Como ya he comentado alguna vez, si hay un género cinematográfico que me guste por encima de todos es el fantástico especialmente (aunque no únicamente) el terror.
Con contadas excepciones, tengo por costumbre no ver demasiadas veces mis películas favoritas. Me parece que las desgasta y acaban perdiendo su valor. Me pasó en mi infancia con Golpe en la pequeña China, que la alquilé en VHS del videoclub cada sábado durante dos o tres años, hasta sabérmela de memoria. Eso sí, cuando me hago un ciclo de revisionados de películas que me gustan… ¡procuro disfrutarlo a fondo!
En ese sentido, uno de mis ciclos favoritos es el de las películas que adaptaban a Poe, dirigidas por Roger Corman y protagonizadas por ese monstruo que era Vincent Price.
Dos de las películas del ciclo las he visto solo una vez (La tumba de Ligeia y La máscara de la muerte roja), algunas, dos o tres veces, pocas en cualquier caso (El péndulo de la muerte, La caída de la casa Usher) y dos las vi hasta la saciedad en VHS: La obsesión, e Historias de terror.
Mi padre era un coleccionista muy cuidadoso, aunque su “arte” hoy sería poco apreciado. En una época en que las películas se alquilaban, no se compraban, lo que él hacía era grabarlas de la tele. Pero lo hacía bien: cortando y reiniciando la grabación para quitar los anuncios, grabando (cuando los emitían) los créditos finales completos, haciendo en su oficina buenas etiquetas para la cinta… dos películas, grabadas en una sola cinta, las vi hasta la saciedad en mi infancia, precisamente, La obsesión e Historias de terror. También tenía cosas valoradísimas que la gente solía pedirle durante años, antes de que llegara el DVD e Internet, como la serie de V grabada de TVE1, y películas antiguas mil. Mi pasión por el trío Corman / Poe / Price, así pues, viene de lejos.
Empiezo el ciclo con “La caída de la casa Usher”. Sé que está ahí la versión de Jean Epstein, que solo vi una vez, en una copia bastante desafortunada con calidad de imagen muy limitada, y no disfruté demasiado. Prometo enmendar esa falla en breve, pero mientras tanto, esta no está nada mal. Antes de entrar a valorarla, hay que mencionar los cuatro nombres que harán grande esta cinta.
-De Poe poco podemos hablar. Un genio de su época. Curiosamente, lo primero que leí de él no fue ninguna obra relacionada con el ciclo, sino una lectura “recomendada” en el colegio, que saqué de la biblioteca: era un libro que tenía dos obras suyas, El escarabajo de oro y Doble asesinato en la calle Morgue. También incluía una biografía suya que devoré, descubriendo las extrañas circunstancias en que murió, o la escandalosa (al menos, a mi edad)

noticia de que… ¡se casó con su prima!
Más tarde, mis padres me regalaron sus cuentos por Reyes en dos tomos, y actualmente tengo un tomo con toda su obra que, lamento decirlo, leo poco, pues a pesar de ser nuevo y tener sola una lectura, el libro está desgajado y con múltiples páginas sueltas.
He de decir que Poe no es mi favorito (ese puesto le corresponde a Lovecraft en mi corazoncito) pero queda en mi top 5 y consigue que el tiempo no corra para mí cuando leo algunos de sus relatos. Aunque los que escribió en plan cómicos o sátira no me gustaron demasiado, probablemente he de darles otra oportunidad.
-El segundo nombre que echar a la olla es Roger Corman. Su figura debería ser de obligado estudio en escuelas de cine: el cine es un arte, y él consiguió hacer un arte del negocio de hacer cine. Además fue padrino de múltiples directores y actores famosos, un productor que nunca dejó de darle una oportunidad a nadie, y tiene títulos muy interesantes más allá del ciclo que nos ocupa, aunque lo más afortunado de su filmografía para mí, está aquí.
Para aquellos que se vean interesados en su figura, desde cualquier ámbito, personal o cinéfilo, yo recomiendo su autobiografía, que es de cabecera para cualquiera interesado no ya en su obra o su persona sino en cine a secas: Como hice cien films en Hollywood y no perdí ni un céntimo. He leído el libro de pe a pa varias veces, y lo he consultado sobre X o Y películas infinidad de veces. Y volveré a hacerlo con las películas del ciclo.
