Lo primero, hay que entender que Jeanne venía del mundo de los "Concursos de belleza" en playas y demás. Su educación de niña y adolescente tuvo lugar en una escuela privada exclusivamente femenina de ascendencia irlandesa y católica. Era soñadora, tranquila, muy tímida e introspectiva, adjetivos que se mantendrán en esencia a lo largo de su vida. Allí se revelaría su interés por la pintura, el arte y la interpretación, que la permitió salir de su caparazón al actuar como si fuese otra persona.
De esta etapa de iniciación a la vida en su escuela, rodeada de monjas, salió realmente impresionada, tanto que llegó a pensar en hacerse monja. Sin embargo, una vez su estancia se terminó allí, la esperaba un mundo que no conocía: el del género masculino, y Jeanne ya empezaba a sobresalir por su belleza.
Llega la etapa de los concursos de belleza y su armonioso rostro no tardará en ser reconocido por gente ligada al mundo del cine, tanto de la Fox como de la RKO (fue en una visita en grupo con chicas como ella cuando Orson Welles se fijó en Jeanne en particular como ya indiqué anteriormente). Audicionó para The Magnificient Ambersons pero la prueba no convenció del todo al genial realizador, que sostuvo que su juventud e inexperiencia jugaron en su contra probablemente pues en vivo no percibía ese talento especial que capta la cámara en una instantánea, y le dijo que estudiara, que había dentro de ella potencial. Su papel acabaría interpretándolo Anne Baxter, con cuyo nombre más adelante rivalizaría y se "robarían" papeles mutuamente, las dos en su apogeo. Añadid a Susan Hayward a la ecuación también.
Jeanne, su familia, mantuvo durante este tiempo desde la distancia contacto con un cazatalentos de la Fox, y el ganar otro concurso de belleza muy importante la llevó a conocer a uno de los miembros del jurado, el fotógrafo William Mortensen. Este hombre no estaba incluido entre los grandes nombres del gremio de su profesión, es más, se le tildaba de "oveja negra" o desfasado, en un momento en el que la fotografía había virado hacia el realismo, mientras que él cultivaba su propia técnica que no pocas veces pasaba por retocar las propias imágenes.
Era un fotógrafo pictoralista, movimiento que alcanzó su cénit a comienzos del siglo XX y que está basado en un concepto romántico aplicado a paisajes o retratos, incidiendo él en su obra hacia el ocultismo, lo fantástico, lo grotesco y, por fin, el desnudo y el erotismo; en el pasado habían posado para él Fay Wray, Rodolfo Valentino, Jean Harlow, Lon Chaney o Clara Bow. El expresionismo, los films de terror de la Universal o de bestias como King Kong se hallaban como fuente de inspiración particular.
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Buscaba con su arte explorar e inspirar reacciones y sensaciones extremas. Y así, sus fotografías, no todas, derivan en un aire de mundo onírico o irrealidad, como estampitas religiosas, que nacía de fusionar técnicas fotográficas como el bromóleo, que es el responsable que consigue aparentemente que nos encontremos ante un grabado o una pintura al óleo más que a una fotografía en sí. Cuando falleció en 1965 su nombre ya había sido olvidado, aunque Vincent Price, el legendario intérprete del fantástico y uno de los coleccionistas de arte por excelencia de Hollywood, y la propia Crain le rindieron tributo en un documental exhibido un año después de su muerte. Para ella, supuso la primera vez que se ponía delante del objetivo para ser retratada y ese aprendizaje fue su punto de partida. Aquí está el documental, donde Crain aparece brevemente como co-presentadora, a partir del minuto 28 y en donde se pueden avistar algunas fotografías suyas:
https://vimeo.com/63442597
Lo cierto es que para el fotógrafo Crain fue una auténtica musa; el rostro más hermoso que jamás había visto y la figura más exquisita en la que sus ojos habían puesto su mirada. La actriz medía 1.63 m.
Una de estas imágenes, de las miles y miles que tomó de la actriz, llamó poderosamente la atención de empresario teatral y emigrante desde la vieja Europa Max Reinhardt;
no exactamente ésta, pero sí una por el estilo en la que Jeanne tenía un rosario entre las manos y cuyos ojos estaban semi ocultos bajo una oportuna oscura y misteriosa sombra. Una imagen serena pero al mismo tiempo ultraterrenal, perfecta a priori para un proyecto que Reinhardt ansiaba llevar a cabo. En esa imagen Jeanne encarnaba a Bernadette de Lourdes, y Reinhardt lo que buscaba era adaptar la novela de Franz Werfel "The Song of Bernadette". Como escritor y productor ya habían trabajado juntos antes, mantenía una opción de compra de los derechos, pero para lamento de ambos, productor y actriz, se les adelantó la 20th Century Fox, que dio salida al film de Jennifer Jones tal y como lo conocemos. Jeanne hubiera quedado de maravilla en ese registro.
No obstante, Jeanne asistió a una interpretación en la escuela de teatro de Reinhardt, quien fallecería muy poco después, y allí fue cortejada por gente de Warner Bros, Paramount y la propia Fox. Al final, Crain le fue fiel al estudio de Zanuck pues había sido el que mayor constancia había puesto su empeño en ficharla.
