La moderna es interesante y sabrosona, con nervio, pero la clásica es un filme aparte. Es una pesadilla convertida en imágenes, extraña, asfixiante, con connotaciones documentales que la convierten en un experiencia casi peligrosa. Quizá por eso siempre me quedaré con la de Hooper.
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"I never drink... water" </p>