Esta peli la tengo muchísimo menos vista que las demás, pues estuvo mucho tiempo sin editar y a día de hoy no tengo esa extraña edición existente en forma de libro (la hubiese ido a buscar a la Feria del Libro madrileña si se hubiese celebrado, pues me he cerciorado de que la editorial Mishkin suele tener caseta allí).
En todo caso, es otro tesoro: las anticipaciones de "Amarcord" son oro puro, muy divertidas, y contienen una de las rarísimas "explicaciones" del maestro sobre su obra, atribuyendo a sus espectáculos grotescos una función digamos, esperpéntica en el sentido de Valle-Inclán, como una especie de realismo "aumentado". Me gusta mucho esa confesión de que los clowns lo aterrorizaron, pues pone de relieve una faceta del cine felliniano que se suele soslayar pero que el compañero Alex Fletcher, "desde fuera" ha sabido ver muy bien: que muy a menudo las extravagancias de Fellini cruzan una línea a partir de la cual horrorizan, como si a fuerza de fabular y de adentrarse en el territorio del sueño se llegara a la provincia de la pesadilla y ya fuese imposible dar marcha atrás.
Toda la parte de "investigación" la recuerdo muy interesante, como si se tratara de desentrañar un misterio, una estructura que contrasta un poco con el tipo de "lección magistral" que se asocia al cine de no ficción. Un documental no tiene por qué mostrar la verdad, sino que puede partir de la necesidad de saber, de la limitación del conocimiento, y en efecto aquí la secuencia de los Fratellini utiliza la ficción para llegar donde la documentación no alcanza. Un documental puede ser poético, dejar al espectador que establezca sus propias conexiones entre los materiales reales que se muestran (pienso por ejemplo en "Sin sol" de Chris Marker) o puede utilizar estrategias de ficción para implicar más al espectador (pienso en el éxito de hace pocos años "Searching for Sugar Man", que dejaba para un gratificante tramo final las revelaciones que en un reportaje convencional se habrían suministrado desde el minuto uno).
Lo cierto es que el mundo del circo, aunque trata de mostrar los esplendores de lo fabuloso, oculta siempre una cierta sordidez y la tristeza de personajes sin tierra, un poco descastados (Bergman, en otra inesperada coincidencia con el de Rimini, se interesó también por estos temas en "Noche de circo"). Yo, personalmente, no sé muy bien si soy de circo o no, pues valorar el circo es valorar la espectacularidad: cualquier blockbuster ofrece circo, pero no solo pensemos en películas del Universo Cinematográfico Marvel o similares. Las cabalgadas de los personajes de Ford por Monument Valley son circo, así como las carreras de cuádrigas de "Ben Hur" o Kaplan huyendo de la avioneta en "Con la muerte en los talones". El cine es claramente heredero de la carpa y de la pista, solo hay que ver un rodaje para advertir aún más los parentescos. Pero no todo el cine es espectacularidad, de ahí el interesante debate que se genera cuando se quiere despojar a una obra fílmica de sus componentes más extrovertidos y más alejados de las tradiciones teatrales y circenses.
Si hubiera visto la peli más veces, tendría más cosas que decir, pero no quiero terminar mi comentario sin romper una lanza por Pierre Étaix, a quien se ve en la película, que me parece un creador infravalorado que dejó el cine demasiado pronto (tal vez por la respuesta poco entusiasta a sus obras). Películas como "El pretendiente", "Yoyo" o "El gran amor" me parecen clásicos de la comedia visual, bastante en la línea del mucho más valorado Jacques Tati, la segunda de ellas abundando también en la temática circense de manera bastante entrañable. No me consta que tengamos ediciones de su cine por aquí, aunque me puedo equivocar.