Aunque Redgrave es un muy buen actor, creo que Mason hubiera sido una mejor elección para el papel, aunque el problema del film, en mi opinión, no es interpretativo. Da la impresión que, en especial en el tercio final, nadie sabe muy bien qué demonios se está contandom y los personajes aparecen y desaparecen sin ningún sentido. Lo más delirante es que el misterioso hombre en el bosque es... ¡Bob!, cuando se nos hace creer que es el marido, Mark, y que ha matado a su esposa. Se habla mucho del falso flashback de la hitchcockiana Stage Fright, pero en comparación es un detalle digno de un Oscar al mejor guion, mientras que este giro de guion del film de Lang es de juzgado de guardia, por absurdo, innecesario y chapucero.