Su ascenso fue meteórico y en 3-4 años llegó a ser la intérprete del estudio que más correo recibía de fans, sólo superada por Betty Grable. Fue dirigida por Otto Preminger, Henry Hathaway y George Cukor en sus primeros títulos; y todos quedaron satisfechos de las prestaciones de la recién llegada. Hathaway apuntó que más le valdría al estudio subirle el sueldo pronto pues la joven apuntaba muy alto y las renovaciones de contrato se estipulaban cada pocos años, y Cukor aseguró que había progresado eficazmente en un intervalo de tiempo muy breve por lo que ya iba siendo hora de encontrar un profesor de renombre que la ayudara a profundizar en la interpretación.
La chica además se labró rápidamente una fama de seria trabajadora.
A partir de ahí le llegaron los films clave en su cotización al alza y sin frenos: State Fair, Leave her to heaven, Centennial Summer, Margie o Apartment for Peggy, quedando por medio proyectos que no llegaron a cuajar coprotagonizados por Gregory Peck o Tyrone Power, o bien lo harían más adelante con ella ya fuera de juego, e incluso otros en los que pudo tener cabida pero que fueron vetados por el propio Zanuck para su nueva perla (y hablo de My Darling Clementine, de John Ford, en el papel que da nombre a la película, una aparición breve en el film que Zanuck casi vio como un desagravio para la joven). También empezó a quedarse boquiabierta de codearse con gente a la que admiraba y había podido ver antes como espectadora en la gran pantalla, como la misma Ingrid Bergman, cuya labor en Spellbound tanto había admirado Crain.
Y si su futuro profesional iba viento en popa, el personal no iba a ser menos, aunque se mostrara más volátil, complicado y traicionero; Crain se casó con sólo 20 años, una florecilla que aún no sabía mucho de un universo de hombres, en contra de los deseos de su madre, que había sido una aliada FUNDAMENTAL tanto en su educación como en su labor de agente, conduciendo de aquí para allá adonde su hija fuese requerida en los años anteriores, y que no puedo evitar la boda o asistir al menos por la huída que su hija emprendió con su conquistador. A la larga, estallarían varios conflictos que sin duda afectaron al devenir de su carrera (1955-1956) pues Loretta, su madre, y Paul Brinkman, su esposo de por vida y padre de 7 hijos en común, un aspirante a actor reconvertido a hombre de negocios, parece ser que jamás se llevaron bien.
Curiosamente en el libro no se reseña nada, ni siquiera anecdótico, acerca de la recurrente pareja en lo profesional Dana Andrews / Jeanne Crain (4 films protagonizaron juntos; el más importante, indudablemente el primero, State Fair, pues el resto ya acontece en zonas más templadas o definitivamente crepusculares de sus respectivas carreras); sí se sabe que se llevó muy bien con Gene Tierney mientras rodaban juntas como hermanas en la ficción; también que fue buena amiga de Ann Blyth y de Jean Peters; que disfrutó mucho de la compañía de Myrna Loy (con la que coincidió 3 veces), y que, en general, ni habló mal de nadie ni nadie habló mal de ella, pese a lo cual trabajar con Clifton Webb en Cheaper by the dozen no fue una experiencia agradable, todo lo contrario a lo sucedido con Loy.
Jeanne firmando autógrafos durante el rodaje de Margie (1946, Henry King). Un rodaje que disfrutó muchísimo pues le recordaba a sus días de escuela. Trabajar en el campus y con estudiantes fue como estar en familia. Igualmente disfrutó mucho de la compañía del prolífico y veterano realizador.
Jeanne tenía una hermana de uno a dos años menor llamada Rita que fue a la misma escuela que ella y que fue otro soporte fundamental de la actriz durante sus primeros años. Aquí están las dos hermanas de merienda disfrutando del lago donde se rodó una de las secuencias emblemáticas de ¡Que el cielo la juzgue!.
Rita tenía un carácter mucho más lanzado y aventurero que su hermana mayor; sin embargo, también buscó sus posiblilidades en el mundo de Hollywood, llegando a posar para el mismo fotógrafo que Jeanne, sin éxito. Si Jeanne tuvo 7 hijos, Rita sólo tuvo uno; con el tiempo, creció dentro de Rita la sensación de estar ensombrecida por la enorme figura de su hermana, sin reproches, para quien su madre se llevó muchas atenciones.
A partir de aquí, la parte más dura de su historia resumida:
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Se fue una preciosa mujer, de cuerpo y alma, que había inculcado lo mejor que podía a sus hijos la pasión por la creatividad, el aprendizaje, la lectura. En la vida real fue viajera, curiosa, educada, cercana, generosa y cariñosa como aquellos personajes cándidos y luminosos que la convirtieron en la novia de la América de la posguerra. Y siempre siguió recibiendo cartas de fans que nunca la olvidaron.
Galería de imágenes (Sus relaciones y films con Kazan y Mankiewicz ya las mencioné anteriormente)
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