En el Francia-España de ayer se aunaban en el terreno de juego dos elementos fundamentales para disfrutar intensamente: dos selecciones con una gran calidad técnica y dos grandes estrategas en el banquillo. Con estos dos ingredientes estaba cantado que este encuentro iba a gozar de la intensidad que siempre ansiamos los amantes del fútbol.
La obsesión de Luis Aragonés era disponer a sus hombres de manera que pudieran manejar constantemente la bola. Esta premisa obligaba a la línea defensiva a jugar adelantada para arropar cualquier pérdida de los tocadores.En cambio, los franceses forzaron los uno contra uno en defensa para que inmediatamente el jugador que robaba la pelota, ya fuera Vieira o Makelele, intentara localizar al gran Zidane para que proyectara la jugada de ataque, ya fuese en largo sobre Henry o bien buscar en banda derecha a Ribery. Recordaba aquella Francia que ganó el Mundial´98 donde Deschamps y Petit sólo sabían dar pases en corto a Zidane.
El contraste era espectacular. España buscaba numerosas formas de llegar al marco de Barthez: subidas de Ramos o de Pernía, caídas a la banda de Torres por la izquierda y Villa por la derecha, o pases interiores de Cesc o Xavi. En cambio, los franceses sólo tenían dos opciones, Henry o Ribery. Hay una ley en el fútbol que si se cumple permite triunfar: saber hacer pocas cosas, pero hacerlas muy bien.
Si el objetivo de Raymond Domenech ofensivamente era ése, supo transmitir las instrucciones adecuadas para ponerlo en práctica. El primer aspecto táctico establecido por los franceses fue permitir la ligera subida por la banda de Sergio Ramos. De esta manera eliminaba un buen elemento de la línea defensiva y generaba un aclarado de espacio en la banda derecha española para los desmarques de Henry esperando el balón en largo. El jugador del Arsenal siempre optó por fajarse con Pablo para explotar la mayor lentitud del rojiblanco respecto a Puyol. Por ello, Carles se vio obligado a estar más pendiente de su derecha que de la cobertura a Pernía, por lo que entonces entró en juego un vacío en el espacio donde Ribery podía poner en práctica sus temibles diagonales. Perdonen que me recree, pero ¡qué gozada táctica! Facilitar la salida de un lateral del rival generaba los dos espacios ideales para tus puntas. Esta disposición también falseaba algo que los que amamos la táctica repetimos insistentemente: cuando juegas con dos puntas, éstos están obligados a jugar juntos para aprovechar los toques de cada uno. Ayer, cuando más alejados se encontraban Henry y Ribery, más peligrosos eran. Estos dos movimientos simples generaron un cortocircuito en los españoles. Y con ello perdieron el mando durante una buena fase del partido. Siempre se está a tiempo para aprender sobre fútbol.
Mientras Domenech intentó que su selección no se desordenara, Aragonés se obsesionó por dotar a sus jugadores de la suficiente autoestima para no perder el concepto del toque. Porque España tenía dos problemas importantes para plasmar todo su buen juego. Por un lado, el poco recorrido con este sistema de juego, por lo que es lógico que ante grandes dificultades la dinámica del juego se resienta. Por otro, la juventud de sus jugadores, que, quieras o no, genera en algunas ocasiones pérdidas de concentración. Pero donde España se mostró más pobre fue en el cambio de orientación de la pelota cuando los jugadores de Luis Aragonés invadían el medio campo francés. En esa zona faltó tocar la pelota para buscar un lado del terreno si se había llegado al otro y no se podía evolucionar. Pero esto no se debe entender como una crítica, sino como un proceso que requiere tiempo. Curiosamente, el jugador de España que más mantuvo la compostura fue Xabi Alonso. El guipuzcoano supo en todo momento dar el ritmo de juego adecuado y estoy seguro de que fue capaz de ello porque su trayectoria en la Premier League le ha dotado de una riqueza futbolística que antes no tenía.
Si España quiere ser alguien en el mundo futbolístico está obligada a invertir tiempo. Por fin se tiene un esquema de juego que potencia las virtudes de sus jugadores. Pero el promedio de edad de esta selección es escalofriante, por lo que es de cajón que estos jugadores con más minutos disputados en conjunto, con más experiencia, tienen que ir mejorando. Para mí, la selección española ha cumplido. Ahora veremos si el entorno es suficientemente inteligente para permitir la evolución de la selección y nos olvidamos de buscar culpables.