Es una gran película, la mejor del género el año pasado junto a The Babadook. Recuerda en todo a Carpenter, desde la música con sintetizadores (brillante composición de Disasterpeace) a la planificación (esos planos generales fantasmagóricos de los suburbios de Detroit) y el formato de pantalla. Además demuestra como en un subgénero tan trillado como el terror adolescente se pueden hacer aún obras con un enfoque diferente y sorprendente (dos adjetivos que parecía imposible asociar al género de terror actual). La atmósfera que desprende en su conjunto evoca al mejor cine de terror de los 70-80, todo es muy anacrónico (se supone que se situa en la actualidad, pero no nos indican la época en que transcurre la acción). La escena final en la piscina es memorable, visualmente eficaz y espeluznante.