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Tema: El GRAN Post del Cine de los 80

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  1. #1
    Video Home System User Avatar de Charles Lee Ra
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    II. Hombres lobo: Creo que, desde La maldición del hombre lobo, de Terence Fisher, no se volvió a hacer una buena película de licántropos hasta los ochenta. Hay incursiones en el género, desde sketches de películas de la Amicus a horrores como La bestia debe morir, una película tan indefinida que iba a tratar de brujas y hombres lobo, pero quitaron las brujas y lo convirtieron en un blaxplotation, porque un personaje era negro y era la época propicia para tal operación comercial. Todo con tiros, explosiones y correrías, vamos, una joya de la indefinición genérica.


    En 1981 irrumpieron, curiosamente a la vez, tres películas que reformularían el género y lo resucitarían: Un hombre lobo americano en Londres, Aullidos y Lobos humanos (nada que ver con hombres lobo, esta última, sino con lobos a secas).
    La primera, de John Landis, es mundialmente célebre por múltiples motivos: su curiosa, y a ratos fallida, aunque conseguida, mixtura entre comedia y terror, sus escenas de terror puro, que son realmente escalofriantes (el inicio en los páramos, el ataque en el Metro…) y sobre todo, la transformación de David Naughton en hombre lobo, una transformación que, lejos de solucionarse mediante elipsis y añadiendo pelo de moqueta sobre su rostro como se venía haciendo, es totalmente “auténtica” y no se escatiman en planos reveladores: huesos crujiendo, piel doblándose y estirándose, fauces aumentando… un prodigio de los efectos especiales, cortesía del genio Rick Baker.


    También las apariciones de Griffin Dunne visitando a su amigo, cada vez más putrefacto, son un recurso alucinante, y las conversaciones que sostienen, como si tal cosa, son delirantes, especialmente la última, en un cine porno, donde el personaje de Dunne, Jack, se hace acompañar por los espectros de la gente asesinada por David, que intentan convencerle para que se suicide, pues hasta que no muera, ni sus víctimas ni su amigo Jack podrían descansar en paz, una cruel ironía. Esos muertos vivientes sugiriendo formas de suicido sin ninguna delicadeza, mientras su amigo intenta mediar por él, son impagables. Y todo con los sonidos de la película porno de fondo.
    Landis demuestra conocer el género que está homenajeando / parodiando: así, los jóvenes llegan a una localidad apartada y entran en una taberna donde son recibidos con frialdad, y advertidos del peligro a malas penas, igual que podía ocurrir en cualquier película de la Hammer. Las muestras de humor típicas de Landis (las conversaciones entre los dos amigos antes del ataque, parecen salidas de “Desmadre a la americana”, las relaciones entre los dos torpes detectives que investigan las muertes, las idas de olla de David, como cuando se pone a gritar en la calle que “el príncipe Carlos es un maricón” para que lo detengan, etc) hoy en día me gustan y las entiendo mejor que en su día, ahora que tenemos más presente el humor negro en el cine. Se habló durante años de secuela, y Landis tenía un guión que giraba en torno a la novia del personaje de Dunne, de la que hablan al principio, pero nunca se hizo.

    Luego, curiosamente casi a la vez, llegó la película de Joe Dante, Aullidos.

    Dante aseguraba que su película era la mejor de hombres lobo desde la de Fisher, y yo estoy de acuerdo, aunque también pondría la de Landis a su altura. Un cuento de hadas macabro, adulto, de humor negro y crudo; pero la mezcla de humor y terror está mucho mejor llevada, quizá porque el humor es menos “National Lampoon” que en la de Landis.
    Las transformaciones aquí no alcanzan la gloria de la de Landis, por ello en vez de a plena luz, como hizo Landis, aquí suceden en la oscuridad, pero igualmente se nos muestra lo mucho que duele, con músculos abriéndose y rompiéndose y toda clase de fluidos purulentos saliendo al exterior durante el proceso. De hecho, el maquillaje (del genial Rob Bottin, que pon entonces apenas tenía 20 años) iba a ser obra de Rick Baker, pero ya durante la filmación de El monstruo de las bananas, Landis le había hablado de la transformación que pretendía para una película de hombres lobo que quería preparar, y cuando a Baker le ofrecieron ambos trabajos, se decantó por Landis, supongo que pensando que tenía un compromiso con él.


    Aquí tenemos otra vez a Dee Walace Stone haciendo de periodista atacada por un psicópata asesino al que ayuda a capturar a la policía; la experiencia es tan traumática para ella que se retira a una comuna (experimento muy habitual en los EEUU en los 70) con su marido, para recuperarse, y allí empezará a sospechar que pasan cosas raras relacionadas con sus excéntricos vecinos, mientras dos compañeros de la cadena de televisión donde ella trabaja, descubren que el psicópata que gracias a ella fue capturado y muerto a tiros por la policía ha desaparecido del depósito…
    Aparte de la Stone hay numerosas caras conocidas, y es que Dante es un completo obseso del homenaje al cine que le gusta, así, vemos desde a Kevin McCarthy y Kenneth Tobey, protagonistas de La invasión de los ultracuerpos y El enigma de otro mundo respectivamente, en breves apariciones; Dick Miller, entrañable secundario de Corman que lo fue luego de Dante, regenta una tienda de antigüedades llena de libros sobre artes oscuras y hechos sobrenaturales, y es el que le venderá las balas de plata necesarias al amigo de la protagonista, además en su tienda podemos ver brevemente al fallecido Forrest Ackerman, hojeando un número de su propia revista, Famous Monsters of Filmland. También tenemos a John Carradine, y al mismísimo Roger Corman que interpreta a un anciano que espera en la cabina donde la protagonista recibe instrucciones del psicópata al principio de la película, y ella teme que sea el mismo asesino: la escena es calcada a aquella en La semilla del diablo, donde la Farrow se mete en una cabina para llamar al personaje de Charles Grodin, y ve a un hombre en la puerta que ella teme, sea el doctor interpretado por Bellamy. También en los nombres de los personajes hay cierta guasa, pues todo son nombres de directores de género que dirigieron alguna película de hombres lobo: George Waggner, Terry Fisher, Fred Francis…
    Por supuesto, no podría dejar de mencionar a Elizabeth Brooks, claro, que interpreta la escena subidita de tono en la hoguera, y que probablemente fue el primero o uno de los primeros desnudos integrales que los de mi generación vimos en una pantalla de televisión. Curiosamente, a Dee Wallace se la invitó a no asistir al rodaje esa noche, ya que el actor que hace de su marido, Patrick McNee, era su pareja en la actualidad, y la cosa podía ser incómoda.

    Debido al enorme éxito hubo secuelas. Esta es una de las sagas más largas del fantástico, y también, de las peores. La segunda, Aullidos II, debería verla cualquier persona que esté de bajón emocional, pues te hace reír si o si. La historia cuenta como un cazador de licántropos (Christopher Lee) persigue a unas cuantas de estas criaturas que viven en América. Los hombres lobo se mueven en el ambiente juvenil, en discotecas se aprovechan de su atractivo sexual para atraer a jovencitos incautos como almuerzo. Así, Lee, bien camuflado tras unas imposibles gafas de sol, les persigue hasta Europa acompañado del hermano del personaje de Dee Wallace, y la novia de este, , hasta la guarida de la reina de los hombres lobo en Transilvania, Sybil Danning, que celebra orgías peludas en su castillo. Puro delirio argumental donde no hay nada que encaje, nada natural, todo es forzado, se puede “ver” el guión escrito a base de cachondeo y de diálogos sonrojantes de serie Z. A Dante lo invitaron a verla antes del estreno, y le pidieron que hiciera algún comentario para los medios. Obviamente cuando te piden algo así, o dices algo bueno o te callas. Dante ha hablado de lo mucho que la odia… pero después de eso. En aquel momento se limitó a decir que su boca había permanecido abierta durante todo el visionado. ¡Ambigüedad total, el señor Dante!


    Después hubo más secuelas, y en su momento las vi todas en vídeo o en televisión, desde Aullidos III hasta Aullidos VI: Escalofríos. Hubo una séptima entrega que creo que nunca se estrenó en nuestro país comercialmente. Hasta la quinta, todas se vieron en televisión por aquí, en los ochenta y los noventa. En una había un circo, en otra, los hombres lobo eran australianos y también tenían parte de canguros, en otra, todo sucedía en un castillo donde el hombre lobo iba eliminando a unos jovenzuelos…
    serie Z pura y dura, entrañable y basuresca.

    Lobos humanos no tiene nada de licantropía en su argumento, pero siempre se la ha metido en las antologías de películas de hombres lobo. Dirigida por Michael Wadleigh, un desconocido que también se encargó del documental sobre Woodstock, la película cuenta con un prólogo alucinante, donde un hombre, su esposa y su coger son asesinados de noche en un descampado, al son de un irritable molinillo que no deja de girar. El detective de la policía interpretado por Albert Finney, Wilson, aparece en el lugar de los hechos precipitadamente, todavía con chándal y zapatillas de estar por casa, bebiéndose su café. Poco a poco se irá sumergiendo en el caso, y descubre que cientos de personas han tenido muertes similares, pero nadie se ha molestado en investigarlas porque las víctimas eran vagabundos y drogadictos. James Edward Olmos, un joven indio, será el encargado de ir introduciéndolo en la trama, conforme descubra que unos lobos milenarios con inteligencia superior a la de los hombres huyeron a los guettos cuando comenzó el progreso, y nacieron las primeras grandes ciudades, y se escondieron allí, alimentándose de los hombres abandonados por la sociedad.



    La película destila un airecillo a serie B bien resuelta, y está basada en una novela de Whitley Strieber, el mismo autor de la novela en que se basa El ansia, pero quienes han podido leerla, dicen que película y novela se parecen poco.
    Ya solo por la escena inicial del triple asesinato, o por la extraña afinidad y empatía que se produce entre el personaje de Finney y los lobos (puro pulp) ya vale la pena el visionado, pero además hay otra escena que me encanta: Wilson y su amigo forense intentan cazar de noche a los lobos en un barrio marginal, pero su amigo cae en sus garras y Wilson es perseguido. Todo culmina en un bar de indios, donde Olmos y sus amigos le explican todo lo que está sucediendo. Es impresionante la interpretación de Olmos en ese momento donde, tras explicar lo que sucede, le dirige a Finney una sonrisa irónica y le dice que “no haga caso de esas historias, estamos en el siglo XX y lo tenemos todo muy claro”. La voz burlona, la expresión irónica… sencillamente, un momento magistral.

    En 1984 llegaría En compañía de lobos, que para mi, supera las tres anteriores a muchos niveles. Neil Jordan y Ángela Carter escriben un guión lleno de simbología y la verdad, la belleza con la que Jordan lo plasma en pantalla es difícil de olvidar. Las pequeñas historias que va soñando la pequeña Rosaleen (el chico que hizo un pacto fáustico “para quedarse siempre en la Tierra”, la mujer que se casa con un lobo sin saberlo, y es abandonada en la noche de bodas, la despechada víctima de un marqués que convertirá en lobos a los asistentes a su boda…) son todos pequeñas joyas, pequeñas maravillas, engarzadas en la historia principal de una Rosaleen que vive en la edad media, como cuentos que le narra su abuela, Ángela Lansbury, lo que al mismo tiempo es un sueño de Rosaleen, una muchacha que duerme en su casa, en la actualidad.
    Sapos, lobos, insectos, erizos, pájaros, agua… salen a símbolo por plano, prácticamente. Hay escenas magistrales dentro de la historia principal, como el momento en que la niña trepa por un árbol para encontrarse con algunos objetos femeninos, y un huevo del que sale la efigie de un bebé, la escena en que el padre vuelve de una cacería de lobos y saca la pata de uno de ellos, cortada como recuerdo, encontrándose una mano humana, o el momento en que todos los juguetes de la niña, agrandados de tamaño, y también la abuela, convertida en muñeca de porcelana, estallan.


    También el final es impresionante, aunque claro, no lo voy a contar aquí. Se trata de una película que me puede, la he visto varias veces y cada vez, le saco algo nuevo. También es verdad que carece del sentido del humor de las anteriores, pero es que esta historia no necesita humor, se trata de una historia seria llena de simbología y crueles cuentos de hadas muy poco inocentes. Pura maravilla.

    Después mencionar Miedo Azul, otra adaptación de un texto de Stephen King, que en los ochenta aparecía en las estanterías de librerías y videoclubs por igual, como churros. Editada por Filmayer Vídeo, contada con Corey Haim, que junto con el otro Corey es una parte importante del cine juvenil de la época.
    Aquí se trata de un chaval en silla de ruedas, al que su hermana mayor detesta tener que cuidar siempre. Poco a poco, los típicos secundarios pueblerinos, made in Stephen King van siendo eliminados por el hombre lobo, y el personaje de Haim, más listo que el hambre, empezará a investigar con ayuda de su hermanita. Tenemos caras de serie B bastante reconocibles, como Everett McGill, que apareció en Twin Peaks, y también en El sótano del miedo, de Craven; Terry O’Quinn (haciendo de sheriff, practicando ya sus dotes de mando) Gary Busey, vamos, un reparto absolutamente delicioso y típico de la época. Se trata de la típica película que en un sábado lluvioso te veías en casa con los amigos (en la época en que todavía ponían películas en televisión, hoy una utopía) se trata de un subproducto, pero bien resuelto.

    Teen Wolf, o “De pelo en pecho” (nuevamente, nuestros amados traductores de títulos en España, tan queridos y con semejantes iniciativas), un clásico de su época. En su día la grabé de la tele, y llegué a quemar la cinta de tanto verla. Repetía los diálogos a la vez que la veía, y me sabía hasta los anuncios, me sigo riendo hoy en día con la escena del barril de cerveza, o el surfeo en el coche (brutal cuando el padre se lo reprocha al día siguiente). También me encanta Styles, todas las películas ochenteras adolescentes tienen un Styles, un cachondo mental que no se toma nada en serio, habitualmente adicto a la cerveza y a ligar sin éxito, a hacer el ridículo sin que le importe lo más mínimo, a llevar camisetas con leyendas estrafalarias y a hacernos reír, a los ochenteros.
    Lo cierto es que, nos guste o no, Michael J. Fox es parte de los ochenta, parte de la infancia o adolescencia de todos los que crecimos con Regreso al futuro, Teen Wolf, Colegas a la fuerza, o El secreto de mi éxito. Se trata de una película que, hoy en día, que duda cabe, puede haber envejecido, pero yo creo que sigue manteniendo intacta su dosis de inocencia (una historia de hombres lobo donde no muere nadie y el "monstruo" es el héroe) y que las nuevas generaciones podrían disfrutarla sin ningún problema.
    La secuela contaba esencialmente la misma historia, siendo ahora el primo de Fox el que sufriría en sus carnes la licantropía, y cambiando baloncesto por boxeo.


