Mientras empieza narrando una tragedia, el asesinato del amante de la protagonista, nos va introduciendo en una trama de ajuste personal, de vengadora justiciera muy poco creíble. Mas que nada porque es un personaje que sufre, que es sensible, y a la que no le pega nada empuñar un arma.
Pero bueno, todo eso sería mas o menos admisible, de no mediar el personaje de Terrence Howard. Encarna a un policía, y por su mentalidad y actos, encarna al lado coherente, a la justicia, a la actitud ética ante el crimen.
La escena clave, que fue la que me dió asco, es aquella en la que la protagonista encuentra al asesino de su pareja, y se dispone a matarlo. Todo muy bien, salvo que irrumpe el policía, habla con ella, y tras convencerla , la deja campo libre para que le mate. No sólo eso, sino que coacciona a la misma para que lo haga , dejándole la pistola en la mano.
Es decir, en un momento hemos sido manipulados al ver cómo el personaje que asumía un rol de intenciones diametralmente opuestas al de la protagonista, se pasa al otro lado, justificandola.
Si ella llega a matar sin mediar de por medio ese otro personaje, me hubiera parecido un film de venganza sin más. Pero con ese detalle, se demuestra la cobardía de un film totalmente perjudicial desde un punto de vista moral.
Juego sucio, en definitiva.