Baby Doll (Baby Doll, 1956)
Duodécimo largometraje de Kazan, Baby Doll presenta una novedad sorprendente y creo que única en su cine: el humor, o mejor dicho lo que supongo que Kazan entendía por humor. Con ello quiero decir que, a mí, en general, la película no me hace gracia. Hay momentos que me recuerda más un grotesco cartoon de la Warner (como los que enfrentaban a Bugs Bunny y Elmer, aquí Vacarro y Archie Lee, lo cual en sí mismo no tendría por qué ser negativo) que una comedia al uso (y si esa era la intención de Kazan, la de hacer un cartoon, algo que probablemente sí lo era hasta cierto punto, no creo que el director saliera bien parado del reto).
Quizá por la ambientación sureña, la película de Kazan me trae siempre a la memoria un film de John Ford, Tobacco Road, donde el maestro también recurría a un humor un tanto absurdo y extremo a la hora de adaptar una novela de contenido social de Erskine Caldwell (film en el que aparecía una joven Gene Tierney, a la que le habéis dedicado algunos comentarios últimamente con motivo del centenario de su nacimiento). El personaje de Tierney, Ellie May, guarda cierta semblanza con el personaje de Baby Doll por su mezcla de ingenuidad y picardía (que no “picardías”).
Para la ocasión Kazan se basó en dos piezas de un acto de Tennessee Williams: ”27 Wagons Full of Cotton” (representada en Broadway en 1955) y “The Unsatisfactory Supper”. Aunque el guion aparece firmado por el autor de las obras, este se mostró un tanto incómodo e inconstante en su elaboración, por lo que Kazan se vio obligado a implicarse directamente en la tarea de volver a ese Deep South rural que ya había visitado (con mucha mayor fortuna en mi opinión) en Pinky. Williams abandonó el rodaje antes de su finalización y sin que el guion estuviera cerrado, aportando la última escena, en el porche de la casa entre Baby Doll y tía Rose, casi en tiempo de descuento.
El film vuelve a ser “an Elia Kazan production”, por medio de la Newton Productions, compañía creada por el propio director en 1950, y contando con financiación de la Warner. Supone un regreso al blanco y negro, después de la rutilante East of Eden, para lo que contó de nuevo con Boris Kaufman, al que elogiamos merecidamente en On the Waterfront. Intuyo que hay motivos para renovar esos elogios, pero como ya comenté en un post anterior el DVD editado por Vellavision tiene una penosa calidad de imagen, además de presentar un formato 1,33:1, no sé si recortando imagen o añadiéndola. Es por ello que me resulta difícil hacer una valoración del capítulo visual. Puede ser también que la mala calidad de la copia influya en mi comentario del film, por lo que será breve para no echar más vinagre del imprescindible.
La historia: hay un cierto tono de farsa sureña en este alambicado drama familiar. Archie Lee (Karl Malden, en otra de sus interpretaciones histriónicas, aunque esta vez justificado en cierto modo por el aire de comedia desmadrada y absurda que toma el film en varios momentos), un hombre ya maduro, económicamente de capa caída en su negocio de desmotar el algodón, debido a la competencia de un forastero, de origen extranjero para más inri, el siciliano Silva Vacarro, está casado desde hace un año con la joven Baby Doll, de 19 años, con la cual no ha mantenido relaciones maritales a la espera que cumpla los 20 (situación que hubiera hecho las delicias del cine de Ozores, como ese intento de Archie de espiarla haciendo un agujero en la pared).
La irritabilidad que muestra debido a su calentón (casi a punto de satisfacerlo, puesto que la acción transcurre en vigilia del cumpleaños de la esposa; aunque una visita al médico parece apuntar a una cierta impotencia, producto probablemente de la ansiedad por consumar el matrimonio) se ve incrementada por el triunfo empresarial de Vacarro, lo que lo lleva, en un acto de celos profesionales mezclado de xenofobia, a quemar la nave donde el siciliano procesa los copos de algodón. Como venganza, Vacarro, convencido de la culpabilidad de Archie Lee, aplicará la solución bíblica del “ojo por ojo, diente por diente”, e iniciará su aproximación a Baby Doll, con la doble intención de ponerle los cuernos a Archie Lee y, de paso, obtener el testimonio de la mujer en contra del marido. Ello da lugar a momentos de seducción (quizá lo mejor del film, como la magnífica escena del columpio) y a enloquecidas persecuciones por el viejo y destartalado caserón donde vive el matrimonio (propias de una comedia bufa).