    También quiero mencionar una absoluta rareza, en realidad, la primera película de hombres lobo rodada en los ochenta, solo que fue estrenada después de las películas de Landis y Dante: Regreso a Full Moon High. Escrita y dirigida por Larry Cohen, el protagonista, Adam Arkin, tiene un curioso parecido de look con David Naughton. Se trata de un muchacho que tiene éxito en el fútbol americano. Un buen día aprovecha una visita oficial de su padre, un militar de alto rango, a Transilvania, y le acompaña. Una noche, mientras pasea al son de los violines, es mordido por un hombre lobo. A partir de de ese día, cada vez que haya luna llena, o que escuche el sonido de los violines, está condenado a convertirse en hombre lobo y morder a la gente en el culo. Dándose cuenta de que no puede volver a su hogar, y muerto su padre en un estúpido accidente, decide viajar por el mundo (es curioso, pero su licantropía lo conserva eternamente joven, suponemos que inmortal). Vamos viéndole recorrer las calles y en paralelo, cuadros de presidentes de los EEUU que van siendo retirados y sustituidos por otros. Finalmente, en los ochenta, vuelve a su pueblo natal y se inscribe en su instituto haciéndose pasar por su propio hijo, despertando el interés de una obsesa sexual que antaño estaba loca por él, y de otras varias féminas que se vuelven locas por sus peludos huesos.

    Paul Naschy también hizo algo en la época, aunque por desgracia, más bien malo. Sus mejores películas, para mi, están en la década anterior. El aullido del diablo, Licántropo a principios de los noventa, y por supuesto, Buenas noches, señor monstruo, que casi resulta lo mejor de la década, en cuanto al entrañable Naschy, esa película que siempre se comentaba al día siguiente en el colegio, y que, cada vez que te llevaban de excursión, esperabas que sucediese una aventura parecida. Drácula, el doctor Frankenstein y su mongólica criatura, por supuesto el hombre lobo, o “HL” como le llamaban, y naturalmente, el entrañable Piraña como Draculín aprendiz, aunque cosa rara, el chiquillo prefería los bocadillos a la sangre caliente de las jovencitas que se presentaban en el castillo.
    También hubo una película, casi en clave de comedia, titulada Tres historias para no dormir, cuya carátula me daba miedo en el videoclub. Era una cinta de sketches, uno de los cuales tenía a un hombre lobo que perseguía a una muchacha, que hacía footing con un chándal rojo. Una revisitación moderna de Caperucita.

    Última edición por Charles Lee Ra; 23/06/2018 a las 17:55
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  2. #2
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    III. Vampiros: Con los vampiros pasa algo parecido que con sus primos licántropos, en los años ochenta un grupo de películas resucitaron el subgénero, aunque este tuvo bastante presencia en los setenta, pero menor: Christopher Lee pegaba los últimos mordiscos, en películas ya bastante deleznables de la Hammer, Dracula 73 y Los ritos satánicos de Drácula. La compañía había perdido el norte y lo peor que puede decirse de esas cintas es que podían ser de Dracula, o de un vampiro llamado Johnny Smith, de Ohio. Ni la presencia de Lee y Cushing las salva.
    En los 70 hubo varios intentos de resucitar al vampiro, todos ellos interesantes, como las dos aventuras del conde Yorga, el Drácula Negro, el Drácula de John Badham, el remake de Nosferatu por parte de Werner Herzog, o la miniserie de Tobe Hooper El misterio de Salem’s Lot, que en nuestro país vimos en los ochenta, tanto en video (y no recuerdo si en cine) en una versión amputada y titulada estúpidamente Phantasma II (¡ah, nuestros amados traductores españoles, etc!).
    La miniserie de Hooper tuvo secuela, dirigida por Larry Cohen, curiosa pero extremadamente delirante y cutre. Michael Moriarty (el GRAN Michael Moriarty) es un realizador de documentales que hereda una casa en Salem’s Lot, donde pasó su infancia junto a su tía, ahora fallecida. Puesto que recientemente ha tenido que hacerse cargo de su hijo, decide ir a por su herencia y pasar un tiempo con el muchacho, descubriendo una comunidad vampírica que se alimenta de vacas, y que tiene a humanos criados expresamente para protegerles durante el día. El líder de la comunidad desea que Moriarty se convierta en vampiro y sea su sucesor al frente de la comunidad. Pero cuando el hijo de Moriarty se enamore de una niña-vampira (en realidad, una señora mayor en el cuerpo de una niña) se lo replanteará. La presencia en la zona de un alcohólico y malhablado cazador de nazis precipitará las cosas.


    Entrando ya en los 80, empiezo por una de mis aportaciones favoritas, El Ansia de Tony Scott. Se trata de una película con una estética muy ochentera, y es que Scott sabía de eso, venía del mundo del videoclip.
    Catherine Deneuve interpretaba a Miriam, sensual vampira milenaria cuyo compañero en los últimos dos siglos, John (un acertadísimo y andrógino David Bowie) empieza a perder fuerzas, a no poder dormir, y finalmente, a envejecer en pocos días lo que debería haber envejecido en siglos.
    La vampira le revelará que no es ni muchísimo menos el primero al que le sucede, que en realidad, mientras ella es verdaderamente inmortal, no puede darles el don a sus compañeros, solo una juventud “eterna” de unos pocos siglos. Así, mientras el personaje envejece, buscan ayuda de una doctora que investiga el envejecimiento y cree poder parar el proceso (Susan Sarandon, algo despistadilla, de hecho ella dice odiar esta película). Como el personaje de Bowie es ya un anciano imposible de valerse por si mismo, la vampira lo mete en un ataúd en su desván, donde tiene docenas de amantes pasados que han sufrido lo mismo que Bowie, y decide que, al mismo tiempo que la Sarandon le ayudará a resolver el problema del envejecimiento vampírico, será su próxima novia “por toda la eternidad” (con eróticos resultados).


    Lo cierto es que El Ansia tiene detalles que me encantan. Aquí el vampirismo no es un don que envidiar, no es inmortalidad y disfrutar de la vida eterna, no es atractivo, aunque al principio lo presentan como tal: si en el inicio vemos a dos vampiros sexys y apasionados que frecuentan clubes de última moda y viven en un moderno apartamento lleno a la vez de antigüedades, son ricos, cultos e inteligentes, no tarda en revelársenos que todo es temporal: en realidad el vampirismo es una maldición a la que todos, salvo el personaje de Miriam, están condenados: se trata, simplemente de engañar a la muerte unos pocos siglos alimentándose de sangre, y luego la muerte les cobra un precio altísimo, pues siguen existiendo y sufriendo la sed de los vampiros, pero eternamente encerrados en ataúdes, una idea perversa. De hecho, cuando Bowie le pide a su creadora que le mate, ella le dice que no hay escape posible, que incluso aunque su cuerpo muriese, su alma seguiría existiendo y sufriendo la sed. Condena a perpetuidad por un par de siglos de placer.
    Los vampiros de El Ansia no son tampoco vampiros al uso, de hecho se exponen a la luz solar, en lugar de colmillos tienen cruces egipcias afiladas para degollar a sus víctimas, frecuentan clubes góticos donde se canta Bela Lugosi’s Dead, y en vez de dormir en ataúd, duermen en una cama normal (deben dormir seis horas de cada 24 y alimentarse un día de cada siete). Tampoco quiero dejar sin reseñar el personaje de la niña, una niña algo repelente y sabidilla que recibe clases de música clásica por parte de Deneuve y Bowie, y a la que el personaje de Miriam mira con cierta ansiedad, con cierta codicia, como si estuviese ya preparándola para ser “la próxima”. No quiero meter spoilers, pero el final de ese personaje me parece de lo más bonito, al igual que su relación con Bowie.
    Spoiler Spoiler:

    El personaje de Deneuve se muestra así, similar al de Malcom McDowell en El beso de la pantera, un ser sobrenatural condenado a la soledad, pero que, con egoísmo, elige la compañía de los humanos aún sabiendo que eso supone su segura destrucción. Desolador, pues Miriam es verdugo y víctima, al mismo tiempo.


    La estética de la película hoy en día es deliciosamente anacrónica, una estética que casi parece pertenecer al Adrian Lyne ochentero: gasas ondeantes, palomas volando bajo techo, iluminación extravagante, lluvia… se criticó mucho a Scott por esa estética, acusando a la película de ser vacía, algo con lo que no puedo estar menos de acuerdo, aunque desde luego, El Ansia ni es una película de vampiros al uso, ni es un plato apto para todos los colmillos.

    Ya en 1985, un buen año para los amantes de los vampiros, tenemos una de mis favoritas, y una de las pocas que considero que hoy en día conservan todo el vigor, no ha envejecido nada (salvo cierta escena discotequera…) Noche de miedo.
    La verdad es que Tom Holland, hoy ya desaparecido en combate tras una etapa lamentable donde solo dirigió telefilms , tiene dos películas con un ritmo y una garra impresionantes y grandes dosis de suspense: Noche de miedo y la ya mencionada Muñeco diabólico.
    La película, como casi todo el mundo sabrá, trata sobre el típico adolescente americano, Charley Brewster, que se dedica a ver viejas películas de vampiros en el programa Noche de miedo, presentado por una vieja gloria, Peter Vincent; sin duda un excelente personaje, de lo mejor del film, interpretado por el entrañable Roddy McDowall. El chaval una noche, mientras ve el programa de Peter e intentas convencer a su novia para que se deje llevar al huerto, ve a dos hombres metiendo un ataúd en el sótano de la casa abandonada de al lado, que su madre no tarda en comunicarle que ha sido alquilada al fin.



    No tardará en conocer a su nuevo vecino, Jerry Dandridge (un Sarandon que es para mi casi el mejor vampiro de la década) al que solo se ve de noche, mientras de día, un tipo misterioso vigila la casa. Por si el adolescente no sabe sumar dos y dos, primero una serie de prostitutas que había visto entrar en la casa aparecen muertas, y ya finalmente, ve a su vecino vampiro, con los colmillos puestos a través de su ventana. Así, se intercambian los papeles, el vampiro observa al chico, en lugar de observarlo este a través de una pantalla, como había venido haciendo. Una escena potentísima, remendada con mal toque de humor.
    A partir de ahí, el vampiro inicia la persecución, aunque tiene detallitos, por ejemplo, le ofrece al chaval que se “olvide” de todo, a cambio de perdonarle la vida, pero estos adolescentes americanos nunca saben cuando rendirse. Charley acude a Peter Vincent, que acaba de ser despedido de Noche de miedo, un programa anacrónico que a nadie le importa. Lo cierto es que McDowall representa, cada vez que aparece en pantalla, un mundo y una forma de hacer cine irremisiblemente perdida, representa la nostalgia por aquellas películas baratas hechas con cuatro duros y en dos días, pero con toneladas de entusiasmo (no os perdáis los fallos garrafales en las imágenes de su película que aparecen, como el hecho de que se lance contra una vampira… con la estaca al revés). Se trata de un tipo que vive solo en una casa que está llena de sus viejos recuerdos, un hombre que ya no tiene dinero, y que como reflexiona ante Charley, está amargado porque “ya nadie quiere ver monstruos ni héroes, solo locos con máscaras haciendo picadillo a chicas vírgenes”.
    Peter es, además, un personaje cobarde, egoísta y acomplejado, que solo ayuda a Charley arrastrado por las circunstancias, hasta esa magnífica escena (digna de cualquier antología) en que se enfrenta al vampiro / lobo… una escena terrible que le ayuda a vencer, quizá por primera vez en su vida, esos miedos.



    La cosa se completa cuando el vampiro convierte en otro ser como él al amigo de Charley, y secuestra a su novia (reencarnación de su antiguo amor perdido) para convertirla también en otro vampiro como él. Lo cierto es que la escena de la seducción en la discoteca ha sido tachada como lo peor de la película, pero yo creo que funciona. Si metes a un vampiro en el mundo moderno, se tiene que mover en el mundo moderno, aunque el mundo moderno de los 80 nos pueda parecer ahora algo muy hortera, en su época no lo era, no era percibido como tal.
    Mencionar de pasada el prólogo, una estupenda declaración de intenciones donde, mientras se ve el caserón en venta que ocupará el vampiro, escuchamos el típico diálogo de cualquier film vampírico anticuado… una secuencia estupenda que finaliza en la habitación del protagonista, y el diálogo por supuesto, pertenece a un film protagonizado por Peter Vincent, el intrépido Matavampiros.

    La película tuvo secuela en 1989, dirigida por el torpe Tommy Lee Wallace, donde los dos protagonistas de la primera se enfrentaban a la hermana del vampiro interpretado por Sarandon y a su grupo de vampiros subnormales (porque otra cosa no eran, baste ver la escena en que juegan a los bolos con una cabeza humana seccionada y cosas por el estilo).
    El grupo, atención, está compuesto por un tío que hace las veces de chófer y que, en vez de beber sangre, come insectos; un patinador que no abre la boca en toda la peli, ejerce de guardaespaldas de la vampira jefe y en ningún momento se sabe si es hombre o mujer, y un aprendiz de vampiro, pero que más parece un hombre lobo peludo que otra cosa. Lo cierto es que se trata de una chorrada mayúscula con unos agujeros de guión por los que podía pasar una flota de camiones, y donde poco a poco, para no repetir lo mismo que sucedía en la primera, van convirtiendo al bueno de Charley en vampiro como castigo por lo que hizo en la primera entrega. Película ahorrable a todas luces, la primera es mil veces mejor.

    También de 1985 es esa delicia titulada Lifeforce Fuerza Vital, una de las tres películas que Tobe Hooper produjo bajo las alas de la Cannon en los ochenta. Es una película sencillamente inolvidable, donde una expedición espacial descubre una nave en la cola del cometa Halley. Además de haber múltiples murciélagos gigantes disecados, hay tres personas (parece ser personas) dos hombres y una mujer (inolvidable Mathilda May) metidos en una especie de ataúdes de cristal. Se les lleva a la Tierra, concretamente a un laboratorio de Londres, donde la mujer despertará y demostrará ser una vampira, solo que en vez de beber sangre, bebe directamente la vida, la fuerza vital, y en vez de mordiscos, roba dicha vida mediante besos (puestos a palmarla…).
    Además, todas sus víctimas se convierten a su vez en estos vampiros espaciales, y también irán extendiendo el contagio mientras el tipo que descubrió todo el asunto (Steve Railsback) intenta parar lo que está ocurriendo con ayuda de los científicos y burócratas. El personaje de Railsback, además, está enamorado de la vampira, y tiene sueños eróticos con ella, ubicados en cementerios, casi nada, donde ella parece llamarle, de alguna forma. Es más, descubriremos que la forma física de la vampira no es la suya originaria, sino que la sacó de la mente del astronauta, de la idea que él tenía de mujer perfecta. Vampirización de ideal sexual femenino, algo muy interesante en lo que, por desgracia, no se ahonda demasiado. El final, con un Londres casi invadido por los nuevos vampiros, es pura delicia ochentera. En general, toda la película es completamente increíble, ya solo con escuchar el argumento puedes imaginarte lo que te vas a encontrar.


    El guión, por cierto, corrió a cargo del estimable Dan O’Bannon, sin duda uno de esos nombres que el espectador medio desconocerá por completo por no haber dirigido nada destacable en muchos años, pero el buen aficionado es consciente de las horas y horas de entretenimiento que este tipo nos ha proporcionado con sus guiones.

