Quizás más que ningún otro cineasta en activo hoy, el japonés Satoshi Kon es un explorador de la mente subconsciente. Con la excepción de Tokyo Godfathers, la obra de Kon se interesa en su casi totalidad con las cuestiones de la memoria, la percepción y la identidad. Es un territorio que Kon conoce mejor que ningún otro, y está en plena forma con Paprika, que muy bien puede ser su mejor trabajo hasta la fecha.
Adaptado de una popular novela del mismo título, Paprika gira alrededor de un grupo de científicos experimentales que han desarrollado una nueva herramienta psiquiátrica, conocida como DC Mini. Este dispositivo permite que un médico entre directamente en los sueños del paciente al que está tratando e interactúe con ellos para diagnosticar y tratar cualquier problema que el sueño pueda sugerir; una premisa muy parecida a la que servía de base a The Cell. Sin embargo, el proyecto corre peligro cuando al creador del invento, el distraído Dr. Tokita, le roban tres de los dispositivos DC Mini, recién completados y sin los protocolos de seguridad instalados. Por ello, los ladrones pueden utilizar estas máquinas para irrumpir en las mentes de otras personas y atraparlas en extrañas visiones elegidas por los delincuentes. Lo más inquietante es que muestran una creciente capacidad para hacer eso incluso con mentes despiertas. La mayor esperanza en la lucha contra esta amenaza es Paprika, el alter ego de la Dra. Chiba, psiquiatra a cargo de los experimentos con el DC Mini, y ella misma aquejada de un caso extremo de desdoblamiento de personalidad, muy posiblemente provocado por los primeros experimentos con la tecnología DC Mini, si bien la causa real de su afección nunca se concreta. Sean cuales sean sus orígenes, Paprika se encuentra como en casa en el mundo de los sueños y puede manipular con facilidad la realidad que allí se encuentra.
En esta película, Kon recorre el terreno que prefiere y para él es más fértil: los extraños impulsos y deseos del subconsciente que moldean y manipulan nuestra vida cotidiana, ya seamos claramente conscientes de ello o no. Nadie capta la cambiante realidad de la vida onírica como Kon, la peculiar lógica que rige allí, la inquietante forma que tienen los sueños de pasar de agradables a aterradores, sin previo aviso aparente Los impulsos que bullen bajo la superficie son el patio de recreo de Kon. El director trabajó temas muy parecidos a este en su reciente serie de televisión Paranoia Agent –en laque colaboró con el mismo guionista que en Paprika– pero, mientras que la serie se perdía en abstracciones en los episodios intermedios, aquí Kon alcanza un equilibrio mucho mejor entre las ideas y el entretenimiento. Los que quieren echar el diente al meollo de sus ideas encontrarán mucha sustancia aquí, pero los que quieran simplemente rozar la superficie y sencillamente entretenerse también quedarán a gusto.
En el pasado –especialmente con Tokyo Godfathers– las películas de Kon se han visto algo limitadas por sus presupuestos relativamente bajos y la consecuente simplicidad casi primitiva de la animación. Aunque los críticos han apoyado clara y constantemente a Kon, este éxito de crítica no se ha traducido por lo general en un gran éxito de público hasta ahora, por lo que no ha recibido los presupuestos que sí reciben sus colegas –y a veces colaboradores– Katsuhiro Otomo y Mamoru Oshii para explorar sus visiones personales. Pero, aunque los proyectos anteriores pueden haberse visto lastrados por un nivel de producción que no estaba a la altura con la visión de Otomo, aquí no existe ese problema. Con una animación producida por el respetado estudio de animación Madhouse, en esta película Kon ofrece unas imágenes tan vívidas y detalladas como puede producir su fértil imaginación. Los entendidos de la animación observarán también que, si bien puede haber algún que otro plano completado con CG, parece tratarse de una película sobre todo dibujada a mano, una rareza hoy en día.
La fascinación de Kon con la mente, aparejada con su voluntad para desafiar a su audiencia –es un director que se niega de plano a dar respuestas fáciles–, es su mayor fuerza y también, paradójicamente, el factor que siempre le apartan del nivel máximo en el escalafón de los animadores comerciales. Junto con los ya mencionados Oshii y Otomo, Kon es un director que transciende las limitaciones habitualmente asociadas con el anime, totalmente indiferente al servicio a los fans y los guiones estándar que vuelven locos a los otakus. Pero, aunque puede que nunca consiga la aceptación masiva de los aficionados a disfrazarse de sus personajes favoritos, Kon es un verdadero autor y un talento rebelde que merece mayor reconocimiento.