Mi blog: www.criticodecine.es
Mi blog: www.criticodecine.es
Es que no todo tiene que ser obra maestra, o películas redondas como tu dices; las habrá mejores y peores, yo me refería que para mi gusto personal tienen muy buen nivel, yo no pido más... pero bueno, suelo ir siempre al contrario que los demás... que yo recuerde en el ciclo de Hitchcock tampoco eran TODAS obras maestras y no por eso se criticaba tanto, veo algo excesivo el vinagre a estas primeras películas de Kazan, pero vamos, que cada uno tiene su gusto.
Eso sí, os aviso que tendré preparada una buena garrafa de vinagre del "fuerte" para cuando menos os lo esperéis...
Estoy de acuerdo también, pero lo interesante es como ha llegado hasta allí. Sin las tres primeras, las otras no se entenderían. No están desconectadas. Aquí esta la gracia de seguir la trayectoria de un director, que la perspectiva cambia.
Y por cierto, veo que me voy a quedar solo con La barrera invisible una pena, pero bueno. La publicaré rápido y así me la quito de encima. Total se va quedar más sola que la una...
Yo también me he quedado un poco así...
Por ahora y en mi modesta opinión, la mejor de las cuatro películas del director que llevo vistas es la primera.
Y no porque me parezca la más personal (que lo es) o porque tenga el mejor guion (que lo tiene y no sólo por ser notablemente fiel a la novela que le sirve de base) sino porque MAR DE HIERBA es una cinta de PRODUCTORA (en este caso la MGM) y EL JUSTICIERO y LA BARRERA INVISIBLE lo son de PRODUCTOR (ya sea de Rochemont o Zanuck).
A pesar de mis críticas al debut de Kazan, que mantengo, coincido con tu valoración. Gentleman's Agreement es una película que, con los años, cada vez me gusta menos... y la he visto varias veces.
Ay que no ....WYLER es un grande.Me refería a que no era un HITCH o un FELLINI.
No juega a ser autor,,lo que no quita su extraordinario oficio trascendiendo a cualquier género.Pero no le resto ningun mérito por favor si tiene peliculas imprescindibles.
Desde luego sois tremendos eh
Mejor dejo el tema,bye!
Última edición por hannaben; 15/10/2020 a las 21:32
Pensaba ponerme hoy con el comentario pero ayer me puse la vacuna de la gripe y me está creando una pequeña reacción básicamente reflejada en cansancio y dolor muscular.
Eso desde luego. No lo discuto yo ni nadie. Lo interesante es ver cómo evoluciona la carrera de un director o de un actor, por citar dos oficios del cine. El mismo Hitchcock que empezó en Inglaterra con sus primeros films, quién hubiese dicho que es el mismo que años después, dirigiera una cadena continua de obras maestras entre finales de los 50 y principios de los 60.
Mi blog: www.criticodecine.es
Hace años que llevo escuchando y leyendo en distintos libros, la cantinela de director artesanal o de estudio. Con los años, me he dado cuenta de que no todo lo que se dice o se escribe es veraz o al menos, al cien por cien.
Yo creo, y es mi opinión, que es una etiqueta facilona, para no indagar en el verdadero estilo o maestría de dirección, en este caso, de Wyler. Por tanto, esa etiqueta hay que ponerla muy en cuarentena, y en su caso (como hago yo, en este caso) pasármela por donde me paso la esponja.
Mi blog: www.criticodecine.es
Como veo que hay ganas de polemizar, ahí va un poco más de carnaza para las fieras:
La barrera invisible (Gentleman’s Agreement, 1947)
Gentleman’s Agreement vuelve a ser un encargo de la Fox, al que Kazan, según su conversación con Ciment, aportó solo la dirección del film, del cual no quedó especialmente satisfecho (a pesar de ganar un Oscar como mejor director, al que el film sumó también el de mejor película y de mejor actriz secundaria para Celeste Holm): “ese pijotero film no es más que algo “bonito””, algo que reafirma en su biografía cuando dice que “cualquiera de los treinta directores de los que disponía el estudio podría haber hecho un trabajo tan bueno como el mío”.
Así pues, si hacemos caso a Kazan, estamos ante un film de productor, en el que Zanuck tuvo una activa participación en el guion y controló el montaje y el apartado musical (firmado por Alfred Newman). El proyecto, planteado como la película estrella del año de la Fox, trataba un tema “fuerte” para la época, el antisemitismo, aunque curiosamente se comenta que esa fue una temática que gozó de cierta popularidad en Hollywood durante esos años (recordemos, por ejemplo, el film de Edward Dmytryk para la RKO, Crossfire, que me apresuro a decir que me parece superior al de Kazan, sino en el apartado técnico, sí en su interés).