    Ya en 1987 llegarían dos películas de vampiros bastante curiosas, una muy popular entre la chavalería de la época, la otra, película de culto para un público reducido y más mayor.
    La primera de estas dos la conocemos todos, que duda cabe, y es Jóvenes Ocultos. Hace poco la pude volver a ver, y simplemente, cada plano rezuma los ochenta… esas pintas, esa estética, los peinados y las ropas, hasta las atracciones de la feria, todo remite a otra época, y desde luego, personas de otras generaciones pueden ver los chistes y el humor en general, como algo ajeno. ¿Envejecen los chistes? ¿Se la puede acusar de haber envejecido, simplemente porque fue rodada hace veinte años, y está tan anclada en la cultura de su época? En fin, la historia me juego el cuello a que mas o menos, todos la conocemos: una madre divorciada se traslada a vivir a la casa de su anciano y excéntrico padre, acompañada de sus dos hijos, el más mayor, Michael (Jason Patric) y el adolescente Sam (Corey Haim again… este muchacho picoteó todos los géneros). La población donde van a vivir, Santa Carla (Capital criminal del mundo) es un lugar aparentemente festivo y tranquilo, pero las desapariciones de personas se cuentan por docenas cada noche. Mientras los dos hermanitos salen a conocer la noche en la ciudad, Michael se enamora de una chica, Estrella (¿y quien no se enamoró de Jami Gertz?) que va acompañada por una siniestra banda de motoristas liderados por David (un Kiefer Sutherland ataviado de ochentero puro) que incluye al muchacho en el grupo.


    El otro hermanito se hace amigo de los dos hermanos que regentan una tienda de cómics (el otro Corey, Feldman, es uno de ellos) y los cuales claman a los cuatro vientos que los vampiros existen en Santa Carla, y que ellos son los caza vampiros de la zona.
    Hay escenas de esta película que me son imborrables, sobre todo las protagonizadas por los motoristas vampiros, en aquella extraña cueva subterránea donde vivían. Sin duda es genial la escena en que Michael entra con ellos para comer algo, y le hacen ver gusanos y lombrices en la comida, antes de darle a beber sangre para convertirle en uno de los suyos. El rito iniciático, que consistía en colgarse de las vías del tren mientras este pasaba, y tirarse luego al vacío, las locuras del abuelo, cuya sala de disección “parece el decorado de La matanza de Texas” es la leche, los estúpidos diálogos entre los dos hermanos caza vampiros y el personaje de Haim, los primeros intentando convencer al segundo de que tiene que matar a su hermano antes de que se convierta, pero sin duda, una escena que me pareció terrorífica en su época, aquella en que los vampiros liquidan un campamento de juerguistas, la aparición de Kiefer Sutherland vampirizado por primera vez, con esos ojos, y la masacre que sigue mientras Michael lo contempla todo, la incursión en la cueva para matar vampiros, la escena de la prueba que le hacen al dueño del videoclub (mi profesión soñada, dueño de un videoclub en los ochenta) para ver si es uno de ellos, o ya directamente el final…
    Un cúmulo de escenas que casi cualquiera de esa generación puede evocar sin problemas, y que independientemente del grado de dificultad de reconocimiento para el espectador actual que hayan alcanzado hoy en día, nos pueden arrancar una sonrisa en cualquier momento.


    Yo recuerdo que me impresionó bastante, pues fue la primera película que vi donde los vampiros no solo se movían por el mundo moderno, si no que además, eran “jóvenes” entre comillas, vamos, tenían costumbres de jóvenes (esas carreras de motos por la playa…). Curiosamente, la carátula del DVD dice “Duermen todo el día, se divierten toda la noche. No envejecen, nunca mueren. Es muy divertido ser un vampiro”, mientras que la carátula del VHS (editada aquí por Warner Home Video) no explicitaba tanto, si no que decía “Duermen todo el día, se divierten toda la noche. No envejecen, nunca mueren. Es muy divertido ser así”. Curioso, cuanto menos, y más sugestivo.
    En su momento debí verla mil veces, de hecho recuerdo que esta la copié del videoclub, con el ya añejo pero encantador sistema de juntar dos vídeos. Recuerdo que grabé no una, si no dos películas en la misma cinta, Jóvenes ocultos y Rambo II. También la veía cada vez que la echaban por televisión, para comentarla al día siguiente con los amigos, aunque todos la habíamos visto ya mil veces.
    Durante mucho tiempo se habló de una segunda parte, que podía tener vampiras en vez de vampiros por protagonistas, y se titularía “The Lost Girls”, pero lamentablemente jamás se materializó. Lo que sí tenemos son “secuelas” (me niego a llamarlas películas) de las que no voy a malgastar líneas hablando.

    La otra película de la que hablaba, con mucho menos humor y más toques gore y macabros, además de gozar de una campaña de promoción mucho más pobre, es Los viajeros de la noche, una de mis favoritas de vampiros de todos los tiempos, editada por CBS FOX. Fue una película que alcanzó su culto gracias precisamente a la edición en vídeo, y quizá la pasaran por televisión, no recuerdo. Trata sobre un muchacho granjero (el actor, un completo desconocido, lo es hoy bastante más gracias a su papel de Nathan Petrelli en Héroes) que sale una noche a tomar algo con los amigos, cayendo en las redes de una chica de aspecto frágil, pero que resulta ser una vampira, que le convierte en uno de los suyos. Secuestrado, es obligado a unirse a la “familia” vampírica a la que pertenece la chica, una trouppe de auténticos asesinos desquiciados liderados por Jesse, soldado de la guerra civil americana (el impagable Lance Henriksen) su novia Diamondback (Jennette Goldstein) ambos “padres” del grupo, de hecho a ella la llaman mamá en varias ocasiones; Severen (Bill Paxton) un loco y desquiciado psicópata que usa sus espuelas de vaquero para degollar a la gente, y Homer, un viejo verde y baboso, un auténtico salido metido eternamente en el cuerpo de un niño pequeño.

    [IMG]los viajeros de la noche by Henry Morrison, en Flickr[/IMG]

    La familia vive viajando de día en una caravana con las ventanas tapadas, y pasando las noches ventilándose con gran brutalidad a todo lo que respira, matando no solo para comer, sino también, simplemente, para pasárselo bien. El chaval tendrá una semana de plazo para aprender a alimentarse por si mismo (o sea, a asesinar) y cuando se niega a ello tiene lugar una de las escenas más recordadas de la película, aquella en la que la familia de los vampiros asalta un bar lleno de los típicos tíos duros, y enseñan al novato “como se hace”. Tiros a bocajarro, degollamientos, mutilaciones, palizas brutales, y el personaje de Bill Paxton se divierte dejándose estrangular, fingiendo que “le pueden”, una escena enfermiza que da verdadero mal rollo, y todo sucede mientras los cabronazos se hacen bromas entre ellos. No hay que olvidar que Henriksen, Goldstein y Paxton venían de hacer Aliens, y que el grado de compenetración entre ellos es simplemente brutal.
    Finalmente, el protagonista, viendo las orgías de destrucción que va a tener que cometer si no se “sale”, vuelve con su familia e intenta buscar una cura para su chica, y cargarse al resto de “viajeros de la noche”.

    El guión corre a cargo de Eric Red, el guionista de Carretera al infierno, y se nota, la misma estructura de western, el hecho de que Paxton sea casi un vaquero, e incluso en el enfrentamiento final, el prota acudirá en busca de los vampiros montado en un caballo. La directora, Kathryn Bigelow, aparece aquí especialmente capacitada para rodar escenas de acción, y hay en medio de la película un tiroteo sensacional entre los vampiros y la policía. Los primeros, atrincherados en el interior de un motel sin poder salir, pues es de día, reciben balazos a tutiplén, pero no son las balas lo que les hace daño, sino los rayos del sol que los agujeros de bala dejan entrar por las paredes. Una idea visual de primera.

    Vamp, una película con la terrorífica Grace Jones, de la que Tarantino se empaparía bien para escribir su Abierto hasta el amanecer, es ya serie B, lo que no impide pasar con ella un buen / mal rato.
    La película es más simple que el mecanismo de un botijo: unos muchachos salen a visitar clubs nocturnos, para encontrar chicas y llevarla a una fiesta estudiantil, pero cometen el error de ir a parar al bar After Dark, un club que, como cualquier puede darse cuenta por su nombre, está infestado por vampiros, y la regente es Katrina (la reina de la noche, la llamaban) interpretada por supuesto por la señora Jones. La película supone un cruce entre Jóvenes Ocultos y Jo, que noche de Scorsese, con los adolescentes huyendo continuamente de los vampiros.
    Se dan algunas situaciones escalofriantes, y de hecho recuerdo algunas muertes bastante logradas y sorprendentemente sanguinarias para el tono general de cachondeo que inunda la cinta. Por ejemplo, la vampirización del amigo del protagonista, convertido en un muerto viviente, y sus conversaciones totalmente desquiciadas, o el romance del prota con una camarera del local, que podría (o no) ser una vampira…


    Tampoco merece despreciarse una película sudamericana titulada Turno de noche, con un curioso planteamiento, pues el vampiro era taxista (en el turno de noche, claro) que para despistar, se llamaba Tepes. Era un vampiro benigno que solo se alimenta de enfermos y drogadictos moribundos que van a parar a su taxi, y se enamoraba (la historia romántica en las películas de vampiros era casi ineludible) de una productora de videoclips con cáncer terminal. Lo curioso es que la señora, al conocer la naturaleza sobrenatural del taxista, no solo no se asusta, sino que le “busca”, sabiendo que si se convierte en vampira, podrá librarse de la muerte (y de un marido al que no soportaba). La película tenía una estética macarra absoluta e imposible de tomar en serio, yendo por la vena más “melancólica” y tristona del vampiro, y según he sabido, incluso tuvo su correspondiente secuela, que hasta se estrenó en nuestro país con el título de “El amante sangriento” (casi nada) pero no he podido verla, ni conozco a nadie que la haya visto.

    De puntillas paso por la saga Subspecies, que en España hemos conocido con la nomenclatura de “Subespecies”, una serie de producciones de la Full Moon, productora de los hermanos Band. La Full Moon en sus comienzos se llamaba Empire, y fue esa la modesta productora que lanzó al mundo las tres primeras películas de Stuart Gordon: Re-animator, Re-Sonator y Dolls. El problema es que hasta al chico de los cafés, se le daba dinero para que hiciera películas, una línea poco inteligente, y las deudas obligaron a cerrar la Empire, aunque renació con el sello de Full Moon, que lleva ya décadas pariendo entregas de esta saga, y de la también curiosa saga La venganza de los muñecos asesinos, entre otras producciones. Cualquiera que se enfrente a algo con el sello de la Full Moon puede saber, sin temor a equivocarse, lo que se va a encontrar: deficiencias técnicas abundantes y fallos de raccord sencillamente alucinantes, una pobreza visual total, unos actores bastante malos, aunque su fidelidad a la casa que les da de comer es encomiable, música lenta y ramplona, guiones con más agujeros que un queso Gruyere, escenas de sexo recatadas, donde se ven más las sábanas que el sexo en si, y efectos especiales a veces inspirados, pero se hace patente lo pobrísimo de sus presupuestos. Una producción Full Moon puede presentar algún interés aislado, yo no digo que no, pero por lo general, son películas que en los ochenta iban destinados a vídeo, y en los noventa sobre todo, a la tele por cable americana (aunque que yo sepa, aquí siempre nos ha llegado todo en vídeo, y rara vez han pasado sus películas por la tele).
    En cuanto a la saga, pues trata sobre el malvado vampiro Radú, típico conde transilvano con pintas de Nosferatu (aunque con melena) y que se pone a hacerles perrerías a las muchachas que se pasan por sus tierras y su castillo, matándolas a veces, o queriendo convertirlas en sus amantes inmortales, depende de la película. Lo curioso es que nuevamente, mis amados amigos traductores de títulos de películas para España, han tenido grandes iniciativas con esta saga (y también con la saga de los muñecos asesinos, pero ya llegaremos). Así, la primera entrega se llamaba Subspecies, y aquí lo “tradujeron” a Subespecies, bueno, no pasa nada. La segunda, Bloodstone, Subspecies II, decidieron pasar ya directamente hasta el culo del tema, y la titularon aquí Radú: Aullidos en la noche. Hay que tener cojones para hacer algo así. La tercera, Bloodlust, Subspecies 3, pasó a ser by the face Las entrañas del mal. Sencillamente maravilloso, mi meta en la vida es conocer al traductor en cuestión. Luego ha habido más secuelas (por lo menos una más) pero ya no las he seguido. Eran películas para alquilar en el videoclub y vérselas una tarde de resaca: entrañables y olvidables.

    Tampoco quiero olvidar Besos de sangre, una absoluta tontería (caspa, pero CASPA) donde dos vampiros, uno de ellos Vlad Tepes, otra vez para despistar, llevan siglos peleando por una afrenta pasada. Cuando Vlad, que es digamos el “bueno” conoce a la reencarnación de su antiguo amor fallecido (y llevamos…) pues lo típico, decide conquistarla, pasarla por las sábanas, y ya al final, si la chica lo merece, convertirla en vampiro. Lo mejor es que se trata de todo un dramón, casi parece una versión de cualquier culebrón, con unas peleas de, ejem, “coreografía” sonrojante, y encima el final es muy azucarado, nuestro héroe decide que la chica merece vivir su vida y rehúsa convertirla en otra chupa sangres (aunque por las sábanas, la pasa).

    Otra comedia vampírica en la onda de Vamp (dos en realidad) Mordiscos peligrosos, con un joven Jim Carrey, cuya novia no quiere acostarse con él. Eso lo convierte en el candidato perfecto para ser otra víctima de la Condesa, una vampiresa transilvana que cada cien años, tenía que beberse la sangre de un joven virgen, o todos los siglos que ha engañado a la muerte se le echarían encima, y se convertiría en una momia. Como los pastorcillos de Transilvania ya no tienen la inocencia de antaño, la buena señora decide trasladarse a los Estados Unidos con su tropa (otros chicos vírgenes a los que mordió en otras épocas convirtiéndolos en vampiros, y que ponen el contrapunto cómico) esperando encontrar allí algo más de sangre pura, y en efecto la encuentra, en el bueno de Carrey.
    Al final, unas cuantas persecuciones delirantes por la mansión de la condesa, y por supuesto, el muchacho consigue perder la virginidad (en menos de dos minutos y metido en un ataúd, ni David Copperfield llegó a tanto).


