Por un lado está la trama de los asesinatos. Los tres culpables están claros. Por un lado Sebastián, el que trabaja en la casa, que aprovecha el tener del hotel donde trabajaba panfletos, algunos contratos y alguna cosa más (que acaba ayudando a atar cabos en la investigación, como los regalos de pegatinas y mini tv de Málaga) para engatusar a las niñas y hacerles creer que las puede conseguir trabajo y sacarlas del pueblo, bien para llevárselas al cortijo con este pretexto y matarlas o bien para, una vez usadas, repetir más veces y no matarlas a la primera, teniéndolas comiendo de la mano entre la promesa de trabajo y las amenazas de distribuir las fotos hechas. El gancho para llevárselas era el joven Quini y por último el jefe de la trama es el cacique, el que da trabajo al pueblo y por ello algunos saben algo pero callan, cubren o ignoran. "Tú no sabes como funcionan las cosas aquí" dicen muchos, incluidos policías y el juez. Al final Sebastián muerto, el chaval a la cárcel y el cacique libre.
¿Puede que el policía bajito sea el malo que no se ve en la foto? ¿Qué quiere decir ese momento final? A la primera pregunta, absolutamente no, sería absurdo todo lo demás (partiendo del hecho de que los crímenes se suceden hace años y él estaba en otro sitio con otras cosas) y la película por todos los detalles (ropa, reloj, lo de las manos suaves y el perfume que dicen las niñas y que el policía nota) te muestra y confirma que este era el cacique e incluso ambos intentan ir a por él y es cuando se chocan con el "aquí las cosas funcionan así, si no tenéis pruebas claras, no hago nada".
La interesante trama del policía y su carácter va paralela. Por un lado nos ejemplifican las dos Españas. El policía joven, con ganas de cambio, contra el régimen en un país que se resiste a ello. Como contrapunto el trabajado personaje de Javier Gutiérrez, un torturador del franquismo, que incluso mató en una manifestación y que se libra del castigo y se adapta a su nuevo puesto, manteniendo el perfil bajo. No quiere ser un héroe ni salir en los papeles, deja todos los méritos a su joven compañero al que aunque parezca mentira, admira. Admira su espíritu inocente, su alma sin manchar. Desea que no cambie, que recuerde lo que hizo en ese pueblo y se lo cuente y enseñe a su hijo, mientras él en su vida poco tiene de que sentise orgulloso y tampoco nadie a quien enseñárselo. Prefiere pasar sus días bebiendo y con mujeres.
Aún con un carácter violento presente, tiene claras muestras de arrepentimiento de lo que hizo en el pasado, centrándose en querer compensar en la balanza sus crímenes, encontrando sin descansar en el intento, a los salvajes que secuestran niñas y salvarlas. La mirada de terror al decirle "los muertos te están esperando, pronto" lo dice todo e intenta hacer las paces consigo mismo y seguramente con el miedo a que le espera en el más allá si este existe, viendo que no le queda mucho (mear sangre nunca es buena señal).
Ese "¿Todo bien no?" que le dedica a su compañero al final no es porque estuviera en el ajo, de hecho precisamente por la ayuda en el caso, por el que le haya salvado la vida y porque no quiera meterse en más jaleos denunciando a ese pobre diablo, rompe las fotos de cuando mata a la manifestante y hace la vista gorda, aunque le dedique una mirada de odio y desaprobación ante de que los créditos finales aparezcan.