Cita:
EL NUEVO MUNDO
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Digerido por MALABESTA
SI POR ALGO DESTACA TERRENCE MALICK es por haber hecho suyo el dicho de “Ars longa, vita brevis”, especialmente en lo que a longitud se refiere. Para las dos horas y media de “El nuevo mundo”, unas ciento cincuenta fueron rodadas; probablemente el material que se ha quedado en la sala de montaje será añadido, como ya es habitual, a la “edición del director” en DVD, que en este caso vendrá acompañada de una carretilla promocional para poder cargar con los discos.
La película narra el primer contacto de los colonos ingleses que llegaron a América dispuestos a establecerse en Virginia y los nativos que allí habitaban (los indios powhatan). En lugar de centrarse en el típico tópico de ingleses decadentes que destruyen el idílico modo de vida local, en contacto y armonía con la naturaleza, la película tiene el (único) acierto de tomar una posición equidistante: los indios son bárbaros primitivos y crueles y los primeros colonos son la escoria de la sociedad inglesa, corruptos, violentos y avariciosos (en contraste con las sucesivas oleadas, presentadas como gente civilizada y por lo general bondadosa). Entre éstos está el capitán John Smith (Colin Farrell), que es enviado como embajador a los nativos para intentar conseguir víveres. Tras asesinar a su expedición, el jefe de los indios powhatan (August Schellemberg) captura a Smith con intención de ejecutarlo también, pero es salvado en última instancia por su hija, cuyo nombre no se menciona en toda la película pero a la que todos reconocemos como Pocahontas (Q’Orianka Kilcher). Esta ordalía no cambia para nada la visión que él tiene sobre los indios (a los que percibe como seres sin avaricia ni malicia, desconocedores de la mentira, la envidia y por supuesto la propiedad privada, y que despiden arco iris por sus orejas mientras nubes de algodón brotan de sus manos), y allí se queda a vivir en el campamento. Como era de esperar, él y Pocahontas terminan por enamorarse, para preocupación y temor del jefe local. Smith es devuelto al campamento con víveres y la promesa de que él y sus hombres se volverán por donde han venido. No vuelven, y el enfrentamiento entre indios y colonos estalla. Pocahontas lleva comida a Smith y sus hombres, y es expulsada de su poblado, tras ser rechazada por su amor que no quiere huir con ella. Terminará por ser acogida por los ingleses, y con Smith muerto, terminará por casarse con John Rolfe (Christian Bale) e integrarse de manera notable en la sociedad inglesa del momento, llegando a maravillar a la corte y a los reyes.
USA, 2005. T.O. The New World
Director: Terrence Malick , Guión: Terrence Malick, Duración:150 min, Reparto: Colin Farrell, Q'orianka Kilcher, Christopher Plummer, Christian Bale
Hay quien dice que las películas de Malick son replanteamientos radicales de conceptos básicos del arte cinematográfico como el sonido, la imagen, los personajes o la narrativa, lo que no es menos cierto que decir que son lentas y farragosas sucesiones de imágenes inconexas, acompañadas de voces en off que narran la cansina historia. Tal es la polaridad que despierta su cine, odiado y amado por igual. Pocas veces un artista con sólo cuatro obras, repartidas a lo largo de treinta años de actividad, genera tanto revuelo en el mundillo. Hay quien lo aclama como el mejor director americano vivo, y por lo general la crítica valora con halagos sin fin su labor renovadora y revolucionaria. Mientras tanto, en el mundo real, el público general se contenta con elegir otra sala, y sus todas sus películas terminan convertidas en fracasos comerciales (nunca pequeños, pues “La delgada línea roja” costó más de cincuenta millones de dólares).
“El nuevo mundo” es fiel a su estilo, y se centra en lo visual. El grueso del metraje lo componen bonitas imágenes de la naturaleza americana, pero como cualquiera que haya estado dos horas delante de un stand de postales sabrá, por muy bonitas que sean las imágenes, uno se cansa. La narración es verbal casi en su totalidad: los momentos críticos del argumento son expuestos a través de diálogos, que en el resto del metraje son sustituidos por monólogos, mayormente interiores, en los que los personajes dan cuenta de manera detallada de lo que piensan, lo que les ocurre y muchas otras cuestiones filosóficas, dejando poco espacio a la imaginación del espectador, cuya única labor es contemplar la sucesión de imágenes como quien ve un documental.
El trabajo visual de la película es muy notable, y prueba de la vocación de paisajista del director es la elección de película de 65mm, frente a los 35mm habituales, de calidad superior (pero mucho más cara, lo que explica parcialmente los treinta millones de presupuesto). Sin embargo, a la hora de retratar a sus personajes, Malick intenta quizá ser demasiado diferente a los demás, y abundan los planos muy cercanos de los actores, pero en lugar de enfocar sus caras mientras hablan, prefiere centrarse en partes de su anatomía mucho más expresivas (especialmente en el caso de Colin Farrell) como los codos. Esto junto con la escasez de escenas dialogadas y la abundancia de planos de los protagonistas revolcándose en la hierba rodadas muy de cerca y con la omnipresente música de fondo, le dan a la película (sobre todo a su primera parte) un aire de anuncio de ropa que hace que uno no deje de preguntarse si Ralph Lauren ya vivía por aquella época.
Donde también deja sentir su toque Malick es en el montaje. Alejándose de las convenciones habituales, también conocidas como sentido común, y opta por un montaje continuamente discontinuo, con la inserción de breves flashbacks, flashforwards y a veces hasta flashsideways, que rompen la línea temporal para desesperación del confuso espectador.
El reparto es tan extenso, pues los actores acuden a la llamada de Malick como las palomas a las migas de pan, como de calidad desigual, aunque parece percibirse una dirección de actores no del todo buena detrás de las peores actuaciones. Esto es especialmente perceptible en los indios, que a veces son presentados con un lenguaje corporal absurdamente primitivo (digo yo que aunque no dominasen el álgebra diferencial, podrían caminar totalmente erguidos), del que abusan sin piedad. Q’Orianka Kilcher, descubrimiento adolescente de Malick, seleccionada de no se sabe cuántas candidatas (como si de un personaje de Harry Potter se tratara), se pasa media película bailando y gesticulando de manera ridícula, hasta que con la inserción en la sociedad inglesa se vuelve humana y parece dejar entrever a una actriz competente. Christian Bale muy comedido, alejado de los papeles extremos a los que nos tiene acostumbrado es probablemente el mejor de la película, pues de Colin Farrell lo mejor que se puede decir es que tiene una ceja más alta que la otra.
En fin, un lento y aburrido remake de “Pocahontas”, que agradará a aquellos que sepan perdonar a esos ingleses y a esos indios que insisten en interrumpir su contemplación de paisajes con sus banales cuitas. Recomendada para aquellos que se entretienen con el salvapantallas.