    Por otra parte, también en verano vi la mítica Un vampiro adolescente, cuyo protagonista es un imberbe Robert Sean Leonard (el doctor Wilson de la serie House). Se trata de un muchacho algo tímido que tiene sueños eróticos con una saxofonista de su clase del instituto, y cuyo amigo, el típico secundario gracioso, le está dando la lata siempre con que tiene que acostarse con una chica cuanto antes. Finalmente, el muchacho, que trabaja en un supermercado después de clase, lleva un pedido a una casa recientemente ocupada por una misteriosa mujer, que le cita durante la noche. Obviamente es una vampira, que le muerde, contagiándole su mal. Justo en ese momento entran en la casa un caza vampiros paranoico (interpretado por David Warner) y su ayudante subnormal, que matan a la vampiresa y queman la casa.
    El chico va poniéndose cada vez peor mientras se convierte, hasta que se le aparece un tipo que dice ser su vampiro tutor, que le guiará por la buena senda del vampirismo. El muchacho va aprendiendo a usar sus poderes y trata de usarlos para ligarse a la chica que le gusta (al tiempo que sus preocupados padres empiezan a pensar que es gay). Una absoluta y delirante comedia que acaba en un cementerio con prácticamente todos los personajes reunidos, incluso la vampiresa que convierte a Jeremy, el protagonista. Al verla, el personaje de Warner se alarma y le dice lo típico, que como es posible que esté viva después de clavarle una estaca y quemarla, a lo que la buena moza, en pose sensual, le contesta “Soy una vampiresa”. Solo en los ochenta.



    También es curiosa Besos de vampiro, una película con Nicholas Cage, de finales de los ochenta, donde un yuppie aburrido es mordido por una vampiresa (Jennifer Beals) que poco a poco, vemos que solo está en su imaginación. Todo transcurre en su alienada mente de yuppie urbano
    El pobre hombre va cayendo poco a poco en la locura él solito y sin ayuda, durmiendo debajo de la cama, llevando gafas de sol, escupiendo cada vez que ve una cruz, comiendo cucarachas y finalmente, asesinando jovencitas en discotecas para beber su sangre. Cage cae en un nivel de patetismo absoluto en su personaje, en escenas como la de la tienda de disfraces, donde no tiene pasta para comprarse los colmillos súper realistas y se tiene que comprar los típicos colmillos de plástico de los chinos, más falsos que un duro de madera, o cómo va perdiendo los estribos con su pobre secretaria, a la que trata como a la mierda (y que a la larga, será su perdición). Se trata de una película melancólica sobre la locura y la alienación urbana, debida sobre todo al aislamiento social. Si os apetece deprimiros una tarde, os la recomiendo.
    Última edición por Charles Lee Ra; 23/06/2018 a las 18:10
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  3. #3
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    IV. Fantasmas y casas encantadas: En cuanto a fantasmillas, almas en pena, maldiciones familiares o caserones encantados por espectros, hay bastante, pero muy poco digno. Empiezo por Al final de la escalera, que es una absoluta debilidad mía. En su momento, todo el mundo hablaba de ella, mis padres siempre contaban que fueron a verla al cine estando mi madre embarazada de mi (así salí…) y que en la familia no se hablaba de otra cosa que no fuera la escena de la pelotita cayendo por las escaleras. Como una pelota, una pelota roja y mojada bajando por las escaleras pudo causar tanto pánico… George C. Scott ayuda bastante, puesto que, tal y como leí hace siglos en una de las carátulas (la de ediciones en VHS que ha tenido esta película es para dedicarle un post en si mismo) el actor consigue que nos creamos lo que sucede, porque actúa como actuaría cualquier persona normal y escéptica en una situación así, sencillamente pasando de la extrañeza y el miedo a la curiosidad, y a la fascinación.
    Scott, por si a estas alturas no la habéis visto, es un profesor de música que pierde a su mujer y a su hija en un accidente, y se muda a otro estado para trabajar y vivir lejos de sus recuerdos, alquilando una enorme casa con un historial curioso: fue un museo, y también la casa de una familia adinerada que continúa teniendo una gran influencia política hoy en día. Poco a poco se empiezan a oír ruidos (siempre a la misma hora, en las primeras horas de la mañana) los grifos de la casa funcionan como les da la gana, y finalmente empieza a ver la extraña imagen de un niño pequeño ahogado en la bañera. La investigación le lleva a creer que en el asunto está metida la poderosa familia de los Carmichael, cuyo nieto, senador actualmente (un maravilloso Melvyn Douglas) parece mantenerse muy interesado por quien vive en su vieja casa…



    Hay escenas que yo creo, son absolutamente imborrables de la memoria una vez están vistas, como al sesión de espiritismo, que a mi me mantuvo con el corazón en un puño, con la puñetera voz de la espiritista (Joseph, ¿Por qué sigues en esta casa?) el descubrimiento de una habitación tapiada donde hay una caja de música y una silla de ruedas, o dicha silla de ruedas bajando disparada por las escaleras más tarde, sin que nadie (vivo) la haya empujado… también la escena de la niña que ve al pequeño fallecido enterrado debajo del suelo de su habitación, esa escena me produjo verdaderas pesadillas de niño. Se trata de una de esas películas con capacidad de asustar, muy bien rodada, consiguiendo que te metas en la historia en todo momento: probablemente lo que más miedo da es que el espíritu no sea el típico demonio vengativo, sino un espíritu en busca de justicia y descanso. En general toda la película tiene una atmósfera de “credibilidad” de estar viendo algo sobrenatural, pero que le pasa a gente corriente que actúa de manera coherente.

    El resplandor no necesita presentación alguna, porque yo creo que todos debemos conocerla. Recuerdo verla por primera vez de niño, una noche veraniega donde con mis padres nos hacíamos sesiones de cine, y haber quedado bastante traumatizado. En general, todo está pensado para crear una atmósfera, y para unos ojos inocentes, puede acojonar hasta un punto importante (recuerdo que los ecos de la siniestra banda sonora me perseguían (nunca había escuchado música clásica) igual que las imágenes de ese hotel nevado y lo que allí acontecía…). Siempre se ha criticado mucho el doblaje español, que en su día a mi me lo hizo todo más real (las voces eran más “cercanas” a lo que yo escuchaba por la calle).
    Hoy en día si se lee la novela, se detectan y se “resuelven” algunos misterios de la película, pero yo creo que la película sale mejor parada en ese aspecto: solo sabemos quienes son las niñas, las hijas del anterior guardia, asesinadas por su propio padre. Pero no sabemos quien es la muchacha de la bañera que se convierte en engendro, y los ruidos de la fiesta en semejante entorno y situación resultan terroríficos, igual que la aparición del tipo disfrazado de oso. Al no saber quienes son, al no haber datos, creo que todo es más terrorífico que si supiéramos la historia de cada espectro, como sucede en la novela, donde sabemos quien es la señora de la bañera y en qué fecha, y quien asistió, a esa fiesta en el salón colorado.


    También quiero mencionar la saga de Amityville. La primera parte es una película muy curiosa, por desgracia el director es todo lo que la película NO necesitaba, un tipo bastante televisivo, porque el guión en si tiene potencial para hacer pasar un mal rato. Tras el prólogo donde un muchacho mata a tiros a sus padres y hermanos, antes de pegárselo el mismo, se nos presenta a la familia que se muda a la casa, la cual lleva años deshabitada, una familia con problemas, con el padrastro recién llegado y no muy aceptado por los críos, y la madre (Margot Kidder, vaya) es una fanática religiosa. El sacerdote que años ha pudo ver hechos extraños en torno al muchacho que acabó asesinando a su familia intentará impedir que la historia se repita.
    Y es que la película, más que una típica de casas encantadas, parece un drama familiar donde los nervios, la tensión y los problemas familiares van desarrollando los acontecimientos, que podrían ser meras “alucinaciones” (sobre todo por parte del personaje de Kidder, aunque el padrastro no tarda en perder los nervios, al estilo Jack Nicholson). Hay escenas que realmente me pusieron nervioso en su día, aunque hoy no sé si pasaría lo mismo, como la chica que se queda encerrada en el armario y es atacada por “algo” que no la deja salir, mientras los padres están fuera de casa, o la criatura que cree que ver la protagonista por la ventana (una especie de ser porcino, según se le describía en la novela).

    Cuesta creer que una película tan correcta, pero en absoluto extraordinaria (es más, visualmente es muy normalita) como la entrega original, hubiera tantas secuelas infames. La segunda parte Amityville: La posesión, es en realidad una precuela que explica los hechos sucedidos en la casa ANTES de la llegada de la familia Lutz, es la historia del adolescente que mata a toda su familia porque “unas voces me dijeron que lo hiciese”. Una película descafeinada y cutre, pero sórdida y extraña a la vez.


    La tercera parte siguiendo las modas de la época, es en 3D, y es curioso porque con esta, son 3 terceras partes las que se rodaron con ese sistema en los ochenta: Tiburón 3, Viernes 13 parte 3, y Amityville 3: El pozo del infierno. La película cuenta la historia del descubrimiento en la dichosa casa, de un pozo que conecta con el infierno, y si bien es bastante superior a la segunda, tampoco es gran cosa.
    La cuarta parte no tenía el título de Amityville, se titulaba La fuga del mal, y trataba sobre una lámpara que era trasladada de la casa de Amityville a otra. El poder maligno de la casa se metía en la lámpara, que cometía asesinatos ahogando a la gente con el cable del enchufe. ¿Demencial, no?
    Luego ya pierdo la cuenta. Recuerdo otra que en VHS tampoco tenía el título Amityville, La casa maldita. Recuerdo Amityville 1992… debe haber por lo menos siete secuelas. Hace tiempo, un verano estando de vacaciones cogí por la tele un telefilm que también era de Amityville, y donde aparecía Zach Morris, el prota de “Salvados por la campana”, que es la última noticia que he tenido de esa saga. El remake ni lo he visto.

    Continuando, hay que mencionar Poltergeist, esa película de ejem, Tobe Hooper, y sus dos secuelas. La primera parte (más allá de la disputa de su autoría) es un clásico de la época, una película que vista hoy en día no ha perdido su impacto, y tiene escenas impresionantes, que todos conocemos: la imagen de la niña en el televisor estático murmurando su “Ya están aquí” forma ya parte de la historia del cine. Poco importa de donde vengan las influencias (no he podido ver el capítulo de “la niña perdida” de Twilight Zone, aunque si he leído su relato A través de los canales, y poco tiene que ver) se trata de otra película que en su día causaba pavor y de la que se hablaba entre compañeros siempre con cierto respeto, con fascinación, esa fascinación algo perdida hoy en día, por ver algo “sobrenatural” en pantalla, sin buscar ni detectar los trucos, simplemente disfrutando de esa magia.


    La segunda parte, pese a tener un final directamente ñoño e increíble, me encanta por la incorporación de dos actores grandísimos, un villano por fin tangible, después de los entes abstractos de la primera parte, Julian Beck, y un indio de buenas intenciones enviado por el personaje de Zelda Rubinstein (Will Sampson, ese gran secundario). Para intentar no hacer lo mismo que en la primera parte, algo muy loable, se intenta crear una división de la familia Freeling, mediante el personaje de ese predicador siniestro y cadavérico que aparece en la puerta de la casa con aparentes buenas intenciones y maneras amables, con sus consejitos tan “inofensivos”, mientras que por otro lado, está la figura del indio, una figura realmente benevolente, que está ahí para ayudar, pero es repudiada y envidiada por el padre, cosa de lo que el predicador se aprovecha (Craig Nelson lo borda en esta segunda entrega).

    La tercera parte la recordaba absolutamente deleznable, pero me llevé una sorpresa, porque estando por debajo de las primeras, es una historia sobrenatural para nada despreciable, sustituyendo a Nelson y a Williams por Tom Skerrit y Nancy Allen, y de nuevo intentando que no sea una repetición de lo ya visto, se enfoca la historia en un edificio repleto de espejos y donde los espejos no son superficies que reflejan, sino puertas a ese otro mundo, al mundo de la “luz” donde llevan tres películas intentando llevarse a la cría. Los planos de la niña de espaldas, o con maquillaje, son más que evidentes, se ve perfectamente que echaron mano de una doble al morir la niña, y a pesar de eso, consiguen un resultado. Zelda Rubinstein un poco repetitiva, pero tenemos a su “enemigo” ideológico, un psiquiatra repelente y creído que está seguro de que la niña es una chiflada peligrosa con capacidad de crear “ilusiones” para engañar y manipular a su familia.


    En vertiente cómica está la deliciosa saga House, una casa alucinante, cuya primera entrega contaba con un actor televisivo de moda, William Katt, el gran héroe americano.
    En la película, interpretaba a un escritor en crisis, divorciado, con su hijo misteriosamente desaparecido en casa de su tía (la entrañable mujer acaba de suicidarse) y todavía atormentado por los recuerdos de la guerra de Vietnam. El tipo se traslada a la enorme casa de su anciana tía, decidido a escribir en solitario y a recuperarse, exorcizando sus experiencias de guerra mediante la escritura de un libro sobre Vietnam. Un vecino pesado y habitual del bar de Cheers, George Wendt, y una serie de monstruos que van haciendo su aparición, se lo intentarán impedir.
    La película es puro humor, el terror está reducido a su mínima expresión, quizá la escena inicial, donde un imberbe repartidor encuentra a la abuela ahorcada, puede causar algún escalofrío, aunque esto queda chafado por la forma en que la abuela (un maniquí) se balancea en la horca.


    Un monstruo de tintes lovecraftianos que aparece a las doce todas las noches en el armario, un engendro disfrazado de la esposa de Katt que en vez de arrastrar cadenas y gemir, reparte hostias como panes, tales son las encantadoras cosas con las que se topa el protagonista. Katt es el típico actor que pese a las limitaciones que pueda tener como tal, tiene un carisma, innegable, un aire “mundano” que hace que el espectador conecte rápidamente con él, sabe hacerse simpático. Escenas como la caza del engendro que sale del armario, tanto él como el vecino ataviados de militares con gafas de buceo, o la firma de libros en las que conoce a “sus mayores fans” un puñado de freaks impagables.
    La película tiene un guión de Fred Dekker, de quien hablaremos más adelante, y mucho, y pese a sus continuos recochineos con los tópicos del cine de casas encantadas, tiene un aire muy lúgubre, y una buena banda sonora (salvo la inserción de alguna canción de la época). Pero de lejos, como comedia, prefiero la segunda parte House 2, aún más alucinante. Y vaya si es alucinante, como siempre le digo a todo el mundo, si quieres animarte y reírte, solo tienes que ver esta película, donde los guionistas debieron meterse una sobredosis de detergente caducado totalmente épica. Por cierto que de House solo tiene el título, ya que nada tiene en común con la primera parte, ni siquiera es la misma casa.

    La historia es la del joven Jesse, un muchacho que, tras morir sus padres asesinados cuando era un bebé, se marchó de la casa de sus ancestros. Ya de mayor vuelve con su novia, y con el irresponsable de su amigo. Allí, los dos descubren una vieja leyenda según la cual su tatarabuelo, un peligroso bandido del Oeste, buscó y halló una misteriosa calavera de cristal que confería inmortalidad y poderes a su poseedor. Como el abuelo está enterrado en un cementerio cercano, no se les ocurre otra cosa que ir a profanar su tumba a medianoche para buscar la calavera. El abuelo en cambio está vivo, aunque momificado, y una vez se pone al día, decide salir a estirar las piernas e irse de juega, mientras en la casa van pasando cosas, desde hombres primitivos que irrumpen en el salón, a incas que hacen sacrificios humanos detrás de la chimenea, una jungla prehistórica, dinosaurios incluidos, que hace su aparición en una habitación, o la llegada de una mascota familiar, un gusano enorme y gordo que ladra como un perro, y al que adopta el abuelo, que le suministrará cerveza a través de un biberón. Si, es hilarante todo el filme.


