El pasado 20 de enero se cumplieron cien años del nacimiento de Federico Fellini, en Rimini (Emilia-Romagna), ciudad adriática con la que el director fantaseará a menudo en su obra (por ejemplo, en I vitelloni o Amarcord). Fellini fue un creador polifacético: trabajó de periodista, de historietista, de guionista de radio y cine, e incluso, ocasionalmente, de actor, sin contar sus apariciones demiúrgicas en sus propios films. Hasta su debut como director en 1950, participó en los guiones de numerosos films, en ocasiones compartiendo crédito con una extensa lista de guionistas (algo habitual en el cine italiano). Lo encontramos en estas labores en films como Roma città aperta, Paisà o Francesco, giullare di Dio, de Rossellini; Il cammino della speranza o In nome della legge, de Pietro Germi; o en varios films de Alberto Lattuada, como Il mulino del Po, Senza pietà o la excelente Il delitto di Giovanni Episcopo. Pero especial mención merece su participación en L’amore, film de Rossellini compuesto por dos episodios a mayor gloria de Anna Magnani. En uno de ellos, “Il miracolo”, con argumento de Fellini (basado en la novela “Flor de santidad” de Ramón María del Valle-Inclán), Fellini aparece como actor, encarnando a una vagabundo al que la protagonista (la Magnani) toma por San José.



Será precisamente Alberto Lattuada quien le dé la alternativa en Luci del varietà, film en el que participará su esposa, Giuletta Masina, y el gran actor cómico napolitano Peppino De Filippo, hermano del dramaturgo Eduardo De Filippo, al que volveremos a ver en "Le tentazioni del dottor Antonio", episodio de Boccaccio ’70. Con Luci del varietà empezaremos la semana que viene el recorrido, que contará con las siguientes etapas:

Luces de varieté (Luci del varietà, 1950), codirigida por Alberto Lattuada
El jeque blanco (Lo sceicco bianco, 1952)
Los inútiles (I vitelloni, 1953)
L'amore in città (episodio "Agenzia matrimoniale", 1953)
La strada (La Strada, 1954)
Almas sin conciencia (Il bidone, 1955)
Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, 1957)
La dolce vita (La dolce vita, 1960)
Boccaccio '70 (Bocaccio ‘ 70, episodio "Le tentazioni del dottor Antonio", 1962)
Fellini 8 ½ (8 ½, 1963)
Giulietta de los espíritus (Giulietta degli spiriti, 1965)
Historias extraordinarias (Histoires extraordinaires, episodio "Toby Dammit, 1968)
Fellini: A Director's Notebook (1969)
Fellini Satiricon (Fellini Satyricon, 1969)
Los clowns (I clowns, 1970)
Roma (Roma, 1972)
Amarcord (Amarcord, 1973)
Casanova (Il Casanova di Federico Fellini, 1976)
Ensayo de orquesta (Prova d'orchestra, 1978
La ciudad de las mujeres (La città delle donne, 1980)
Y la nave va (E la nave va, 1983)
Ginger y Fred (Ginger e Fred, 1986)
Entrevista (Intervista, 1987)
La voz de la luna (La voce della luna, 1990)

En total, 20 largometrajes, tres episodios integrados en films colectivos y un mediometraje “documental” para la televisión. Las comillas para documental son obligadas, porque en cierto modo varios de sus films son “falsos documentales” o “documentales de ficción”, recreaciones de un mundo particular (en esa categoría podríamos considerar tanto I Clowns como Roma o Intervista), narraciones en primera persona, en las que Fellini aparece dentro del film como él mismo o incluso convertido en un personaje (el joven Rubini de Intervista).

Fellini es, a mi modo de ver, uno de los creadores de imágenes del siglo XX a quien mejor sienta el término de “genial”, entendiendo por “genio”, como se recoge en el DRAE, “capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables”. Por encima de sus habilidades como cineasta o como guionista, Fellini demostró siempre, incluso en las entrevistas, una capacidad ilimitada de fabular, de ir más allá de la realidad, de fantasear con su propia vida y experiencias. Él es la materia prima principal de sus films, a los que no creo que se pueda atribuir, en sentido estricto, una voluntad realista, ni siquiera a los primeros, que a veces se incluyen dentro del neorrealismo. En todo caso, cien años después de su nacimiento, y cuando su nombre sigue de actualidad (de ahí el término de “felliniano”, que incluso se ha recogido en algún diccionario), su obra en cambio se ve mucho menos de lo que sería esperable en un autor de su nivel, incluso resulta casi desconocida para cinéfilos de pro (¿eh, Alex?). Fellini estuvo en la cima de la cinefilia en los 50, 60, 70 e incluso en los 80, pero actualmente parecen algo olvidadas sus películas, a pesar de la marcadísima influencia que ha tenido sobre cineastas tan diversos como Woody Allen, Paolo Sorrentino, Tim Burton o David Lynch (precisamente, en la Filmoteca de Catalunya se puede ver hasta mayo la exposición “David Lynch. Somnis: Homenatge a Fellini”).

A lo largo de la revisión estaremos atentos a nombres que aparecerán a menudo: Giuletta Masina y Marcello Mastroianni (a menudo trasunto idealizado de Federico), entre los actores; Tullio Pinelli, Ennio Flaiano, Bernardino Zapponi o Tonino Guerra, como guionistas; Otello Martelli, Gianni di Venanzo, Giuseppe Rotunno o Tonino Delli Colli, como directores de fotografía; las escenografías de Piero Gherardi o Danilo Donati; Ruggero Mastroianni, como montador, etc. Pero, por encima de todo, destaca un nombre: Nino Rota. Es imposible separar la obra de Fellini de la del gran compositor milanés. El recuerdo de las imágenes creadas por Fellini, de lo fellinesco, siempre suele venir acompañado de la maravillosa música de Rota, todo un placer en sí misma.

Creo que el viaje puede ser apasionante. Cuento, de momento, con Alex para llevarlo a cabo y me encantaría que algunos de los “sospechosos habituales” os añadierais al pasaje, aunque ya sé que con Hitchcock, la Hammer, Fischer y compañía, hay quien estará desbordado. ¡Qué empiece el espectáculo!