Pasados los minutos iniciales, después de la catástrofe, todo se vuelve turbio:
—Enseñe abundantemente las heridas de Naomi, no sea que el espectador no lo pille a la primera.
—Aderece la película con reacciones atificiales: si te encuentras a un herido, arrástrale por el suelo, por el lodo, que sufra, que se oiga bien su sufrimiento.
—Que abunden los primeros planos con ojos llorosos. Que no solo salgan una vez, que sean abundantes y regulares, que se vea lo que el personaje sufre.
—Convierte el melodrama en una caricatura. Invéntate el metamelodrama. Que el dolor sea una caricatura de sí mismo. Ya que hay dolor: ¡QUE GRITE A VOCES!
—Que sea una película resultona, que salga buena casquería de la boca de los intérpretes.
—Que la banda sonora suene potente y sin ton ni son: venga vamos a llorar más.
Con una factura técnica impecable, no es capaz de emocionarme una sola vez por culpa de un mediocre guion. No hay emociones verdaderas en esta película. Todo es humo; hay película, sin embargo no veo una película.
Ahora haga el siguiente experimento:
Reproduzca los primeros minutos de "Mas Allá de la Vida", la película de C. Eastwood. Habrá visto más cine y más dolor que en los 100 que dura la película de J.A. Bayona.