El film adapta la novela de Laura Z. Hobson del mismo título, inicialmente serializada en la revista Cosmopolitan, que se convertió en best seller. Para el guion se eligió a Moss Hart, prestigioso auto teatral, para el que Kazan tiene estas palabras: “era un hombre muy agradable, muy cortés, encantador y amable”, lo cual en esa revisión de su carrera que supone la entrevista con Ciment vienen a querer decir demasiado blando, demasiado pulido. Apuntilla el director: “Gentleman’s Agreement hace pensar en una ilustración para la Cosmopolitan Magazine. A todo el mundo se le embellecía. Era una sucesión de clichés”. Kazan confiesa que hubiera preferido a Lillian Hellman: “pensaba que en particular ella lo habría ello más mordaz, más doloroso, un poco más feo y más duro de lo que hizo Moss Hart”.
De la misma manera que critiqué el olvido del productor y del director de fotografía que mostraba Kazan en sus recuerdos sobre Boomerang!, en este caso coincido en su autocrítica. A mi modo de ver la película adolece de dos defectos: uno es ese señalado por Kazan, de que nuevamente, como en el caso de A Tree Grows in Brooklyn, todo es demasiado pulido, sin aristas, al desarrollar el problema del antisemitismo entre las capas altas de la sociedad, que hace que lo doloroso del tema quede un tanto amortiguado entre martini y martini, entre fiestas y cenas en lujosos restaurantes. El otro punto débil es que el guion resulta extremadamente teatral y escolarmente didáctico. Casi no hay secuencia en que no se nos suelte un discurso de un tipo u otro. Todos los personajes tienen su momento, de forma tan reiterativa que parece que uno tenga que ir tomando nota de lo que se dice para después pasar el examen sobre antisemitismo. Aunque la película fluye bien, la presencia constante del mensaje y el tono moralizante y aleccionador acaba resultando de lo más cargante, provocando que, al menos para mí, el film haya envejecido mal. Visto hoy, me parece un film hasta cierto punto interesante por motivos sociológicos, como foto (con mucho “Photoshop”, eso sí) del sentimiento antisemita en la sociedad norteamericana de postguerra, pero poco más. Sorprende el éxito del film en su día, con esos Oscars a mejor película y director, cuando, como dice Kazan, la dirección es un tanto de manual y la película, si no fuera por el enunciado argumental, creo que dormiría plácidamente entre montones de otros films producidos en esas fechas.
Lo cual reduce en buena medida el interés de la película, a día de hoy, al campo de las interpretaciones. Hay algunos detalles visuales que muestran que Kazan tenía mucho más oficio que en sus films anteriores. Si acaso algunos planos rodados en exteriores en Nueva York (aunque también se recurre en algún momento a las transparencias para planos supuestamente rodados en la calle) y esa insistencia en rodar en leve contrapicado, lo que provoca que veamos a menudo los techos de las habitaciones, con lo que se incrementa la sensación de opresión y desamparo que va experimentando Philip Green (Gregory Peck) a medida que avanza su investigación para el suplemento de la revista Smith’s Weekly.
El tema es tan conocido que no me alargaré a describirlo: un escritor de la costa Oeste, Philip Green, es contratado por una revista neoyorquina para escribir un suplemento sobre el antisemitismo (a lo largo del film se cita a diversos antisemitas de la época, entre los cuales: Thomas G. Bilbo, que ni era de Bilbao ni un personaje de Tolkien, sino senador y miembro del KKK; y Gerald L. K. Smith, pastor protestante, fundador del partido de extrema derecha, racista y antisemita, American First Party… desgraciadamente, esto del “american first” suena actual, demasiado actual ). Como en el caso de Kazan y la película, también Green se implica en el proyecto por encargo, de boca del director de la publicación, John Minify (Albert Dekker), no es iniciativa suya el tema, del que en el fondo no sabe gran cosa. A Nueva York, Green, viudo desde hace años, se desplaza con su hijo (un muy correcto Dean Stockwell) y su madre (magnífica Anne Revere). Pronto entrará en contacto con Kathy (Dorothy McGuire), la sobrina pija de Minify, que le anima a implicarse en la redacción del artículo, del que ella misma ha sido en cierto modo inspiradora. Como es natural, “surge el amor” y Phil y Kathy inician uno de los noviazgos más sosos y faltos de pasión vistos en la historia del cine, a lo cual no ayuda la interpretación de Peck ni la de McGuire (ya me perdonaréis, sé que la McGuire tienen muchos fans en este foro, pero si en A Tree Grows in Brooklyn me parecía inadecuada, aquí me parece “demasiado adecuada” … y no sé lo que es peor, aunque quizá en su caso más que en la actriz haya que focalizar la crítica en el personaje).