El reparto: Por encima de todo, y con diferencia, merece nuestros elogios Carroll Baker, casi una debutante (que en el mismo año estrenó Giant, de George Stevens, junto a James Dean entre otros), que se come la película. Solo por ella, por su belleza y su extraordinaria interpretación, vale la pena aguantar las casi dos horas del film. Espléndida en todo momento, incluso a pesar de esa presentación en la cuna, supongo que con vocación de escándalo, pero que a la larga me parece que juega más en contra que a favor del film.
Junto a ella, Malden as usual, y un debutante Eli Wallach, gran actor en mi opinión, con el que se apuesta por una interpretación muy exagerada, propia de personaje de cartoon (me lo imagino con aspecto de lobo o zorro antropomórfico).
Se comenta que Kazan quería a Brando para el papel. Desde luego, creo que el film hubiera sido muy diferente, aunque la comedia nunca fue su fuerte (por ejemplo, recordemos su papel en la un tanto tristona despedida de Chaplin del cine, A Countess from Hong Kong, junto a Sofia Loren). Completa el reparto la veteranísima Mildred Dunnock, como la tía Rose, acogida de mala gana por Archie en calidad de cocinera (que nos brinda una escena espléndida durante la cena que reúne a los cuatro personajes).
El contenido visual: con las reservas expresadas anteriormente, destaco algunos detalles que me han resultado atractivos. Por un lado, ese uso casi decorativo que se hace de la población afroamericana de la zona, que deambulan al parecer sin rumbo, como fuera del tiempo, o que sestean al raso, sin oficio ni beneficio, pero con una permanente sonrisa irónica y burlona en los labios, formando a veces algo parecido a un coro de tragedia griega, aunque mayoritariamente silencioso. Por otro lado, hay algo poético en ese paisaje desolado donde se encuentra la casa o en ese fuerte viento tormentoso que azota la escena nocturna final. Lo mejor, como ya he avanzado, son esos primeros planos de Baby Doll “sufriendo/gozando” del acoso de Vacarro, en el viejo coche o en el columpio, o en la habitación de los niños, dormitorio improvisado de Baby Doll.
Kaufman se muestra también brillante en el retrato de ambientes, como ese bar donde se reúnen los propietarios de los campos de algodón en donde oímos cantar a una mujer de color (con el rótulo “colored” a sus espaldas).
La música: como en el caso de East of Eden, Kazan vuelve a recurrir a un compositor debutante, Kenyon Hopkins. Si bien la BSO me parece a menudo inadecuada, en cambio me gusta el uso diegético que se hace en dos momentos del film: uno, cuando Vacarro pone en marcha un tocadiscos, y suena el tema “Shame, Shame, Shame” (compuesto por el mismo Hopkins, e interpretado por Smiley Lewis), mientras se dedica a balancearse obscenamente sobre un caballito de cartón (de nuevo, como en lo de la “penetración” del muro, Kazan no destaca por su sutilidad):
Y más tarde, cuando vemos a un individuo afroamericano (al parecer el mismísimo Booba Barnes) interpretando un clásico del repertorio blues, “Baby, Please Don’t Go” (que han versionado de Muddy Waters o Big Bill Broonzy a los Them de Van Morrison, The Animals o incluso AC/DC), sentado en el desvencijado porche de la casa, como si fuera un objeto abandonado:
La película no tuvo el éxito esperado, en parte motivado por la campaña censora puesta en marcha por la Catholic Legion of Decency del cardenal Spellman. Queda como una rara avis dentro de la filmografía de Kazan, a la que quizá algún día tenga que darle otra oportunidad… si es posible verla en condiciones aceptables, aunque me temo que mi principal problema con ella es que no conecto con su sentido del humor.
La próxima entrega será A Face in the Crowd, quizá el film con el contenido político más claro dentro de la filmografía de Kazan, y que aún hoy en día puede parecernos de rabiosa actualidad con tantísimo demagogo populista suelto. Aunque cuando la vi por primera vez me cautivó (quizá fue un pase televisivo hace muchísimos años), las posteriores revisiones me han hecho rebajar un tanto la valoración del film. Veremos la semana que viene qué impresión me da.




LinkBack URL
About LinkBacks

). 







Citar
















, tengo que reconocer que es el más flojo del reparto, y es dicho histrionismo lo que me llega a molesto, aunque en la parte final es entendible, ya que está al borde del colapso absoluto, bueno realmente colapsa, siendo la primera parte del film, donde me molestó algo.