    Yo me quedo con la aparición de un electricista que mientras se hacía las oposiciones, también estudió para Indiana Jones (en youtube hay videos sobre él). Se trata de una película absurda, una auténtica comedia, quien sabe si también involuntaria, y donde sale otro parroquiano de Cheers (el electricista aventurero). Mucho más divertida y casposa que la primera, y donde hace su aparición un vaquero espectral con ciertos aires al “santo de los asesinos” del cómic Predicador.
    Aún más, el final de esta película propone una auténtica paradoja temporal, y es que Jesse
    Spoiler Spoiler:


    Luego hubo una película con Lance Henriksen titulada “Horror Show” que sin tener nada que ver con House, en algunos países de Europa, incluído el nuestro, faltaba mas, se tituló imaginativamente House 3. Henriksen era un policía retirado y traumatizado que capturó a un psicópata, que fue ejecutado, pero el psicópata (Byron James, una cara muy conocida en los ochenta) vive en una realidad paralela desde la que viene a nuestro mundo para cometer asesinatos y cargárselos al policía. Casposa, muy casposa.
    Más adelante hubo una secuela oficial, que se vio obligada a llamarse House IV y que contaba de nuevo con William Katt, que volvía a la casa, en silla de ruedas, acompañado por su hijo. Creo que en España JAMÁS se ha visto, ni en vídeo, ni por televisión, ni nada, y aquellos que la han podido ver dicen que es horrible, nada que ver con la original. Una pena, pues se trata de una saga delirante que podía haber tenido más continuaciones…

    Otra película muy ochentera, El misterio de la dama blanca. Es una película de fantasmas correcta y con una historia entrañable. El protagonista es un niño, pero ya adulto, nos narra en off lo que le sucedió en los años cincuenta: la noche de Halloween, unos compañeros le dejan encerrado en el colegio, ya vacío. Se hace de noche, y el niño ve como un hombre asesina a una niña, y luego le ataca a él. Es encontrado, y mientras está convaleciente se entera de que han detenido a un conserje negro que es claramente un cabeza de turco, pues él no vio la cara del atacante, pero se entera también de que el asesinato que presenció tuvo lugar hace diez años, y el asesino vuelve cada año a la escena del crimen. Poco a poco, la niña muerta se le aparece para pedirle que resuelva su asesinato (todo gira en torno a una pegadiza canción de cuna y a la leyenda de una mujer, una dama de blanco que vive en una siniestra casa…). Hay detalles geniales, como el equipo de policía del pequeño pueblo, empeñado en culpar al pobre conserje negro del asesinato que sucedió diez años antes, y que nunca se resolvió (esa parte de la trama tiene un final aterrador y nada sobrenatural). Hay detalles algo ñoños que se podían haber evitado, sobre todo en la relación entre el protagonista (Lukas Haas, el mismo niño de “único Testigo” de Peter Weir) y la niña muerta, que roza la sensiblería, aunque esos detalles están muy reducidos. Atención a la identidad final del asesino, por cierto. Una de esas pequeñas películas de suspense que hoy, al menos en nuestro país, está bastante olvidada, serie B, B de buena.


    De 1989 es “La olvidada”, pequeña joya de videoclub sobre un atormentado escritor viudo (¡Terry O’Quinn, de nuevo!) que se muda a un caserón donde empiezan a ocurrir cosas. Pronto descubrirá que un fantasma femenino con capacidad de agredir físicamente a las personas convive con él. Tras encontrar sus restos mortales y enterrarlos, con ayuda de la vecina enamorada de él, el fantasma se convierte en el espíritu de la bellísima Evelyn, asesinada por su esposo en esa casa siglos atrás, al descubrir el romance de ella con un pianista que (casualidad) es una antigua encarnación de O’Quinn, con el que la fantasmal mujer mantendrá un romance sobrenatural. Interesante.

    Porqué no meter aquí también una película que trata de “vehículo encantado” o con vida propia: Christine. Una cinta considerada menor en la filmografía de John Carpenter, incluso mala, pero a mi me parece genial, aunque desde luego no llega a la suela de los zapatos a otros trabajos de Carpenter, pero para mi tiene un halo fantástico, romántico, de fatalidad e imposibilidad. El protagonista es un nerd, destino de todas las burlas de los matones colegiales (treinteañeros otra vez…) que pese a tener un buen amigo, caerá en las redes de un vehículo que se aprovecha de su soledad para poseerle, literalmente. Hay que decir, eso si, que el concepto de Christine está totalmente deformado, en la novela el coche no tiene entidad, es un vehículo alterado por la rabia y el odio de su propietario original, un violento anti-social, y simplemente se convierte en un intermediario, un recipiente para que dicho dueño, fallecido, pueda volver al mundo en el cuerpo del adolescente, a través del coche, que también ejecuta las venganzas. En la película, en cambio, el coche es malo, nace malo en la cadena de montaje de Detroit, y “enamora” y consume totalmente a sus dueños.


    Es impresionante la transformación que se produce en el protagonista, Keith Gordon, de nerd flacucho, enclenque y sin gota de carácter, que conforme avanza su relación el coche se va convirtiendo en un tipo rudo, egoísta, malhablado, insensible, que solo piensa en su coche. Momentos como la revelación del pasado del vehículo a Dennis, el amigo de Arnie, o el intento de este de colarse en el garaje, las escenas de las muertes de los pandilleros (bellísimas y con música de Carpenter especialmente inspirado), o el final de alto voltaje en el taller… deliciosa.

    Otra película sobre objetos mecánicos con mala leche: La rebelión de las máquinas tiene el dudoso honor de ser la peor adaptación de un escrito de Stephen King de la historia. Y eso que el relato en que se basa, “Camiones” incluido en una antología sobresaliente, El umbral de la noche (para mi, su mejor trabajo), es excelente, pero aquí, King decide no solo producir o escribir el guión, sino dirigir. Dios nos pille confesados, si como escritor, en sus primeros tiempos, se reveló como un digno sucesor de Richard Matheson, como director es de lo peorcito. La película además cuenta con ese icono ochentero que es Emilio Estevez.
    La película trata sobre una serie de desconocidos que están en una tienda, y se ven asediados por todo tipo de vehículos que cobran vida propia y pretenden dominar el mundo. El término “casposa” se le queda corto. Por lo menos, Stephen King aprendió bien la lección, y se quedó lejos de las cámaras, escribiendo sus novelas. Al menos el hombre demostró saber rendirse a tiempo.

    Ya en clave de comedia juvenil es
    El secreto de los fantasmas
    , una de las primeras películas de Roland Emerich, una comedieta ochentera absoluta. Se trata de una historia juvenil pasada de rosca donde dos adolescentes con ínfulas de dirigir una película de terror, se descubren prácticamente en la bancarrota. Un buen día uno de ellos se entera de que el caserón que sale en un programa televisivo de miedo perteneció a un avaro tío suyo, y que en la casa puede haber un tesoro... se dirigen allí, y lo más reseñable es la aparición del mayordomo de su tío, una especie de abuelo de Yoda, mientras un ridículo mafioso interpretado por Paul Gleason intenta hacerse con el tesoro.


    Ya para terminar, quiero mencionar la última película producida por la Empire, antes de que cerrase y renaciese como Full Moon, película que se rodó a trancas y barrancas mientras la compañía Empire lanzaba sus últimos estertores y sus responsables, los hermanos Band, se ahogaban en las deudas. La película se titulada Prison (Presidio) y trataba sobre una vieja cárcel que va a reabrirse. Una vez abierta, el espíritu de un hombre allí ejecutado injustamente años atrás, empezará a cargarse a todo quien se cruza por su camino. Más allá del hecho de que el ejecutado (injustamente) está interpretado por un desconocido Viggo Mortensen, la película no tiene grandes alicientes para ser vista, se trata de una casposa muestra de cine de venganzas sobrenaturales, con algo de gore, y con Renny Harlin en la (casposa) dirección, justo antes de dirigir la cuarta parte de las andanzas de Freddy Krueger.
    Última edición por Charles Lee Ra; 23/06/2018 a las 18:22
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    V. Zombies: Para mi, los zombis empiezan con Romero, of course. Hay antecedentes muy claros, que implican el vudú, pero el zombi moderno nace en La noche de los muertos vivientes (1968) y aún hoy nos acompaña.
    1985, felicísimo año, nos trajo la tercera parte de la trilogía de Romero. El día de los muertos. Lo cierto es que, si la primera y segunda parte desbordan energía absoluta, la tercera es el patito feo de la saga (considerando saga como la trilogía, y no el resto de entregas no-ochenteras). En su momento, Romero escribió un guión que él aseguró, sería el no va más, que nada de lo antes visto se le podría comparar. Pero la cruda realidad es que la pasta que hacía falta para poner algo así en marcha no existía, por lo que hubo que remodelar el guión para rodar lo que se podía, no lo que se quería, y el resultado es bastante discreto y fue pasado por alto en su momento, aunque poco a poco, la película ha ido cobrando la importancia que se merece.
    La película es mucho más desoladora y deprimente que las anteriores, aquí el mundo está dominado por los zombis. Las grandes ciudades están vacías, no hay ya humanos ni servicios sociales de ninguna clase, nuestra civilización se ha extinguido. Un helicóptero sobrevuela una ciudad americana preguntando si hay refugiados humanos, pero nadie contesta. Un zombi putrefacto entra en primer plano, y ahí empieza la función. Se nos presenta un búnker creado por el Ejército Americano, para meter allí a unos cuantos científicos y militares, para que la raza humana se perpetúe, e intenten encontrar una solución. Han pasado años, y las cosas en el refugio van de mal en peor.



    La doctora Sarah (Lori Cardille) busca una ilusoria vacuna que curaría los zombis. Su colega, el doctor Frankenstein, opta por intentar reeducarlos y convertirlos en miembros provechosos y no caníbales de la sociedad. La sección de los militares, auténticos asesinos liderados por el desquiciado Capitán Rhodes (Joe Pilato, casi lo mejor de la función) desprecian a los médicos y solo quieren enfrentarse a los zombis para cargárselos a tiros. Una especie de locura o neurosis se apodera de algunos soldados, ante el absoluto desquiciamiento de la situación en la que se ha convertido su vida…
    Aquí los zombis se nos muestran como una sociedad de seres aislados que recorren las calles en busca de alimento; para nosotros, los humanos, ellos son el horror, el monstruo de la película, pero vistos los comportamientos humanos, que Romero se toma su tiempo para desarrollar y mostrar (lo hace como casi nadie en el género) uno casi preferiría ser una de esas putrefactas criaturas que recorren las calles sin hacer daño a nadie, salvo para comer (para sobrevivir) a ser un codicioso, violento y egoísta humano capaz de matar sin pestañear por ansia de poder, o simplemente por deporte (véanse las escenas de caza de zombis por parte de los militares).
    La gran novedad en cuanto al comportamiento de estos particulares muertos vivientes, es que en esta entrega el doctor Frankenstein (científico chiflado donde los haya) consigue reeducar a uno de ellos, el entrañable Bub, que será capaz de reprimir sus instintos caníbales, imitar los gestos humanos, usar objetos cotidianos, e incluso leer (a Stephen King, como buen americano que en su día quizá fue). Pero para los militares, esos progresos son solo una burla, y el experimento de la reeducación de Bub no dura mucho; quien sabe si no hubiera sido la solución… al final, como de costumbre, los zombis tomarán el control del recinto hasta entonces seguro; unos quizá logren huir (aunque siempre me pregunto hasta cuando podrán huir) y otros, no. Es curioso el final del personaje del zombi, Bub, recomiendo prestarle atención especial a su comportamiento final: probablemente, yo haría lo mismo.


    El día de los muertos fue un fracaso de taquilla, por la negrura argumental, por la desesperanza que desprendía, pero también porque se produjo cierta confusión: ese mismo año se estrenó otra película. El regreso de los muertos vivientes, de Dan O’Bannon, y la segunda se llevó las simpatías (y la pasta) del público. Aquella fue la primera vez que se usaron las palabras “muertos vivientes” en un título, después de las películas de Romero. Curiosamente, esta película fue la iniciadora de su propia trilogía, en clave de humor (negro, eso si, muy negro) con toques gore.



    La primera parte, la mencionada El regreso de los muertos vivientes, es ya todo un clásico de los tiempos del videoclub, cuenta la historia de una morgue, ubicada junto al cementerio, donde el encargado aburrido le cuenta al chico novato una historia: en el sótano hay unos bidones llenos de una extraña sustancia. La sustancia que contienen fue responsable de lo que sucedió en la película La noche de los muertos vivientes, de Romero (que fue un hecho real, aunque en la película, financiada por el Ejército, no aparecen los bidones para encubrir el asunto). No se les ocurre otra cosa que bajar a verlos, abriendo uno de ellos por accidente y poniendo en marcha una reacción en cadena que irá resucitando a los muertos, y convirtiendo en muertos a todos los vivos que inhalen ese extraño humo…
    La película, editada aquí por Record Vision, fue muy popular en su día, y es que realmente, el humor negro que destila es impresionante. Hay una serie de momentos que son ya icónicos, como la conversación entre el guardia de la morgue y un cadáver sin brazos ni piernas atado a una camilla. El zombi le explica que comen cerebros porque estar muerto duele cosa mala, y comer cerebros les alivia ese dolor.
    También la punkie del pelo rosa perteneciente al imprescindible grupo de adolescentes idiotas tiene su momento de gloria cuando, tras asegurar que le encantaría ser violada/devorada por gente muerta, protagoniza un striptease poco antes de conseguir su “deseo” pasando a ser parte del ejército zombi. También es muy popular el momento en que hace su aparición el zombi que estaba en el bidón, el llamado “Tarrman” un ser chorreante de fluidos y absolutamente putrefacto. Y sin ninguna duda, el final, un final que, pese al humor, es realmente nefasto y oscuro para los protagonistas...

    Y aquí los zombis no son exactamente los de Romero, puesto que pueden hablar y hasta cierto punto, razonar. En general, la figura del zombi siempre me ha gustado, porque está lejos del vampiro, un ser tan digno, poderoso y limpio, el zombi en cambio es una masa putrefacta que camina en busca del único sustento que puede comer, la carne (o el cerebro) de sus semejantes, contagiando además a estos, al convertirlos en su alimento.