-Richard Matheson es mi primer autor favorito de terror contemporáneo. Lo mejor que ha hecho Stephen King en su obra ha sido, ejem “inspirarse” en Matheson. Es el autor de novelas seminales del género como “Soy leyenda”, “La casa infernal” o “El increíble hombre menguante” pero en mi opinión cuando más luce es en los relatos. Tiene un don para presentar situaciones cotidianas, nada anormales o fantásticas, y meter el elemento sobrenatural o extraño poco a poco…
Matheson fue, junto a Rod Serling y Charles Beaumont (del que también me tocará hablar) guionista de la excelente serie “The Twilight Zone” (la mejor serie fantástica que ha dado la caja tonta). Una serie de la que aún hoy sigue bebiendo el género fantástico.
Al menos dos relatos suyos, leídos de noche en la cama, han conseguido que deje el libro y mire a mi alrededor sintiéndome “acojonadillo”, concretamente “Se equivoca de número” y “El número de la desaparición”. Sin hacer ascos a muchos otros. Para iniciarse en Matheson, aparte de las novelas mentadas, yo recomiendo la antología de relatos “Pesadilla a 20.000 pies y otros relatos insólitos y terroríficos” editado por Valdemar. Yo he perdido la cuenta de las veces que lo habré leído. Sublime.
-Por último, está el señor Vincent Price. Mi actor fantástico favorito, junto con Peter Cushing, y seguido de cerca por Karloff y Lee. De pequeño le vi en “El abominable doctor Phibes” (para mí es casi-casi su mejor película, increíble).
Por la época de Usher… todavía no había sido descubierto como actor con perfil ”
creepy” para pelis de terror, aunque había participado en “La torre de Londres” y, sobre todo, en “El castillo de Dragonwyck” donde ya adelanta algo de lo que serán sus futuras actuaciones “terroríficas”. Posteriormente quedaría bastante encasillado en el terror (una auténtica pena). Porque podía inspirar tanto lástima como miedo y, lo que es más meritorio todavía, podía inspirar ambos sentimientos
en el mismo papel, cosa que haría en el ciclo bastantes veces.
Presentados nuestros cuatro principales “interfectos” vamos a poner manos a la obra…
La caída de la casa Usher es extremadamente breve en su metraje (menos de 80 minutos de duración). Fue rodada en 1960, época en la que Corman, bajo el paraguas de la AIP (American International Pictures) rodaba películas baratas, a veces por menos de 100.000 dólares, en blanco y negro, con menos de una semana como tiempo de rodaje, y a veces, rodando varias películas a la vez para aprovechar decorados, actores…
Cansado, quizás, de esa actividad, propuso a los capitostes de la AIP un “experimento” diferente: rodar una película en color, por 200.000 dólares de presupuesto, con tres semanas para efectuar el rodaje, contando con mejor guión y mejores actores de lo habitual, y con un precedente literario muy concreto: El hundimiento de la casa Usher, de Edgar Allan Poe.
Uno de los socios de AIP, James Nicholson, aún puso algunas pegas, principalmente “que no había monstruo”. La AIP se especializaba en pelis cutres de monstruos cutres, y una película sin monstruo les era ajeno. A lo que Corman, en un alarde de genialidad, exclamó: ¡La casa! ¡La casa es el monstruo! Probablemente por eso, Price declamará algunas líneas de diálogo en ese sentido “¡Esta casa está viva! ¡Respira!”. Así lo confirma Corman en su libro, donde comenta que Price le preguntó que significaba esa frase, y que su respuesta fue “Es la frase que nos ha permitido hacer esta película”.

Con un presupuesto final de 270.000 dólares y el gran Vincent Price en el papel, Richard Matheson adaptó el relato de Poe a un guión, y tenemos a Daniel Heller, quizá menos mencionado cuando se habla del ciclo que Corman, Price o Matheson, pero igualmente crucial: el diseñador de producción del ciclo, que sacaría oro de debajo de las piedras.
La película cuenta la historia de un joven de Boston llamado Philiph Wintrop, que se adentra en un tenebroso territorio alejado de la civilización en busca de su prometida, Madeline. Esta vive en un sombrío caserón junto a su hermano Roderick, que recibirá de malos modos al joven, instándole a volver a Boston y olvidarse de su compromiso. El joven, evidentemente asombrado, pedirá explicaciones, que serán vagas en todo caso: como si de una maldición se tratase, los dos supervivientes de la estirpe Usher son extremadamente delicados, pende sobre ellos la constante espada de Damocles de la muerte prematura.
