Recesión. La temible palabra está en boca de todos. No pasa una semana sin que alguien ponga fecha a la próxima crisis económica. La mayoría de los analistas prefieren utilizar un eufemismo tranquilizador: no habrá tal recesión, sino que a partir del 2008 se notarán los efectos de una cierta ralentización en las principales economías. Sin embargo, más allá del uso retórico que cada cuál pretenda darle, parece que todos manejan un mismo escenario. Sin que sirva de precedente, fue Alan Greenspan, el histórico responsable de la Reserva Federal norteamericana hoy jubilado, quien habló con la mayor claridad. Dijo que existía el riesgo de que EEUU se adentre en la crisis antes de lo previsto. Sus palabras provocaron un auténtico cataclismo mediático, y supusieron la señal de salida de la Renta Variable. Hoy, Greenspan insiste en qué EEUU tiene una probabilidad no desdeñable de entrar en recesión a finales de 2007, antes de lo previsto.
Las palabras Greenspan coincidieron con otro acontecimiento financiero de alcance. El Banco de Japón cedió a las presiones internacionales y aceptó subir los tipos de interés. Tras demorar casi un año la decisión, Japón pone fin a la era del tipo 0 a pesar de no estar nada claro que haya finalizado la temible deflación. La razón principal hay que buscarla en la paridad del Yen. Desde que se empezó a rumorear que los tipos volverían a subir, la moneda nipona se ha devaluado un 15% agravando todos los desequilibrios. Ahora, además, se suman a la propia presión que ejerce la economía china con un Yuan extremadamente débil. El gran pacto entre las economías de EEUU y Asia, que puede definirse como “Mercados a cambio de financiación”, no da más de sí. La Reserva Federal quiere que China y Japón encarezcan sus monedas para aliviar el déficit comercial americano, y no está claro que estás puedan. En cualquier caso, la combinación inevitable de una subida de tipos en Japón, con una revalorización de su moneda, puede originar un verdadero terremoto financiero en todas las plazas bursátiles. Una a una se van cerrando todas las puertas: ¿Dónde puede ir el dinero cuando no queda ningún sitio donde ir?
El fenómeno ha sido bautizado como “carry-trader”. No es nuevo, aunque si ha sido popularizado hace poco tiempo. Consiste en la adquisición de préstamos baratos en yenes, a tipo 0, para invertir después en monedas y mercados de mayor rendimiento, básicamente en el euro, dólar y en la libra esterlina. Es una de las causas de la extrema debilidad de la moneda nipona. En la práctica, Japón y ahora China están exportando deflación económica a todo el mundo, a la vez que dispara el precio de cualquier activo, especialmente inmobiliario. La volatilidad en los mercados cambiarios puede agravarse notablemente en caso de que suban los tipos japoneses, por el enorme caudal de moneda japonesa involucrada en las operaciones. Los expertos calculan que circula en todo el sistema financiero el equivalente a 200/250 mil millones de dólares. La situación creada podría resumirse del siguiente modo: si los tipos en Japón no suben, seguirá creciendo la burbuja inmobiliaria en todo el mundo y bajando los sueldos reales por la importación de deflación asiática, con tipos de interés a largo plazo más baratos que a corto. Y si los tipos suben, se reajustarán muchos desequilibrios comerciales, pero será inevitable una fuerte corrección en los distintos mercados, inmobiliarios y financieros.