    La secuela de la presente se tituló La divertida noche de los zombis. Su estrambótico título, y la presencia de un protagonista infantil, parecían prometer un tratamiento más suave de los elementos macabros del mundo zombie. Ni por el forro, se trata de una película con varios momentos desagradables, y que resulta más un remake de la previa que una secuela (algo similar a lo que sucedía con Posesión Infernal/Terroríficamente muertos) puesto que tenemos incluso a los mismos actores en papeles muy similares.
    La historia es básicamente la misma: pequeño pueblecito americano, donde unos chavales haciendo travesuras derramarán los bidones e iniciarán el contagio. La verdad es que hay escenas chungas, y me sé de más de un compañero de colegio que tuvo pesadillas de persecuciones zombis después de ver esta película: el matón escolar comiéndose a su madre, el ladrón más joven contagiado comiéndose a su novia… También hay momentos sumamente hilarantes, como aquel en que, para despistar a los zombis, el viejo científico loco va en una furgoneta tirando sesos de cordero mientras va anunciando “Al rico cerebro fresco”…




    La tercera parte, titulada Mortal Zombie (aunque la nomenclatura original de la saga en USA ha sido siempre Return of the living dead, aquí en España inventándonos títulos, como siempre) fue dirigida por Brian Yuzna, un director que no tiene películas que me gusten demasiado o me apasionan, pero que le reconozco la virtud de haber dirigido el tipo de cine que le ha salido de las narices, durante décadas, el haber intentado crear una iniciativa de cine fantástico en España, y por supuesto, el haber trabajado con Jeffrey Combs.
    El Argumento es muy básico, un experimento militar, el protagonista que quiere resucitar a su novia tras un accidente de moto. Y la resucita, convertida en zombi, y siendo luego perseguidos durante toda la película.

    Volvemos a 1985… otra vez. Que gran año. En este año se esconde uno de los filmes que más me han influido en mi vida y formación como cinéfago, un auténtico mito de su década, por supuesto, estoy hablando de Re-Animator. La primera parte de la filmografía de Stuart Gordon es muy interesante (digamos, sus tres primeras películas) aunque luego acabase dirigiendo productos alimenticios, de cierta dignidad técnica, pero poco más (Fortaleza Infernal) o ya directamente, telefilms insufribles con actores en crisis profesional (La hija de las tinieblas, con Mia Sara y Anthony Perkins). Sin embargo, su primer film fue una auténtica bomba. En principio, Gordon quería que adaptar los relatos de Lovecraft en una serie de televisión en blanco y negro, pero la cadena a la que le ofreció la idea se decantó por otra serie “Historias del más allá”. Una vez conoció a Brian Yuzna, decidieron pasar de la televisión y hacer una película de bajo presupuesto, y una vez escrito el guión, solo quedó ponerse al servicio de los hermanos Band, y su productora Empire (fabricante en serie de productos B y Z para todos los gustos, aunque ya hablaremos de ellos) que contaba con que Re-Animator sería el pistoletazo de salida para su compañía.
    Y no se equivocaron, pues el film fue un bombazo importante en su día, hito del género. Mas o menos… uno de los hermanitos (no recuerdo ahora si Albert o Richard) plagió alegremente el tema principal de Psiscosis compuesto por Bernard Herrman para el presente filme, y tiraron para delante, con más bien poco presupuesto (solo hay un exterior en toda la peli, y es una foto fija).
    Jeffrey Combs (ídolo para mi, en la infancia) y David Gale fueron auténticos mitos de videoclub, y Barbara Crampton, una auténtica musa para freaks de todo el mundo, y admiradores de las rubias, en general.


    La historia es bien sencillita, seguro que todos la conocéis: Herbert West (léase Best en el doblaje), un brillante y chiflado estudiante de Medicina, se muda de Suiza a las Américas tras la muerte, en extrañas circunstancias, de su mentor. Juntos trabajaban en un suero fluorescente amarillento/verdoso que se supone, resucita el tejido vivo. Una vez matriculado en la escuela Miskatonic de Arkham (o Arján, como dicen en el doblaje castellano) conocerá y compartirá cuarto con su compañero de estudios, Dan Cain (Bruce Abbot, actor ochentero) a pesar de las reticencias de su novia Megan (Crampton). Además se ganará rápidamente la enemistad de un altivo y despreciable profesor plagiador de ideas, el doctor Hill, que no solo conoce métodos de hipnosis y control mental, sino que acabará decapitado y resucitado por querer robar el suero. Una vez el pobre hombre ha perdido la cabeza, sus acciones llegan a límites impresionantes, saliéndose bastante del juramento hipocrático. No tarda en liarse una ensalada de tripas, a merced de un ejército de zombis, cada cual más mutilado, a las órdenes de Hill, contra quienes nuestros héroes se enfrentarán.

    Las escenas míticas, los diálogos impagables y divertidísimos, y los toques de humor absolutamente negro, sobre todo en frases de mi adorado West, convierten este filme en una cita ineludible para cualquiera que se inicie en el cine dicharachero y charcutero de los ochenta, una de las primeras paradas, de hecho. Desde el principio, con el mentor de West poniéndose colorado hasta reventarle los ojos, y la frasecita “¡No, todo lo contrario! Yo le di la vida” (y después, los títulos de crédito alucinógenos con la música plagiada de Herrman) a los pequeños destellos de locura de West (la rotura de lápices en clase, sus ataques de maniático friki histérico, como durante el ataque del gato resucitado, excelente escena “¡Dan, cuidado!” y se descojona cual enfermo mental; las conversaciones entre West y la cabeza del doctor Hill son también impagables “¿Quién iba a creer a un decapitado? ¡Busque trabajo en el circo!”, y desde luego, la escenita del cunnilingus a la musa Crampton por parte de la cabeza del doctor Hill, una escena extraordinariamente enfermiza y célebre. Durante el estreno de la película, al cual asistió el actor David Gale con su novia, esta, al ver la escena, se largó del cine y cortó con él, según se cuenta en los audiocomentarios del Blu-Ray .

    Hubo dos secuelas. En Beyond of Re-Animator ni siquiera me voy a parar, está demasiado alejada de la franja temporal que representa este post, y me pareció muy malucha. La novia de Re-Animator estaba un poco mejor, pero era una serie B rozando la Z, carente de estos toques de brillantez que sí poseía la primera parte. Los dos científicos regresan a Arkham después de ser médicos de guerra, y allí West decide crear un ser humano a base de trozos, a lo Frankenstein. Para convencer a Dan, que parece un poco hasta las narices de estos sucios experimentos, le demuestra que va a poner en ese cuerpo el corazón de su amada y fallecida Megan. ¡Ridículo! ¿Con poner un corazón en el cuerpo ya va a ser la Megan de antes? ¿Los recuerdos, las experiencias de amores pasados, se guardan en el corazón? ¿Lo ha descubierto West científicamente?


    Finiquitadas las sagas de zombis principales, quiero reseñar unas cuantas películas sueltas muy representativas para la época, y empezaré con Muertos y enterrados, un film de 1981, dirigido por Gary Sherman y con un guión de O’Bannon y Shusett. Protagoniza James Farentino, y cuenta con caretos conocidos como secundarios, desde Jack Albertson a Lisa Blount o un joven Robert Englund pre-Freddy. Todo comienza en una playa. Un fotógrafo turista va haciendo fotografías de la costa, y en el pueblo costero de Potter’s Bluff se encuentra con una joven. Charlan un rato, y finalmente parece que se van a liar. Una vez la cosa se pone caliente, aparecen unos vagabundos que, junto con la chica, desfiguran y torturan brutalmente al hombre. Ese es el impactante inicio de la película.


    El sheriff (Farentino) tendrá que investigar estas extrañas muertes o desapariciones, pero le resulta complicado: los asesinados, sin motivo aparente, vuelven a la vida, sin desfiguraciones, y permaneciendo integrados en el pueblo, sin, al parecer, deseo alguno de marcharse… un vejete, el forense local, parece ser el responsable, o al menos, sabe más que nadie: está obsesionado con devolver a los fiambres mutilados su “belleza”… ¿y su vida?
    Se trata de una película melancólica, de inquietante banda sonora, centrada en una población que es en realidad, un microcosmos cerrado y brutal con los extraños que entren en ella. Un pueblecito, por cierto, que tiene ciertas semejanzas con Insmouth, o cualquier otra población maldita salida de la pluma de Lovecraft: pueblecito pesquero cerrado, de sospechosas prácticas entre sus residentes, hostil a los forasteros, con enormes caserones que datan de siglos atrás, algún libro prohibido de magia negra por en medio… sin duda, unos detalles muy sugestivos. Poco más puedo contar sobre el argumento sin contar demasiado, pero no quiero dejar sin reseñar la INOLVIDABLE actuación de Farentino como sheriff de esa población, que poco a poco comienza a sospechar que todos quienes le rodean (sus vecinos, sus amigos… ¿su mujer?) han cambiado y son otra cosa.

    Paso de puntillas sobre La serpiente y el arco iris, quizá por la discutibilidad de comentarla aquí: en plena era de los zombis de Romero, Craven se calza una historia de zombis vudú. Bill Pullman es un periodista que visita Haití con la esperanza de descubrir que hay de cierto en la leyenda de una sustancia indígena, usada en los rituales de vudú, que convierte a las personas en zombis… sus metidas de pico donde no le importa no serán bien recibidas por el jefe de policía, que decidirá darle su merecido. Creo que es la mejor de Craven tras Pesadilla...

    Fred Dekker. Un autor de serie B ochentera que se malogró brutalmente dirigiendo Robocop 3, cayendo en el más absoluto olvido. Su carrera empezó prometedora, con el guión de House, una casa alucinante, y dirigiendo dos joyas: Una pandilla Alucinante (ya hablaré largo y tendido sobre ella) y por supuesto, esta comedia zombiesca de Institutos americanos, babosas “ultracuerpos”, psycho killers, polis ochenteros, bailes de graduación… ¡tiene todo lo que un espectador de la época podía desear! El terror llama a tu puerta...
    La historia comienza con un prólogo en blanco y negro, imitando la típica película de ciencia ficción cincuentera: parejita en el coche besándose recatadamente, policía del barrio explicándoles que ha escapado un maníaco del manicomio, caída de un meteorito en las cercanías… de ahí pasamos a los ochenta.


    El Instituto Corman será el epicentro de los sucesos, donde una incursión al centro médico para robar cadáveres con el fin de gastar una novatada (típica y normal actividad de los estudiantes americanos adolescentes en los ochenta) desencadenará la aparición de unas babosas del espacio que se cuelan en los cuerpos humanos, convirtiéndolos en zombis. Con el baile de graduación bien cerquita, el contagio zombi se empieza a extender. Solo un policía, aquel que en los años cincuenta se encargó de hacer justicia con un psycho killer, sabrá lo que está pasando, y hará frente a los zombis junto con el prota (protagonista también de EL secreto de los fantasmas) y la “chica guapa” del Instituto, Chintya Cronenberg. Sí, la película está petada de referencias a directores de cine... Cronenberg, Corman... se pasean por el filme. el personaje de Atkins se apellida Cameron, y por ahí danzan otros dos policías, apellidados Landis y Raimi.

    Especial apetencia tengo por el personaje de Atkins, ese policía pasado de rosca que sabe dar malas noticias como nadie... chicas, tengo dos noticias. La buena es que vuestros chicos ya están aquí… la mala es que están muertos.


    En cuanto al Thriller, pues fue un puntazo en la época, el concepto de “videoclip” se desarrolló tal como lo conocemos y se llevó al máximo de sus posibilidades en esa década: un musical de zombis protagonizado por Michael Jackson, sin duda debió impactar. Yo la vi en vídeo (la editó Vestron Video, los mismos que editaron Re-Animator, entre otras, y la verdad es que tenía unos cuantos momentos que realmente, acojonaron a la chiquillería del momento. Yo recuerdo especialmente el final, justo antes de los títulos de crédito, los ojos amarillos con esa sonrisa… en su momento se me erizaron los pelos, os lo aseguro. No olvidemos que encima, dirige John Landis


    Aunque por los pelos, podemos mencionar la ciertamente serie B, bien resuelta y 100% ochentera: In-Natural, The Stuff. ¿No os suena? ¿Algo sobre un yogur adictivo que mata…? ¡Ah, ahora si!
    Dirigida por el incombustible Larry Cohen, protagonizada por un Michael Moriarty, chorreante de carisma, trata de un nuevo y revolucionario postre, el Stuff: barato, dietético, sabroso, etc… el postre más vendido y mejor publicitado de América. Un espía industrial con cara de lelo, pero más listo que el hambre, Rutherford (Moriarty) es contratado por una compañía rival de postres, para que descubra el secreto del Stuff y hunda la compañía. Con ayuda de una modelo que contribuyó a dar popularidad al postre, y un niño huido de casa porque su familia quería obligarle a comer Stuff a la fuerza, se irá infiltrando en el caso, dándose cuenta de que las irregularidades en torno al misterioso postre y su no menos misteriosa procedencia, no son simplemente un caso más de espionaje industrial o plagio de productos, sino una amenaza que no viene de fuera (dato curioso) sino de dentro de la misma Tierra, pues el Stuff brota del suelo en algunos lugares.



    Mil veces pasada por televisión, y editada en vídeo por una casa distribuidora rarísima (Video8) se trata de una película bastante popular de boca a boca, aunque muchos no supieran el título, todo el mundo sabía de que le hablabas, y la habían visto alguna vez “la película del yogur asesino”. Tiene Un buen puñado de escenas absolutamente míticas, sobre todo en su inicio, con ese supermercado lleno de Stuff, la familia del chico protagonista enloqueciendo conforme se hacen adictos (impagable el plano del padre sentado de noche en el sofá, comiendo Stuff y sonriendo a su hijo “El Stuff es bueno para nosotros… mata nuestras cosas malas”. Escalofriante. También son impagables las escenas en las que aparece Paul Sorvino, un militar chiflado que vive atrincherado en el campo con su ejército, y se une a Moriarty cuando este le dice que los fabricantes de Stuff son comunistas o la aparición del yogur en grandes cantidades, y sin duda, la escena en que cierto personaje se descubre que está poseído, y revela que el Stuff se te come por dentro. Sus consumidores acaban por convertirse en meras cáscaras, dirigidas por una mente-colmena que no es sino... el Stuff. Sin duda, toda la película es una alegoría en contra del consumismo, de comprar un producto simplemente porque está bien publicitado, y también una analogía sobre las drogas (de hecho, el final, totalmente irónico, muestra como el Stuff es metido de contrabando en Europa, como una droga más).


    Demons de Lamberto Bava. Indigno hijo de su padre, Demons y se secuela constituyen lo mejor de su filmografía. Más allá de eso, solo tiene películas absolutamente infames, auténticos bodrios que no valen ni siquiera para echarse las risas de rigor con la mayoría del cine fantástico italiano de los ochenta, y encima osó remakear una de mis películas favoritas, la obra maestra de su padre, La máscara del demonio, y lo hizo sin estilo alguno, ¡le salió como el culo! Como mucho, salvaría su ópera prima, Macabro...

    Pero este hombre tuvo su éxito, al menos económico y entre el público más dicharachero y menos exigente, con las dos partes de Demons. La idea es realmente buena: nosotros estamos viendo una película donde las potenciales víctimas somos nosotros, es decir, los espectadores de una película de terror en la sala de cine.

    No hay nada más, realmente. Un look cutre, unos personajes de cartón que están ahí porque si, y sobre todo, unas escenas gore realmente conseguidas y repugnantes, que son el punto fuerte del film: transformaciones repulsivas con dientes cayéndose y fluidos verdosos, inolvidables debido al asco que producen.