No parece que Kazan quedara demasiado satisfecho de sus actores principales, si juzgamos por las opiniones que da a Ciment: “en cuanto a Peck, no había nunca la menor sorpresa en su interpretación, no aportaba nada, solo aquello que se le pedía. Peck era lo que Zanuck y Hart querían: un cero con buena facha”; “y el personaje de Dorothy McGuire ¡no tiene salvación!”.
La tensión del film se limita a su argumento: como en el fondo Green no tiene ni repajolera idea de lo que es el antisemitismo decide (¡eureka!) hacerse pasar por judío durante un tiempo, como brillante escritor de investigación que es (por ejemplo, para escribir sobre las minas se hizo minero… y no es una canción de Antonio Molina). Pero, claro, a pesar de no tener que bregar con rudos parafascistas o descender a los barrios más pobres donde se agrupa parte de la comunidad judía (no todos son productores de cine, escritores o científicos), sino que todos sus movimientos se reducen a la elegante, rica y sofisticada comunidad WASP de la zona, Green se dará cuenta que su intento implica muchos más inconvenientes de los esperados, y en particular en su relación con Kathy, con la que, a lo tonto a lo tonto, y nunca mejor dicho, está a punto de casarse. Para el inventario ahí están también los insultos que recibe su hijo, metido en el mismo juego, irresponsablemente, por decisión de su padre; la desagradable experiencia en carne propia en el hotel, y los consejos de su amigo Dave, que aparece como caído del cielo, a modo de Pepito Grillo, con la ventaja que le da ser él mismo judío (un John Garfield correcto, pero que ha de lidiar con un personaje con poca substancia, embutido en su uniforme de militar, al que se le reserva “su momento” en el incidente en un bar con un borracho que lo insulta), todo lo cual le hará darse cuenta de que está exigiendo unos sacrificios excesivos a su entorno inmediato.
Así pues, cuando a pesar de todo acabe su esforzado artículo, que, como no podía ser de otra manera, es un gran éxito desde el mismo momento en que se publican las galeradas, y después del enésimo discurso de un personaje, en este caso de Dave, Green llamará a la puerta de Kathy, de la que se ha separado de forma amarga, para así brindarnos un happy end, más forzado aún que el de A Tree Grows in Brooklyn o Boomerang!, aunque no tanto como el de The Sea of Grass. Habrá que ir pensando que esto de los finales forzados caracteriza los films, como mínimo de la primera época, de Kazan.
En el haber de la película hay que nombrar el amplio reparto de actores en papeles secundarios, como la citada Anne Revere o Albert Dekker, además de Sam Joffe, en el divertido papel de un científico judío de aspecto einsteiniano, Lieberman, que, como es natural, también suelta su discurso, aunque en este caso me parece quizá el más acertado de todos: viene a decir que esto de ser judío le trae al pairo, que se declararía no judío… si no fuera porque hay antisemitas.
También destaca la secretaria de Green, Elaine (June Havoc), judía que muestra en un determinado momento cierto prejuicio que el resabido de Green no duda en considerar antisemita, y, por supuesto, la dejaba para el final, el personaje de la directora de modas de la revista, Anne, una espléndida Celeste Holm, quizá el único personaje de carne y hueso que veo en el film, una bocanada de aire fresco que airea una película tremendamente acartonada (algo así como pasaba con la tia Sussy, Joan Blondell, en A Tree Grows in Brooklyn), y que tiene su momento de gloria cuando, en el discurso que le corresponde (porque a todos les toca al menos uno), pone a parir a la estirada de Kathy (). En su caso, Oscar merecido.
A ver qué nos deparará Pinky la semana que viene. Es uno de los films de Kazan que no he visto nunca, y lo cierto es que, viendo el argumento, me temo lo peor.
Sin haberla revisado aún, tengo que decir que coincido prácticamente en todo con mad dog. Recuerdo que lo mejor del film fueron algunas apariciones de secundarios, como John Garfield (cada vez me gusta más este actor -hace poco vi una magnífica La fuerza del destino, donde luce su gran potencial) o la misma oscarizada Celeste Holm.
Efectivamente, no me gusta que la crítica al antisemitismo se circunscriba a las clases acomodadas, aunque tengo que decir también que me gusta esas situaciones, esos pequeños detalles, en algunos momentos, donde saltan mecanismos de odio al judío, aunque sea disimulado o sin pretensión. Me refiero al vocabulario empleado, a costumbres o hábitos dados por válido en el tiempo, etc...
