Hangmen Also Die! (1943)



La vi hace poco más de un año, cuando compré el BD editado por A Contracorriente (una copia restaurada en 2012). Entonces me pareció un film demasiado largo y muy frío, a pesar de la temática, quizá por la dificultad de sentir simpatía por el “héroe” de la película, el ejecutor en solitario de Reinhard Heydrich, el doctor Franticek Svoboda, interpretado por un adusto Brian Donlevy.



Pero en este nuevo visionado me he encontrado con un film tremendamente sombrío, de una crueldad extrema, un tono que me ha parecido de lo más apropiado para el panorama histórico que retrata. La galería de villanos del film casi parece corresponder a una película de terror: desde el repugnante y enloquecido Heydrich (Hans Heinrich von Twardowski), mano derecha de Himmler en las SS y uno de los personajes más poderosos del régimen hitleriano,



al siniestro y burlonamente sádico torturador de la Gestapo, el inspector Ritter (interpretado por el actor y director de cine Reinhold Schünzel, al que recordaremos como el amable científico nazi de la hitchcockiana Notorious),



pasando por el grotesco inspector Gruber (Alexander Granach, que fue Knock, el trasunto del Renfield de Stoker en el Nosferatu de Murnau; como curiosidad, el Renfield del Dracula de Browning, Dwight Frye, también aparece en un breve papel de rehén de la Gestapo), que me ha recordado a nuestro viejo conocido el inspector Lohman,



o el jefe de la Gestapo, Kurt Haas (Tonio Selwart), al que se le adorna con un grano purulento en la mejilla, y acabando con el colaborador y traidor Czaka (excelente Gene Lockhart).



Con esta galería de “monstruos” el film despliega una narración de una dureza impresionante, en la que vemos como la población checa de la ciudad de Praga (de la que se incluyen imágenes documentales de sus calles) sufre una penosa ocupación.

Frente al lado oscuro del film, la película se desequilibra algo en su vertiente positiva. Además del grisáceo papel de Donlevy, tampoco Dennis O’Keefe tiene demasiada entidad, como Jan, el novio de Masha, ni quizá los miembros de la resistencia, capitaneados por Dedic (Jonathan Hale). Afortunadamente, Walter Brennan está sensacional como el viejo profesor Novotny, así como la fordiana Anna Lee, como su hija, Masha, que al encubrir la huida de Svoboda pone en peligro su vida y la de su familia, y en cierto modo desencadena la represión nazi sobre centenares de civiles checos que son fusilados (entre los cuales, al final, el propio padre).



Hangmen Also Die! me parece, con diferencia (al menos de las que llevamos comentadas), la película estadounidense de Lang que más se aproxima al cine que hizo en Alemania, no solo porque la galería de personaje que desarrollan este episodio histórico (aunque en parte ficticio) nos puede hacer recordar Dr. Mabuse, Spione o M, sino porque incluso en la manera de rodar las escenas uno tiene a menudo la impresión de estar viendo un film mudo, en detalles como la ausencia de sonido (hay muy poca música en la película, aunque la que hay tiene un especial significado), la gestualidad de algunos actores, en especial Anna Lee o Alexander Granach,



y en la composición de los planos, en secuencias en que Lang puede prescindir de los diálogos (momentos tan intensos como, por ejemplo, la muerte de Gruber, o el encuentro de Masha con la vieja vendedora de frutas en los sótanos del cuartel general de la Gestapo). Todo ello filtrado a través de la magnífica fotografía de James Wong Howe.



Hay, a pesar de los silencios, un brillante recurso musical, muy brechtiano, por medio de la canción “No Surrender”, que componen, casi de forma colectiva, los rehenes que esperan su ejecución, y que se convierte en todo un canto a la resistencia y a la esperanza. La música está compuesta por otro ilustre exiliado, Hanns Eisler, músico perteneciente a la llamada Segunda Escuela de Viena, que se había formado con Arnold Schönberg. Eisler trabajó en Hollywood durante su exilio, componiendo la música de varios films, entre otros The Woman in the Beach, de su amigo Jean Renoir, al que había conocido en París. Incluso llegó a escribir textos sobre la música en el cine, como uno conjunto con el filósofo Theodor W. Adorno, editado en castellano con el título de “El cine y la música” (ed. Fundamentos). Eisler entendía la música para el cine como un contrapunto a lo narrado.

Aunque, más que en Eisler (a pesar de ser nominado para un Oscar), cuando se habla de Hangmen Also Die! se piensa en la participación de Bertolt Brecht, cuya la experiencia en el film fue un tanto amarga, ya que el sindicato de guionistas solo quería que se acreditara a John Wexley (guionista que fue, más tarde, incluido en la “lista negra”). Al final, en los créditos aparece Wexley como guionista, y Lang y Brecht como autores de la “adaptation and original story”. Fuera idea de quien fuera, la película recurre a una estratagema brillante para dar coherencia lingüística a los diálogos. Así, Heydrich y los alemanes cuando hablan entre sí utilizan el alemán (aunque a medida que transcurre el film, lo hacen cada vez menos), mientras los checos hablan en inglés (sin impostar acentos ridículos). Incluso Gruber habla en inglés con Czaka con el argumento, de lo más racional, de que si quieren dominar a los checos han de conocer su lengua (así, de paso, no vemos al traidor hablando en alemán, algo que al final tendrá su relevancia).

Un film denso, nada complaciente con el espectador, algo desequilibrado en sus componentes, pero tremendamente impactante, incluso hoy en día (cuando en el Este de Europa ocurren cosas que nos hacen recordar los prolegómenos de la II Guerra Mundial). En todo caso, mantengamos la esperanza y no nos rindamos al desánimo.