    No sé si hoy un producto así tendría cabida, demasiada sangre, demasiada repugnancia, es "gore sucio", en contrapunto al gore "limpio" y de diseño que impera hoy en las películas de cine fantástico. Lo bueno es que hasta un bodrio divertidillo como este SE VENDÍA MUY BIEN, con una publicidad excelente, carteles llamativos, frases pegadizas, marketing... (recuerdo un gran cartón con la forma del poster, en el videoclub... Bueno, el tema del marketing ochentero en los videoclubs da para otro post). Tuvo secuela, Demons 2 (pa que matarse a pensar otro título) que tenía lugar en un edificio de apartamentos donde se celebraba una fiesta, y los demonios entraban a través de la televisión, y poco a poco iban minando una fiesta que se celebraba en uno de los apartamentos.

    Comedia policia ochentera de zombis... solo con el nombre, algunos ya saben de que va Pero de eso va Estamos muertos, ¿o qué? sobre dos policías (Treat Williams y Joe Piscopo) que persiguen a una banda de atracadores de joyerías y bancos, que se hacen llamar "Toma el dinero y corre". Todos los tópicos están aquí: Williams es un tipo serio y formal, Piscopo, un matón chistoso en chaqueta de cuero (muy a lo Spike de Buffy, ahí lo dejo caer el superior de raza negra que los abronca, el antiguo amor de Williams que trabaja como forense...). Es precisamente ella la que les pone sobre la pista, y es que los dos últimos ladrones capturados y muertos durante un tiroteo, ya estaban muertos de antes, incluso con autopsia hecha Un par de caras conocidas del fantástico (Vincent Price, terriblemente desaprovechado, y Darren McGavin) y ya. Simpática.



    Icónica y ya en clave de comedia total es La noche del cometa, que ha devenido en culto. Un cometa pasa sobre la Tierra, y todos los que no se hallaban a cubierto bajo una determinada estructura de plomo, se han convertido en zombis. Dos repelentes hermanas urbanitas han sobrevivido, y junto con dos niños que rescatan, y un joven que también se ha salvado, huirán de los zombis, de alguna ocasional banda de saqueadores, y de una pandilla de científicos arribistas que quieren usar su sangre como reserva de plasma para el futuro.

    En verdad, no hay mucho más que contar. Los zombis apenas juegan un papel, están por estar. La película resulta imperdible para cualquier ochentero, aunque sea por los pelos, vestidos y demás aderezos de época

    Última edición por Charles Lee Ra; 23/06/2018 a las 19:04
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  5. #5
    Video Home System User Avatar de Charles Lee Ra
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    VI: El Diablo (y sus amigos): No me pondré al nivel de Cristóbal Colón cuando descubrió América, si digo que el cine “satánico/satanista” contemporáneo se inició en 1973 con El exorcista (aunque por supuesto, la suma iniciadora fue la obra maestra de Polanski al menos en cuanto a demonios y satanistas en la época moderna).

    El exorcista se vio rodeada de una campaña publicitaria que la infló mucho, sobre todo por sus extraños sucesos. Su enorme éxito, sin embargo, supuso la aparición de dos inevitables secuelas: El exorcista 2: El Hereje, y El exorcista III.
    El exorcista II, editada por Warner Home vídeo, la pude ver en televisión una noche de verano. Es una cinta fallida, por muchos motivos. El principal: querer hacer, al mismo tiempo, lo mismo, y algo diferente. Así, tenemos de nuevo a Reagan y una posesión de por medio, pero también tenemos el papel de la psicología, la ciencia y la tecnología, la hipnosis... en los pases de prueba, el hereje salió mal parada, siendo remontada para ser más comercial. Es una película sin más razón de ser que aprovechar un filón comercial. Y es una lástima, porque su director, John Boorman, tiene un gran sentido para las ideas visuales, y podía haber hecho virguerías si hubiera tenido un buen guión.

    Con un enfermo George C. Scott en el papel que en su día interpretase el memorable Lee J. Cobb, El exorcista III se basa en una novela del autor del original, William Peter Blatty, que además la dirige. Narra unos crímenes rituales que un policía identifica como los de un antiguo asesino, Géminis, al cual capturó, y de hecho, fue ejecutado… un extraño loco encerrado en un manicomio que parece dejado de la mano de Dios, volverá a meter al policía en un caso viejo y extraño, sucedido años atrás.
    Se trata de una película que logra superar a la primera secuela, amén de muchas de las imitaciones, gracias a que simplemente, no busca imitar la original, ni siquiera intenta igualar sus logros, solo ofrecer una correcta historia de suspense sobrenatural, sin redundar en la primera parte (nos salvamos del vómito de puré de guisantes) y con varios momentos que consiguen arrancarnos el sobresalto (especialmente en ese lóbrego manicomio).



    Otra propuesta, más contenida y apostando más por el suspense, fue La profecía, que devino en tres secuelas. La tercera de ella, El final de Damien, nos llegó en 1981. Contaba la historia del Anticristo en su edad adulta: tiene 32 años (a punto de cumplir la edad de Jesucristo cuando fue crucificado) y dirige su todopoderosa compañía, industrias Thorn, que como ya vimos en la anterior secuela, consigue todo su poder al convertir el hambre en el mundo en un negocio. Además, Damien ya empieza a moverse discreta pero fulgurantemente hacia el mundo de la política, como amigo personal del Presidente que es.
    La historia, por un lado, revela que unos monjes italianos han encontrado las siete dagas, lo único en la Tierra capaz de acabar con la vida del Anticristo, y se disponen a utilizarlas contra él, y por otro lado, conocemos a Damien gracias al punto de vista de una periodista inglesa que le conoce en una fiesta, e inicia un improbable romance con él, conociendo, poco a poco, todos los oscuros secretos que rodean a la carismática figura pública.


    Pese a tener cosas interesantes (el nacimiento del nuevo Mesías, los asesinatos de niños nacidos la misma noche, o la visión de esa masa humana compuesta por fanáticos del Anticristo) la película hace aguas por todas partes, y tiene un final que se carga los pocos logros que alcanza la película, demasiado precipitado y lo peor, incoherente con las reglas que las dos anteriores habían establecido.
    Sam Neill se convierte en un Anticristo frío y calculador, cuando quizá deberían haberle presentado como mucho más carismático y encantador; pese a eso, las conversaciones de Neill con su “padre” junto a un crucifijo están plagadas de diálogos que se notan mínimamente trabajados. Por cierto que aquí volvemos a tener un chucho vagabundo como ejecutor de las muertes de quienes se interponen en la ascensión de Damien.

    No olvidar nunca esa pequeña joya de posesión sexual que es El ente, de Sidney J. Furie. Director de Superman IV: En busca de la paz, dato más que suficiente para alejar a muchos de la filmografía de este hombre. Craso error, pues El ente es una de las películas más extrañas, sugerentes y angustiosas de los ochenta. Además, supuestamente basada en hechos reales, toma ya. Barbara Hershey encarna un tour de force contra una criatura a la que no puede ver, con la que no puede comunicarse, y de la que, lo único que sabe, es que goza haciéndola sufrir. Se me ocurren pocos planteamientos más estresantes: al menos cuando hablamos de posesión satánica, parafraseando a los cazafantasmas "usted sabe a quien llamar", pero aquí, Hersey se enfrenta a un ente incognoscible, incomprensible.


    Barbara Hershey le da su maravilloso arte ante las cámaras al personaje de Carla Moran, madre de varios hijos, sin nada que la distinga de miles de mujeres, hasta que una noche, sufre una brutal violación, por parte de… nadie. Un extraño ente invisible la viola con brutalidad, de forma imprevista, al principio cuando está sola, luego, sin importarle si hay testigos. La mujer acude al departamento de psiquiatría de un hospital, donde son incapaces de resolver su problema, y le aconsejan que visite el departamento de parapsicología, donde la intentarán asistir.
    Las imágenes finales (supuestamente “diseñadas” a partir de fotografías reales del suceso) lo dejan todo bastante abierto, sin un final claro, ni mucho menos satisfactorio. No os podréis ir a dormir tranquilos.


    Nunca nadie que haya visto El corazón del ángel la puede olvidar. Una película turbadora en extremo, llena de imágenes crudas y explícitas de violencia, sangre, sexo. Y todo ello contribuye, si, pero no es lo más inquietante. En general, es una película que consigue crear un ambiente, una atmósfera, que en los minutos finales se acerca mucho a una auténtica pesadilla.
    Harry Angel (un Rourke que me hace llorarle por lo que nos perdimos, aquí se ve que tenía verdadero talento) es un detective de mala muerte que sobrevive a malas penas en las frías calles de Nueva York de los años cincuenta. Le llega un caso que en principio parece rutinario, encontrar a un añejo cantante de jazz, Johnny Favourite, que durante la guerra, quedó herido en la cara y en la cabeza, y se supone que ahora está irreconocible y amnésico. El cliente, Louis Cypher, es un hombre refinado y adinerado (Robert DeNiro, magníficamente contenido) que contrata a Angel por razones que el detective no tiene muy claras, pues él es un don nadie, y cuyos jueguecitos de tericia con su bastón, o su manera escalofriante de pelar un huevo, dejan ver a las claras que no se trata de un hombre normal, ni mucho menos.

    El personaje de Angel comienza su investigación a Nueva York, pero se traslada a Nueva Orleáns, una tierra pegajosa, húmeda y calurosa donde entrará en contacto con gentes dispares, desde una médium de clase alta (Charlotte Rampling, que guapa sale esta chica siempre) a una joven madre soltera que practica sospechosos ritos de vudú (Lisa Bonet.
    La investigación no parece ir a ninguna parte, pero Angel sospecha que está cerca, pues todo aquel al que interroga aparece después asesinado, de forma realmente sangrienta.
    Sin duda lo mejor de la película es su atmósfera, conseguida gracias a una simbología que satura el film: ascensores que bajan, ventiladores que se paran y comienzan a girar en sentido contrario (auténticos presagios de la llegada del Mal) crucifijos, estrellas de cinco puntas, monjas negras vestidas de blanco, Biblias, y una banda sonora que parece susurrar constantemente el nombre del protagonista, nos van metiendo en la investigación, en ese mundo retorcido y malsano donde nadie es inocente, parece que todos hayan vendido su alma al Diablo…


    Mucho más vulgar me parece Las brujas de Eastwick, película trufada de buenas ideas, buen reparto y potencia visual, y que a pesar de todo, nunca he logrado soportar entera. Susan Sarandon, Cher, y Michelle Pfeiffer son tres mujeres solteras o divorciadas, que están cansadas de que todos los hombres de su victoriano e hipócrita pueblo se “pasen” con ellas. Una noche de alcohol y charlas convocan al hombre perfecto, desconociendo que tienen cierto poder… al día siguiente aparece un hombre nuevo en el pueblo, un tipo cuyo nombre todos olvidan (Darryl Van Horne) que será, en realidad, la respuesta a sus oraciones… y a sus pesadillas.

    Comedia indefinida con toques de sátira, en ningún momento pretende ser película de terror (y si Miller lo pretendía, fracasó de plano) donde Jack Nicholson se presenta para ofrecer su registro más sobreactuado, quizá preparándose para interpretar al Joker. Su personaje en ningún momento parece el Diablo, nunca tenemos la sensación de la presencia del Mal, solo, como él mismo se define, “un diablillo cachondo y normal”, un monstruo guasón con capacidad de dar a las mujeres lo que estas buscan… al menos, al principio de sus relaciones.
    Su comportamiento, abiertamente descarado, vulgar y ofensivo para con las tres damas a las que, a pesar de todo, seduce, es repulsivo. Su conocimiento de las insatisfechas y aburridas vidas del trío es casi lo mejor, así como las seducciones por separado, como la de Cher, donde tras almorzar, la seduce exponiéndole lo poco que le espera si vuelve a casa, lo vacío de su vida, donde ya nadie la necesita ni la está esperando. Probablemente ese monólogo sea lo mejor de la película.


    Y no es solo Nicholson el único en sobreactuar. La vecina reprimida e histérica interpretada por Verónica Cartwright se hace verdaderamente insoportable, aunque tengo que confesar que me eché unas risas con su aparición en la iglesia, totalmente desbocada y neurótica, y su charla loca: “¿Pero no lo ves? ¿Sabes lo que hay en esa casa? ¡Vicio! ¡Perversión! ¡Y desvergüenza! Drogas..., luego vendrán los crímenes, las violaciones, los incestos, los afrodisíacos, los consoladores, el coito anal! ¡Escuchame por favor, no tengo nada en contra de un buen polvo, pero aquí hay un peligro y hay que pararlo...

    Tampoco puedo dejar de reseñar esa grata y desconocida curiosidad que es
    Mister Frost
    : una coproducción entre Francia y el Reino Unido con Jeff Goldblum, Alan Bates y Kathy Baker.
    Dos jóvenes ladrones acuden a robar a una casa de campo, pero en el garaje hallan un cadáver. Pocos días después, la policía acude a la casa para investigar sobre dicho cadáver, y el inspector Detweiler (Bates) encuentra al dueño, Mister Frost, un solitario excéntrico que ocupa su tiempo en hacer pasteles y otros postres para tras fotografiarlos, tirarlos a la basura. Durante la entrevista, Frost confiesa con enorme calma haber asesinado y enterrado a varias personas. Detenido, se encuentran multitud de cadáveres torturados hasta la muerte enterrados en su finca, y Frost es enviado a un sanatorio mental.


    Varios años después, Frost es trasladado a un manicomio en Europa. Ha pasado ya por varios, y no solo no ha pronunciado ni una sola palabra en ese tiempo, sino que además, nadie ha logrado averiguar quien es: ni su nombre de pila, su nacionalidad, ni un solo dato de su biografía. En la práctica, es como si no existiera. En el hospital, Frost habla al fin, con la doctora Day (Baker) a la que elige para una peculiar confrontación: Frost le explica que en realidad, es el Diablo en persona, y que ha acudido allí porque el mundo no cree en él, pero lo harán si consigue convencer a la ciencia (a la doctora Day) de que es el Diablo, y así la gente volverá a creer. En resumen, se libra una batalla entre ciencia y fe, con interesantes y alargadas conversaciones entre Goldblum y su psiquiatra, mientras se suceden distintos sucesos extraños en el entorno de la doctora, y Frost se dedica a hacer milagritos…

    Se trata de una película muy alejada de otras muestras americanas del subgénero: tranquila, pausada, de música melancólica, sin apenas acción, todo girando en torno a tres personajes: un posible esquizofrénico paranoico que también (podría ser) el Diablo en persona; una psiquiatra moderna, de ideas progresistas, cuya vida está anclada en la ciencia, y un policía retirado y atormentado, obsesionado por los crímenes de Frost, el cual, está convencido, es el mismísimo Diablo.
    El diablo interpretado por Goldblum es un hombre que ha cometido actos de enorme violencia (tortura de niños incluída) pero nosotros nunca lo vemos cometer ni un solo acto de violencia en el filme. En cambio, son interesantísimos sus monólogos sobre el porqué ha decidido “subir a la Tierra”, porque el hombre ha perdido su capacidad para la imaginación, para la fe. Como dice, ya nadie cree en el Diablo, ya nadie le vende su alma como antaño.

