Ha afirmado Shyamalan que ha pretendido dirigir El incidente como una serie B fantástica propia de los 50. Y en efecto, uno puede observar cómo los personajes (sus comportamientos, sus actitudes, sus diálogos) se mueven en el terreno de una manifiesta ingenuidad, incluso de una inocencia desconcertante que no puede ser sino voluntaria. La definición de los mismos y la interpretación de los actores, todo muy funcional, hacen pensar en otros tiempos en donde el cine aún conservaba, visto desde la perspectiva de hoy, una candidez aparente.
Pero no sólo en términos de personajes se produce el desquiciante anacronismo llevado a la exageración, al delirio. Además, el caos autodestructivo del ser humano provocado por un algo intangible simboliza, con evidente trazo grueso, el efecto pernicioso que causa la humanidad sobre el entorno. Es más: el romanticismo de Shyamalan, tan repipi, azucarado y rosa, se presenta como la clave de la cuestión, así como la toma de conciencia y la redención. Es decir: como si el director y guionista viviese en un mundo aparte con el tiempo detenido.
Por lo tanto, El incidente debe ser vista y analizada desde el prisma de que nos enfrentamos a una película muy consciente de su condición demodé y que no se toma en serio a sí misma. Que abarque cuestiones ecológicas (la naturaleza agredida-agresora), sociopolíticas (la asociación en grupos reducidos en busca de la supervivencia), científicas (el intento de explicar racionalmente lo inexplicable) o puramente humanas (los sentimientos, la comunicación, la sinceridad, el compromiso, el sacrificio…) no conlleva la alta trascendencia, sino un mensaje crítico y moral que perfectamente se podría haber mostrado igual hace 50 o 60 años.
Si la última y muy sorprendente película del director de El bosque resulta deudora de la serie B clásica, no es menos cierto que el referente de Hitchcock está también presente con fuerza principalmente en una parte inicial que remite a Los pájaros. En la amenaza que se cierne sobre los personajes domina la creación del suspense y una puesta en escena contenida pero brillante: el estremecedor suicidio colectivo de los obreros o la pistola usada por sucesivos personajes sin cortes. Estos detalles de brutalidad y crueldad, cuya cima es la visita de los protagonistas a una casa habitada por gente desconocida y armada hasta los dientes, contrastan con la candidez y la ingenuidad que se extienden por el conjunto como antes hemos apuntado.
En cualquier caso y según lo expuesto, El incidente funciona, por encima de todo, como ejercicio de homenaje nostálgico a pies juntillas. Fuera de ello, es muy probable que la cinta decepcione y hasta irrite porque, no nos engañemos, a estas alturas del partido el pescado ya está vendido y una obra de estas características (más suicida aún que la fallida La joven del agua) huele a rancia naftalina (y para más inri se regodea en ello: ojo al pre-epílogo).
Una película, en fin, muy difícil de clasificar y de valorar. Extraña de narices, sí, pero arriesgada y estimulante.