Tal vez me he expresado mal.
Me refiero al hecho de que al contrario de la mayor parte de sus coetáneos que procuraban mover lo menos posible la cámara para evitar que el público se mareara debido a que las películas rodadas en
CinemaScope se exhibían, lógicamente, en pantallas de enorme tamaño, Kazan tomó la arriesgada - y en mi modesta opinión muy acertada, de ahí mi (leve) discrepancia - de hacer una puesta en escena más dislocada, acorde a la personalidad de su joven protagonista y que, curiosamente, le acerca a uno de los sellos de identidad del genial (pero irregular) Orson Welles.
En cambio, el Kazan reposado me recuerda mucho más a John Ford y a otros pioneros del cine norteamericano.
Además para mí el cine norteamericano alcanzó sus mayores cotas de calidad en los años '50.
Pero como siempre, para gustos, los colores.