    Tampoco quiero pasar por alto la película de uno de mis directores favoritos: El príncipe de las tinieblas, de John Carpenter. Una película realmente extraña donde no llegamos a ver al Diablo (para el cual, se da explicación científica) pero si asistimos a su intento para retornar a nuestro plano de existencia.
    Un sacerdote sin nombre (Donald Pleaseance) descubre, tras la muerte de un compañero que hacía voto de silencio, un cofrecito con una llave. La llave abre el sótano de una iglesia abandonada donde hay un enorme frasco que contiene un sospechoso líquido verde en ebullición, y un libro antiguo que presenta fórmulas matemáticas todavía sin inventar en la época en que se escribió. Requerirá la ayuda de un reputado científico (Victor Wong) y un grupo de estudiantes y especialistas, para pasar un fin de semana en la iglesia e investigar el fenómeno.
    Una vez allí, descifrar el misterioso libro no será fácil (mezcla de varios idiomas y de ecuaciones matemáticas avanzadísimas) pero conforme lo hagan, descubrirán una terrible realidad: Dios y el Diablo presuntamente existen, si bien son fuerzas que habitan regiones paralelas. Dios envió a Jesucristo (que era un extraterrestre en forma humana) a vencer a Satán hace dos mil años, y aunque no logró matarlo, pudo expulsarlo a otra dimensión, pero ahora quiere retornar… el líquido verde convierte a quienes lo tragan en zombis al servicio de Satanás, y una de las científicas comienza a convertirse en otra cosa (en realidad, el Anticristo) mientras unos vagabundos sospechosos y amenazadores, liderados por Alice Cooper, asesinan a todo aquel que trata de escapar de la Iglesia.


    Pese a que le sobran ciertos toques de humor para matar la tensión, provenientes del personaje de Dennis Dun, se trata de una película menor, pero en absoluto fallida del señor Carpenter, que consigue transmitir muy bien la tensión, en el énésimo encierro en situación desesperada de su filmografía. La alianza entre la ciencia y la fe, quizás y solo quizás, puede detener el advenimiento de Satanás, que está por llegar en la vieja y derruida iglesia.
    Por si esa extraña sinopsis anterior, repleta de alucinógenos sucesos, no fuera suficiente, tenemos además un elemento más que sumar a la olla, muy interesante: esos sueños que los protagonistas van teniendo, donde una figura sombría les advierte lo que va a suceder, y que resultan ser grabaciones enviadas por los desesperados seres humanos del año 1999, que viven bajo el dominio del mismísimo Diablo.
    Las muertes, siempre con el toque de violencia (sin llegar al gore) son bastante macabras, alguna con un toque de erotismo, y son curiosos todos los elementos que usa el Mal en su batalla (los vagabundos siniestros, los zombis, o los insectos que se multiplican poco a poco en torno a la iglesia) así como los jueguecitos con los espejos, que los protagonistas saben, son las mismísimas puertas por las que se accede al Infierno, y sobre todo, el final (aunque es una característica muy típica de Carpenter, sus enormes finales).

    En cuanto a brujos y brujería, hubo algunos subproductos telefilmescos que no voy a reseñar, pero empezaré con el díptico (en los noventa, trilogía) de Warlock el Brujo.
    La primera parte es una historia correcta, a ratos aséptica hasta aburrir, a ratos muy interesante, que se limita a cambiar el mundo futurista post apocalíptico por el pasado, cuando los hombres eran condenados y ejecutados por brujería, pero en esencia, la película es un plagio de Terminator, de Cameron. Dirigida por Steve Miner, cuenta la historia de un brujo, (esto es, warlock, que los dobladores usarán como nombre propio ), que por sus maldades al servicio de Satán, es condenado a morir ejecutado en el siglo XVII, pero logra escapar por un portal temporal. En el último momento, el inquisidor que le dio caza se percata de lo sucedido y va tras él. Llegan a los años ochenta, donde Warlock tiene que buscar las partes separadas de un Grimorio que, si es unido, revela el auténtico nombre de Satán, y si este es pronunciado aunque solo sea una vez, provocará el Apocalipsis. El inquisidor, por su parte, se une a una muchacha superficial, en cuya casa Warlock roba una de las partes del libro, echando a la chica una maldición para que envejezca veinte años cada día. Los dos se unen para detener la maldición e impedir que Warlock se haga con el libro completo.


    Sin duda hay cosas interesantes como que a los brujos les repela la sal, y que no puedan siquiera pisar suelo sagrado, además en su presencia las llamas se apagan, la leche se corta, etc, Las prácticas de Warlock para encontrar el libro son más bien explícitas: se presenta a una médium farsante y le da el nombre de alguien para que lo invoque “es como un padre para mi”. La farsante FINGE ser ese pariente, pero a los pocos segundos se convierte en una bestia, pues Warlock ha invocado a Satán: este le dice que los ojos de la médium le guiarían en su búsqueda, para lo cual tendrá que arrancárselos…

    La última película de brujos que quiero reseñar es Los creyentes, de John Schlesinger, con Martin Sheen, Helen Shaver, Robert Logia y Richard Masur. En esa película, Sheen interpretaba Cal Jameson, un psiquiatra que trataba policías con traumas, vive con su hijo pequeño y ha enviudado recientemente.

    Un día, descubre a un policía que obsesionado con rituales de vudú que ha estado investigando, en los cuales se sacrifica a niños, huye del hospital donde estaba internado. Más tarde, quedan en un bar, pero de pronto el policía se pone a gritar, diciendo que tiene culebras en el estómago, y se suicida con un brutal harakiri. El jefe de policía (Logia) muestra a Cal que la autopsia ha revelado culebras vivas en el estómago del policía. Poco a poco, el psiquiatra comienza s sospechar que una serie de hombres poderosos e influyentes de la ciudad han formado un grupo secreto que obtiene poder vudú para enriquecerse y destruir a sus enemigos, aunque eso si, el precio por entrar en la secta es el sacrificio del hijo primogénito… conforme Cal se acerca a la secta, comienza a sospechar que sus miembros le conocen a él, y que además, pretenden incluirle en su grupo…
    La película tiene momentos realmente acojonantes, casi siempre protagonizados por el enorme haitiano de ojos de cristal que se ocupa de llevar a cabo las maldiciones y demás ritos, y es inolvidable el momento en que se pone a bailar como loco durante una fiesta, con esos ojos tan alucinados, o su primera aparición en un aeropuerto, donde "convence" a un agente de aduanas, para no tener que abrir su maleta (que resulta estar llena de dardos, venenos y dagas ceremoniales).


    También es elogiable el personaje de Jimmy Smits, el inolvidable policía atormentado y acosado, practicante de la inofensiva santería, que sabe perfectamente que está siendo maldecido por una secta tan poderosa que sus dioses particulares no pueden defenderle. Su enloquecida muerte en el bar, gritando "¡Culebras!" una y otra vez, confieso que me aterrorizó bastante en su momento.
    Por lo demás, se trata de una película de suspense sobrenatural con toques inquietantes, hoy bastante olvidada, me temo, y es una pena, porque dentro de su modestia, es de lo mejorcito en los ochenta, en cuanto a cine fantástico sin demasiadas pretensiones.

    Reposeída, es una comedia de finales de los ochenta, donde se parodia la famosa película de Friedkin... ¡antes de que lo hiciera Scary Movie! Leslie Nielsen se pone la sotana que calzase en su día el honorable Max Von Sydow, y Linda Blair (que sin duda, debe tener un sentido del humor a prueba de bombas) se vuelve a cubrir la piel de porquería.
    Aunque cambian los nombres, quizá por hacer un distanciamiento humorístico, quizá (probablemente) por problemas de derechos, la historia es la misma: Blair es ahora Nancy Aglet, que tras sufrir un brutal exorcismo cuando era niña, ha llevado una vida normal, se ha casado y ha tenido dos hijos. Ahora, Satán vuelve a apoderarse de su cuerpo, y un párroco local, el padre Luke, es demandado para asistirla, pero Luke ha perdido la fe en Dios, y tras investigar, acude al padre Meyiah (Nielsen) que no murió durante el primer exorcismo, solo sufrió un infarto. Ahora, débil viejo y desentrenado, Meyiah declina exorcizar a Nancy, pero cuando un matrimonio de hipócritas telepredicadores decidan "exorcizar" a Nancy y televisarlo de paso, para ganar más dinero, Meyiah tendrá que levantarse de su sila para salvar el alma de Nancy una vez más, devolver a Satán al Infierno, y ridiculizar el mayor número de escenas del film original posibles...


    A ratos divertida, a ratos tan ridícula y mala que se hace más divertida todavía, se trata de un film bien flojo pero que a la vez, es una comedia voluntaria que se convierte, por su estupidez, en comedia absurda involuntaria, auténtico goce para el espectador desprejuiciado.

    Frank LaLoggia es un director que tiene una correcta y sensible historia de suspense y fantasmas, El misterio de la dama blanca, pero también tiene en su filmografía una de las peores películas de los ochenta: Lucifer. La vi hace mucho (y no pienso repetir, y para que yo diga eso...) pero intentaré reproducir su descacharrante argumento para vosotros: Dios envía a sus ángeles a la Tierra a combatir a Satán, reencarnados en seres humanos, con tan buena fortuna que matan a Satán, aunque este se reencarna en un niño recién nacido. De adolescente, el niño es Carrie en versión masculina, vamos, que se lleva collejas para desayunar, comer y cenar. Los matoncetes de clase, tan pronto le desparraman los libros por el suelo mediante la zancadilla de rigor, o uno de ellos le mete un morreo en toda regla en medio de la ducha masculina

    El acoso continúa hasta que el nene, que recordemos, no es ya hijo de Satán, sino Satán en persona, se cabrea y comienza a masacrar gente, coincidiendo el momento con que cumple dieciocho años. Pero MALA. FX cutres, y matanzas increíbles, estamos ante un pestiño del quince que merece verse (es un decir, no me vayan a acusar de promover el suicidio en masa) por lo remala y cutre que es.

    Última edición por Charles Lee Ra; 23/06/2018 a las 19:43
    tomaszapa, Trek, Frank Zito y 8 usuarios han agradecido esto.

  6. #6
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Que grande eres, ¡Charles!

    ¡Bravo!
    Charles Lee Ra y Alex Fletcher han agradecido esto.

  7. #7
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Pedazo post .

    Muchas de las que citas no las he visto: otras las tengo pendientes. En general, estoy bastante de acuerdo con todo lo que dices al principio: el capitalismo salvaje, el crimen que era una lacra en la mayor parte de las ciudades occidentales de la época, el terrorismo internacional que empezaba a asomar la pata, el Sida que acaparaba titulares... En general, no me suele gustar demasiado el tipo de cine de terror que se hacía en los ochenta, demasiado loco con máscara, demasiado cenutrio haciendo el mangluba, demasiada casquería y demasiado adolescente destripado. Creo que en general, el terror explotó poco los miedos de la sociedad de la época, como por ejemplo el sida (¿por qué no se hizo ninguna película de Drácula con el sida como trasfondo, o con adicciones de drogas..? Después de todo, el Drácula original de Stoker contenía muchas alusiones a la sífilis y a una sexualidad prohibida y exuberante...). Pienso que en otro tipo de cine fantástico, como pudiera ser RoboCop, o Batman, sí se plasmaron mejor (supongo que hablarás de la ciencia-ficción y los superhéroes ¿no? aunque para mí, los dos Batmanes de Burton, ya metido en los noventa el segundo, son más cintas de terror sobre inadaptados sociales y gente dominada por la angustia de vivir que de justicieros en mallas). O Alien, donde se ha visto una metáfora clarísima del cáncer. Siempre me ha extrañado que en los años 80 hubiera tan pocas películas de Drácula dignas de mención. Otros mitos del terror gótico (género que no estaba de moda entonces, hubo que esperar a que Coppola trajera de vuelta a Drácula, y después Branagh hiciera lo mismo con Frankenstein, y Frears con el Dr. Jekyll) sí recibieron cierto tratamiento en el cine de esos años, como es el caso de Frankenstein (me viene a la mente la infravalorada La prometida, de Frank Roddam, y por supuesto cintas como Blade Runner o Robo Cop, más fieles al espíritu del mito que a la forma) y el Fantasma de la Ópera ( sin duda por influencia del musical, que se acababa de estrenar; tanto en su versión más tenebrosa y sanguinaria, a cargo de Dwight H. Little como en una vertiente más ligera y romántica, por parte de Tony Richardson).
    Frank Zito, Charles Lee Ra y Alex Fletcher han agradecido esto.
    "People believe my folderol because I wear a turban and a black tuxedo [...] We're in show biz! It's all about razzle-dazzle. Appearances. If you dress nice and talk well, people will swallow anything."

    "Waving the flag with one hand and picking pockets with the other: that's your patriotism. Well, you can have it." Alfred Hitchcock's Notorious.


    "Haven't you any friends your age?-They bore me.-Why?-All they think about is Superman, cowboys..." Charles Chaplin's A King in New York.

  8. #8
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Cita Iniciado por Charles Lee Ra Ver mensaje
    Icónica y ya en clave de comedia total es La noche del cometa, que ha devenido en culto. Un cometa pasa sobre la Tierra, y todos los que no se hallaban a cubierto bajo una determinada estructura de plomo, se han convertido en zombis. Dos repelentes hermanas urbanitas han sobrevivido, y junto con dos niños que rescatan, y un joven que también se ha salvado, huirán de los zombis, de alguna ocasional banda de saqueadores, y de una pandilla de científicos arribistas que quieren usar su sangre como reserva de plasma para el futuro.


    ¡La de veces que la vi en VHS! ¡Qué morbo Catherine Mary Stewart!

  9. #9
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    Predeterminado Re: El GRAN Post del Cine de los 80

    Cita Iniciado por Charles Lee Ra Ver mensaje


    Icónica y ya en clave de comedia total es La noche del cometa, que ha devenido en culto. Un cometa pasa sobre la Tierra, y todos los que no se hallaban a cubierto bajo una determinada estructura de plomo, se han convertido en zombis. Dos repelentes hermanas urbanitas han sobrevivido, y junto con dos niños que rescatan, y un joven que también se ha salvado, huirán de los zombis, de alguna ocasional banda de saqueadores, y de una pandilla de científicos arribistas que quieren usar su sangre como reserva de plasma para el futuro.

    En verdad, no hay mucho más que contar. Los zombis apenas juegan un papel, están por estar. La película resulta imperdible para cualquier ochentero, aunque sea por los pelos, vestidos y demás aderezos de época

    Influencia importante en el de mi firma para la creación de Buffy
    Charles Lee Ra ha agradecido esto.
    Bottom line is, even if you see 'em coming, you're not ready
    for the big moments.No one asks for their life to change, not really. But it
    does.So what are we, helpless? Puppets? No. The big moments are
    gonna come. You can't help that. It's what you do afterwards that
    counts. That's when you find out who you are. You'll see what I mean.

    Whistler (Buffy The Vampire Slayer - 2x21 Becoming, Part One - Joss Whedon)

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