Mi blog: www.criticodecine.es
Sí, hay detallitos, pero son eso, "detallitos", cuando el antisemitismo es algo que tiene mucho de obsceno, de irracional, de cruel, de brutal. No le dan habitación en el hotel, pero, si quiere, ya se la buscan ellos mismos en otro establecimiento; al hijo lo insultan un poco, como si entre niños no se aprovechara cualquier circunstancias para insultar y humillar a otros niños, por gordos, feos, "cuatro ojos", por tartamudear, por el acento, por lo pobre de la vestimenta, etc.; como si lo de los clubs privados, urbanizaciones selectas con derecho de admisión, no estuviera al orden del día antes y ahora; como si según que tipo de apellido, sin necesidad de que "suene a judío",como el de la secretaria, no pudiera poner en alerta los prejuicios xenófobos y dificultar desde la obtención de un trabajo a el alquiler de un piso. Frente a una realidad que pervive en nuestras educadas y civilizadas sociedades, la crítica del film es tan liviana que resulta decepcionante. Además no hay nada en la película que te haga ver cuál es la realidad de los judíos. Los judíos que aparecen son: la secretaria de una sofisticada revista neoyorquina; un militar y un científico. Alguien dirá que quizá esos eran los límites de Hollywood, pero me parece muy pobre.
Última edición por mad dog earle; 16/10/2020 a las 11:52
Coincido en casi todo con el compañero mad dog earle salvo en el tema interpretativo. De hecho, lo que más me gusta de la película no es el (claro) mensaje que transpira por todos sus poros (y que llega a ser irritante por su didactismo) sino la historia de amor de los dos protagonistas. De hecho, creo que Kazan logra lo que pocos directores han solucionado a lo largo de la Historia del Cine y es el hecho de cómo se produce el enamoramiento instantáneo de dos personas sólo a través de la mirada. Y en ese sentido tanto Peck como McGuire están perfectos. Otro asunto es el autoasumido papel de Mesías que el personaje encarnado por Peck parece asumir desde que se hace pasar por judío y que le convierte en alguien arrogante, insoportable e intolerante (curiosamente, dado que es lo que el se supone que denuncia).
Yo creo que fue una película valiente (aunque un tanto tramposa) para la época, lo cual es de agradecer, pero ese tono aleccionador que tiene torna en muchas ocasiones los discursos (porque más parecen discursos que diálogos) en algo hueco e impostado.
Y buena parte del elenco actoral tuvo graves problemas durante la Caza de Brujas, especialmente John Garfield y Anne Revere.
Pero ya tendremos tiempo de hablar sobre el tema.
A ver si se me van pasando los efectos secundarios de la vacuna y esta misma noche me pongo a teclear la reseña que ya adelanto que será más breve y menos pictórica que en otras ocasiones.
Además Roy Earle me ha birlado el póster que iba a usar para encabezar el comentario aunque siempre hay varios a elegir...
Y aunque parezca paradójico el personaje que me parece mejor caracterizado de toda la película es el manager del Flume Inn encarnado magníficamente por el actor Roy Roberts.
No te negaré que en el primer momento funcionen las miradas (más de ella que de él), pero todo lo que viene después no hay por dónde cogerlo. A mi no solo no me parece una historia de amor bien planteada ni resuelta, sino más bien todo lo contrario, de lo más sosa y desapasionada. Lo mejor de la pareja es, precisamente, la excluida, Anne (Celeste Holm).
Es que la historia de amor entre ellos sólo funciona en los primeros instantes y es entonces cuando los dos protagonistas están perfectos, el guapo Gregory Peck y la elegante Dorothy McGuire (quien, por cierto, no volvió a intervenir en una película hasta tres años después).
Luego como bien dices y no sé si debido al guion, al director o más bien seguramente al productor, la película empieza a hacer aguas.
Yo también creo que el personaje encarnado por el siempre magnífico John Garfield, seguramente el mayor mártir de la persecuión maccarthista, es el que podía haber dado un mayor juego.
Por cierto, la escena de la pelea en el bar bien podría pertenecer a HASTA EL FIN DEL TIEMPO (1946) de Edward Dmytryk (y con Dorothy McGuire) o a LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA (1946) de William Wyler.
Curiosamente, durante el visionado de la película me vino rápidamente a la memoria el nombre de Frank Capra, que fue el gran retratista de la Norteamérica posterior a la Gran Depresión y que en JUAN NADIE (1941) hizo un espléndido alegato contra el fascismo al que ni los cinco finales que se rodaron lograron empañarla.
Habrá que abrir un hilo para Dmytryk , porque ya ha salidos dos veces comentando Gentleman's Agreement: este film de serie B, que recuerdo como muy amargo (la lucha aquí es contra el fascismo latente en la sociedad norteamericana de postguerra), y otro de corte similar, Crossfire, sobre el odio a los judíos (con un Robert Ryan que da miedo).
A ver. Nos guste o no los Óscar son los premios más equilibrados dado que son los profesionales de cada ramo los que los otorgan y no un jurado compuesto por unas pocas personas.
Otra cosa es que los ganadores nos gusten o no que es algo puramente subjetivo.
Última edición por Alcaudón; 16/10/2020 a las 13:39