Ventajistas y desmemoriados
Sólo era cuestión de tiempo que reapareciera el fantasma de la conspiración arbitral en favor del Athletic. Lo contrario era prácticamente imposible habida cuenta del valor incalculable que, en el mercado del fútbol, alcanzan las buenas excusas. Una excusa de calidad que le sirva a uno para ocultar sus meteduras de pata y, de paso, le proteja de las críticas es oro molido en el mundillo del balón, abarrotado como está de ventajistas, desmemoriados y supervivientes profesionales. En fin, que a nadie puede extrañarle que un entrenador lleno de ínfulas -
una especie de Mourinho sin títulos y en versión 'lolailo'- que se pasa de listo y hace una pifia que puede costarle la Liga se ponga hecho un basilisco y se abrace a
la gran excusa que tenía a mano.
Siendo
lamentable, la reacción de Quique Sánchez Flores
tiene su triste lógica, como la tiene la de otros técnicos, consejeros y directivos de equipos rivales del Athletic en la lucha por la permanencia que no han perdido un segundo en subirse al carro de la conspiración. Lo cierto es que no podía esperarse otra cosa de ellos. Y mucho menos después de que trascendiera la conversación entre Mejuto y Etxeberria en el túnel de vestuarios de San Mamés. Para cualquier persona normal, el comentario de Mejuto, por inoportuno y raro de ver que fuera, no pasó de ser un mensaje de ánimo, como quien desea a un enfermo su pronto restablecimiento. Sin embargo, para determinados periodistas, entrenadores y directivos fue mucho más. Lástima que no se atrevan a expresarlo de un modo más explícito porque de su reacción indignada sólo puede concluirse que esa conversación entre Mejuto y Etxeberria es la prueba irrefutable de que el árbitro asturiano es un prevaricador, de que el Athletic-Valencia estaba amañado y la Liga adulterada para que el Athletic continúe en Primera. Ni más ni menos.
Pero así está el patio y hay que resignarse, como
ya sucedió la pasada temporada. También entonces se levantaron muchas voces airadas denunciando favores arbitrales al Athletic -la larga mano de Villar, ya se sabe-, y no hubo forma de acallarlas ni siquiera tras la actuación estelar de Megía Dávila en San Mamés, allá por la jornada 27. Seguro que la recuerdan porque Mejía es uno de esos hombres que dejan huella y hay angustias que no se terminan de olvidar. El Athletic, hundido en el puesto decimonoveno, se enfrentaba al Cádiz, un rival directo. Era un partido a vida o muerte. Pues bien, aplicando estrictamente las consignas incluidas en la campaña 'Pro Athletic en Primera', maquinada por la FEF y el Comité Nacional de Árbitros,
el colegiado cántabro expulsó por doble amarilla a Amorebieta al cuarto de hora,
volvió locos a los rojiblancos durante los 90 minutos y redondeó su faena mandando repetir en el tiempo de descuento el penalti que daba la victoria al conjunto de Clemente.
No hace falta decir que los voceros de la conspiración miraron aquel día hacia otro lado, como lo hacen ahora cada vez que se les recuerda, con estadísticas en la mano, que el Athletic dista mucho de ser un equipo mimado por los árbitros y por los estamentos federativos. Es más, de un tiempo a esta parte, la realidad viene a ser la contraria:
al Athletic cada vez se le trata como a un equipo más pequeño. Los árbitros pocas veces le son benevolentes y
la FEF acostumbra a aplicarle los peores raseros. De ahí, por ejemplo, que
Gurpegui esté pagando la sanción más dura que se ha visto en el fútbol europeo, que
en toda la temporada no haya prosperado ni uno solo de los recursos presentados por el club bilbaíno o que
al Athletic femenino le acaben de arrebatar en los despachos tres puntos que pueden suponerle el título de Liga. ¿Pero desde cuándo la realidad puede arruinar el prejuicio bien arraigado de un obtuso o la buena excusa de un ventajista?