Es que era lo único que podía hacer. Es un poco como el Fantasma de la Ópera: por mucho que el espectador hubiera querido que acabara con el Fantasma, la chica sólo puede acabar con Raoul, que es como ella. Como el Fantasma (tanto esta historia como King Kong no dejan de ser variaciones del tema de la Bella y la Bestia), como el Monstruo de Frankenstein, Kong tiene una aureola de fatalidad y soledad, como todos los buenos monstruos clásicos. No puede haber aquí un
happy end. Esto está aquí además agravado por la clara barrera biológica: dada la diferencia de tamaño (y de especie) es dudoso que Kong y Ann Darrow/Dwan hubieran llegado a algo más. No son historias de amor felices, son historias cuyo encanto -por así decirlo- radica en que permiten al espectador sufrir a pierna suelta.
Era
King Kong 2. La idea de emparejar a Kong con una hembra de su especie, y la idea de que podían ser la esperanza de continuidad de la misma (me recuerda a
Baby, el secreto de la leyenda perdida, otra película de bestias gigantescas en peligro de extinción y aventuras en la jungla de esos años y que también se la pegó en taquilla), podía haber dado mucho juego, y los efectos de la película estaban logrados. El problema es que el guión era malo, malo, y estaba lleno de tonterías, y por otra parte la propia película parecía no aclararse sobre si era una parodia, una película de aventuras, de acción o qué.