos en un mundo en el que no encajan. Tal y como se comentaba la excusa utilizada en la película es fuerte y lo suficientemente interesante como para que cargue todo el peso de la trama, pero no por ello el cineasta renunciaría a sus principios.
A base de escarbar vemos tan sólo a dos personas de principios movidas por dos fuerzas mayores, asentadas en una corrupción que les impide moverse bajo sus propias directrices. Las motivaciones de ambos se ven alteradas a medida que avanza la película, intenciones loables que terminan siendo rebajadas: Wigand comienza buscando estabilidad tras su despido pero la motivación que representa Bergman le hace buscar una verdad que puede ayudar a muchísima gente. Se conforma con un trabajo de profesor si a cambio recibe el apoyo de su familia, pero cuando ésta le deja (destacar el excelente trabajo de Diane Venora como esposa al borde de sus capacidades) lo único que necesita es esa verdad para que sus hijas entiendan por qué les ha hecho pasar por tantas calamidades.
En cambio Bergman confía en sus capacidades y en la cadena, por lo que ve factible la declaración televisiva. El problema legal que representa el contrato de confidencialidad le hace confiar en la justicia, la cual le da la espalda con leyes que contradicen el sentido común. Lo único que puede hacer es luchar por su promesa de no dejar de lado al informante, defendiendo su honor y cumpliendo en un último y desesperado intento.
En una escena se puede comprobar, no sin algo de horror, a dónde llega la humillación a la que se ve sometida Jeffrey Wigand: Un agente del FBI se lleva su ordenador personal donde guarda todos sus documentos. Al seguirle e intentar hablar con él da un traspiés en un seto del jardín, cayendo rodando hasta ver cómo el coche arranca con toda su vida en el maletero.
Pero es en otro momento donde la película alcanza su cenit y muestra la soledad de ambos: Una tensa conversación con un Wigand destrozado tras comprobar que no se emite íntegramente su entrevista, viviendo en un hotel cuya habitación da directamente a la planta 9 del edificio de Brown & Williamson, “Donde me joden la vida”. Mientras Bergman en su exilio de la playa donde ha sido enviado forzosamente tras perder todo apoyo en la CBS, con un mar picado detrás de él. Jeffrey confía en que ha sido traicionado por el productor, que acaba de ser abandonado por el único que podría haberle ayudado. Mientras tanto Lowell, en clara analogía al violento vaivén del oleaje, empieza a dudar de sus capacidades y del mundo del que se ha visto rodeado. De vuelta a la habitación del hotel de Wigand podemos ver un hermoso morphing en el que la pared de la habitación, un mural que representa un paisaje de la campiña francesa, se va transformando en el jardín de su casa con sus dos hijas observándole, orgullosas.
Ambos terminan consolándose a kilómetros de distancia de sus propias desdichas, pero aún no está todo perdido. Wigand sigue en pie y Bergman no piensa dejarle en la estacada.
Sin duda es la escena más emotiva del film y la que mejor muestra las inquietudes de Mann, no sólo en el film, sino en toda su filmografía.
También digno de mención son los intereses de Mike Wallace (interpretado con maravillosa contención por Christopher Plummer), la cara pública de 60 Minutos y fiel compañero de Bergman en todas sus andanzas. Al principio, con la entrevista del Ayatolah, se nos muestra a un presentador profesional y en ocasiones engreído, pero que muestra una predisposición a la profesionalidad y a la ética periodística. Sin embargo, cuando ve que la CBS puede irse a pique por los movimientos de Bergman, decide desentenderse de sus acciones, aún a sabiendas de que no es lo más correcto.
Cuando Bergman destapa el escándalo de la cadena, Wallace se confiesa:“Cuando estás más cerca del final no piensas en planes de futuro; tan solo en cómo te recordarán cuando no estés. No quiero terminar mis días en recorriendo todas las radios del país, Lowell”
La posteridad por lo tanto rige su vida, aunque termine apoyando a su compañero cuando CBS se ve presionada a emitir el reportaje. Así lo muestran las palabras que dirige al jefe redactor de la cadena al negarse a emitir la entrevista:“No es cuestión de fama. La fama es efímera. La infamia es duradera”
La violencia tan cacareada en los primeros párrafos no es física. No hay en toda la película un solo tiro, ni siquiera una pelea. La violencia reside en la psique de quienes la practican y de quienes la reciben, siendo aún más terrible ya que es capaz de desequilibrar el way of life de cada uno de ellos, y de hecho lo consigue. Incluso leyes que promulgan el delito de contar la verdad -Ingerencia torticera- son todo un acto de violencia al sentido común.
Conclusión: Mann vuelve a presentarnos un particular descenso a los infiernos, donde los protagonistas se ven humillados y rebajados, pero la esperanza y humanidad de éstos mismos aumenta. La conformidad que muestra Wigand al final de la película, viendo a sus hijas observar la entrevista que con tantos sacrificios ha sacado adelante; la misma conformidad que muestra Bergman con abandonar la cadena para no dañar a más gente inocente. Conformidad que, al fin y al cabo, deja un hueco en sus vidas. Pero he ahí la esencia de The Insider: El espectador decide si ha visto un alegato a la defensa de nuestros principios como ser humano o una caída en picado que lleva consigo todo por lo que hemos luchado. El propio Wallace lo dice:
<div style="text-align:center"> “Lo que se ha roto aquí… no puede recomponerse”</div>
<div style="text-align:center">¿Quieren una predicción del invierno? Yo se la daré. Va a ser frío, va a ser gris... y va a durar el resto de sus vidas.</div></p>Editado por: <A HREF=http://p216.ezboard.com/bmundodvd43132.showUserPublicProfile?gid=sargentom ckamikaze>Sargento McKamikaze</A> fecha: 30/9/04 6:36