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El director de ‘Sinónimos’, ganador del Oso de Oro del Festival de Berlín de 2019, presenta en la Competición Oficial de Cannes una nueva denuncia del militarismo y conservadurismo de la sociedad israelí.

Autor de un cine conceptual y manierista, Nadav Lapid figura, con todo merecimiento, entre los grandes descubrimientos del cine de autor mundial de la pasada década. Con ‘La profesora de parvulario’ –que tuvo remake estadounidense–, el cineasta israelí demostró poseer un talento inusual para articular, a través de imágenes de gran calado lírico, una mirada crítica hacia la falta de libertades en su país. Luego, con ‘Sinónimos’ (ganadora del Oso de Oro del Festival de Berlín), Lapid estrujó su propia biografía para ilustrar los traumas de su nación desde un escenario exterior, un París convertido en la infernal segunda residencia de un joven desorientado y sensible. En ambas películas, el objeto de las iras del joven director –el fanatismo militarista y el conservadurismo dominante en el Israel de los últimos lustros– se abordaba desde la parábola, la fábula y unos personajes fuera de lugar: un niño con alma de poeta en ‘La profesora…’ y un joven con inquietudes artísticas en ‘Sinónimos’. En este sentido, ‘Ahed’s Knee’ (‘La rodilla de Ahed’) supone una cierta transición, en el imaginario de Lapid, hacia una toma de partido más clara y directa en su disección de las miserias de su pueblo.

El grado de transparencia de la denuncia de Lapid se pone de manifiesto desde el título de su nueva película, que hace referencia al interrogatorio y encarcelamiento, a manos de las fuerzas de seguridad israelíes, de la joven palestina Ahed Tamimi, quien adquirió fama mundial cuando se hizo viral un vídeo en el que aparecía abofeteando a un soldado israelí. El protagonista de ‘Ahed’s Knee’ es un director de cine llamado Y que está filmando una película sobre la activista palestina, quién, según expresó en 2018 Bezalel Smotrich, el portavoz del Partido Sionista Religioso, “debería haber recibido un disparo, al menos en la rodilla”. En el inicio del film de Lapid, vemos a Y (Avshalom Pollak) haciendo un casting para encontrar a la Ahed de su película. Sin embargo, el grueso de ‘Ahed’s Knee’ transcurre durante una pausa en este proceso de casting, en la que Y viaja hasta la localidad de Sapir, en la provincia rural de Arava, para presentar una proyección de su anterior película, “estrenada en Berlín”. Los paralelismos son suficientes para pensar que Y actúa como un alter ego de Lapid, aunque hay detalles que abren distancia entre realidad y ficción: Y afirma que jamás será padre, mientras que Lapid es padre de un niño, llamado Noah Lapid Preis, que aparece en una de las escenas más bellas de ‘Ahed’s Knee’.

A la postre, el nuevo drama de Lapid halla su núcleo narrativo en la tensa relación que se establece entre Y, el cineasta inconformista, y Yahalom (Nur Fibak), una joven funcionaria, responsable del sistema de bibliotecas públicas israelí, que se encarga de supervisar la visita de Y a Sapir. En un principio, la relación parece amigable, y se llega a percibir una cierta tensión sexual entre la pareja, pero las cosas se tuercen cuando Yahalom le pide a Y que firme un documento que le compromete a enmarcar la presentación de su película en una celebración de las políticas ultranacionalistas y reaccionarias del gobierno de Israel: “la familia”, “la memoria del pueblo judío”, “los compañeros de armas”… Este pequeño incidente generará en Y una desazón que se sumará a la preocupación con la que el cineasta vive la lucha de su madre contra el cáncer (la madre de Lapid falleció por culpa de esta enfermedad recientemente).

En manos del director de ‘Policía en Israel’, esta trama aparentemente elemental se convierte en un verdadero festín audiovisual. Incapaz de filmar una escena sin convertirla en un derroche de creatividad plástica y sensorial, Lapid pasa por su cámara (de rayos X) el descontento de su protagonista poniendo el foco en los cuerpos de sus personajes y en un paisaje árido que tiene algo de los desiertos del cine de Michelangelo Antonioni: abismos existenciales en toda regla. En varios pasajes de ‘Ahed’s Knee’, Lapid filma las tirantes interacciones de Y con la burócrata y los habitantes de Sapir sustituyendo el clásico plano/contraplano por uno ir-y-venir de la cámara que funciona como una versión espectacular de las riñas matrimoniales de ‘Maridos y mujeres’ de Woody Allen. Aunque el summum de la inventiva del cineasta israelí llega en unos números musicales, al son de Vanessa Paradis y Bill Withers, cuyo optimismo y vitalismo funcionan como el reverso absoluto de la funesta realidad sociopolítica contra la que se manifiesta Y. Así, a través de una ruta arremolinada por las luces y las sombras de la vida en sociedad, Lapid entrega su película más discursiva y exhibicionista hasta la fecha, una obra de agitación política que bebe del cine de la modernidad para dar rienda suelta a la más genuina indignación.