Así, ambos parecen aquejados de una especie de estado depresivo extremo que huye de todo lo bueno: Roderick es ultrasensible, la más mínima luz le destroza los ojos, cualquier sonido es una tortura (“oigo a las ratas escarbar tras las paredes”, asegurará). Philiph intentará llevarse a su prometida ignorando las esquivas advertencias que recibe de su hermano… desencadenando así la tragedia.
Incido, impresionado, en el diseño de producción. Hay súper producciones que se gastan cientos de miles en recrear películas “de época” siendo el resultado mediocre o cuanto menos, discreto, a veces incluso mediocre; y aquí, con un ínfimo presupuesto (se dice que la mayor parte del mismo se fue en el sueldo de Price) no hay dudas: ESTAMOS en una “película de época” sin que nada chirrie ni desentone, nos lo creemos con naturalidad. Eso, en mi opinión, es talento, que no se puede comprar con dinero.
Corman llevaba algunos años interesado en la psicología, había estudiado a Freud y acudía a un psicoanalista, como estaba “de moda” hacer en la época, y vertió parte de sus conocimientos en la película. De hecho, en la película podemos “leer entre líneas”, esa extraña referencia a los antepasados Usher hiede a endogamia, a incesto, a crímenes ocultos, de forma similar puede verse la relación entre los hermanos Usher: ¿es la seguridad de Madeline lo único que motiva a Roderick a mantenerla a su lado, aún pagando un precio terrible? De hecho, desde el principio se comporta con Philiph como un rival.
Por último, el interés de Corman por Freud se vierte en la secuencia onírica (que será frecuente en todos los films del ciclo, muchas veces como “llave” a la verdad oculta, otras como advertencia de lo que está por venir). Corman usó filtros de colores y también gelatinas para obtener esos efectos; presupuesto mínimo y el resultado es historia.
Un nombre más que quiero mencionar es el de Les Baxter, compositor de las bandas sonoras de todas las películas del ciclo empezando por esta, amén de varias películas más de Corman, y de otros directores dentro de la AIP (la que más recuerdo es de Terror en Dunwich, que era soberbia, escucharla es ya un viaje de LSD).
Corman siempre fue hombre de aprovechar oportunidades. ¡A veces por “aprovechar una oportunidad” rodaba una película! En el caso de Usher… se produjo un incendio en las colinas de Hollwood. Él escuchó esto por la radio, y una vez apagado el fuego, al día siguiente se presentó con Mark Damon, el protagonista que interpreta a Wintrop, y un caballo, y rodaron la escena de su llegada a las tierras de Usher. Así, esas tierras áridas, de árboles muertos, no son sino el resultado de un incendio sucedido no hacía ni 48 horas. Genio y figura…
Por toda la película circula un ambiente malsano y necrofílico al que contribuye sobre todo Vincent Price, en una interpretación soberbia y torturada: en el fondo es un hombre que tiene sus razones para actuar como lo hace, aunque sus actos sean irracionales, fruto de la superstición y la ignorancia, pero tiene también una veta sádica o incluso también masoquista. Tampoco me olvido de la gran interpretación de Myrna Fahey cómo Madeline Usher, un personaje terriblemente arrastrado por un destino al que empieza a sospechar que no podrá escapar, devorada por las circunstancias y debilitada por un ambiente tóxico, aunque su interpretación cae en sobreactuación al final (sin que ello le reste un ápice de horror ante lo que estamos viendo).
Una obra maestra del terror, y soberbia adaptación de Poe, aunque la fidelidad a la trama del relato no es, en realidad, total (hecho este que se irá repitiendo a lo largo del ciclo) consigue capturar su esencia de pasiones reprimidas, de morbosa fascinación por la muerte, de espíritus torturados en vida que esperan su final sin liberación posible, de ambientes lóbregos y malsanos, de actos innombrables del pasado que afectan al presente…
La película recaudó un millón de dólares en taquilla, haciendo rentable el “experimento”. Corman quería rodar a continuación una película basada en “La máscara de la muerte roja” pero el reciente estreno de “El séptimo sello” de motivos parecidos a la historia que tenía en mente, le hicieron aplazarlo, decidiéndose por El foso y el péndulo… aunque eso es otra historia.