Es evidente que el nuevo sistema de votación favorece que se premie a películas insípidas y correctas, de las que no molestan a nadie aunque tampoco entusiasmen (conste que no lo digo por Moonlight, que aún no he visto, sí por Spotlight y otras de los últimos años): Las apuestas arriesgadas o rompedoras, de las que dividen entre entusiasmo y rechazo, lo tienen crudo. Y es una pena, porque esas suelen ser, al menos, más interesantes, y de donde salen muchos clásicos.

Y después de esta "sesuda reflexión", alguien tiene que decirlo... ¡Qué buena está Amy Adams!