La fuerza del cariño es una de esas películas que en casa nos sabemos de memoria. La habremos visto (sobre todo, mi hermana y yo) unas 30 o más veces juntos. Y nos sigue emocionando en los mismos momentos y reímos también de igual manera en otras escenas. Creo que, al igual que madre e hija en la hermosa película de James L. Brooks, mi hermana y yo compartimos algo especial, materializado entre otras cosas en este film. Al igual que aquella relación, muchas veces sobran las palabras.
De eso va La fuerza del cariño, de los gestos que forjan las relaciones, a veces pequeños a simple vista, pero que son determinantes. Si esa relación está conformada por dos personas tan especiales como ellas (aún más complejo resulta cuando sumamos al astronauta ), la historia es absolutamente magnífica. O así me lo parece a mí.

Todo este rollazo era para afirmar que la Winger tiene igual mérito que Shirley, solo que a esta ya le debían el Oscar (por ejemplo, por El apartamento). Si en vez de apostar por ambas en la misma categoría, se hubiese postulado a Winger como secundaria (recuerdo que aquel año ganó la pequeña actriz Linda Hunt, haciendo de tío en El año que vivimos peligrosamente) estoy seguro de que se hubiese llevado el premio para casa. La propuesta de James L. Brooks era demasiado fuerte en todos los frentes importantes (categorías, me refiero) y solo luchando entre sí podía perder alguna batalla, como así pasó.