Casi sin pausa , Alex Fletcher y yo (a ver si se anima alguien más, aunque sea de tanto en tanto ), después de revisar la obra completa de Roman Polanski, iniciamos la de un nuevo director al que esta vez nos hemos ido a buscar a las antípodas: el australiano Peter Weir (Sidney, 1944). Weir, que va para los 75 años, lleva desde 2010 sin estrenar nada nuevo, lo que puede hacer pensar que quizá se haya retirado definitivamente. Su nombre desde luego no cotiza al alza hoy en día en la bolsa de la cinefilia como sí lo hacía en los años 80; además lleva 9 años sin estrenar, lo que son muchos años en estos tiempos acelerados, y encima su último film (Camino a la libertad) tuvo una repercusión más bien discreta. No ha sido un director prolífico, solo 14 largometrajes desde 1974 (y uno de ellos, El visitante, es un trabajo para la televisión). Pero a pesar de todo ello tiene un ramillete de excelentes films, de los que se te quedan grabados en la memoria desde el primer visionado, y que además, algo siempre de agradecer, se ven con gusto, se puede disfrutar sin necesidad de grandes ejercicios interpretativos, lo cual está por ver si es por su sencillez o por la habilidad del director. Para quien quiera seguir esta revisión y busque documentación, disponemos de una monografía editada por Cátedra: “Peter Weir”, de Nekane E. Zubiaur, un libro que, por lo que estoy leyendo, es francamente interesante, muy superior al decepcionante texto de Joaquín Vallet que citamos en la revisión de Polanski.

Como otro de los directores que revisamos hace un tiempo, Paul Verhoeven, Weir da sus primeros pasos en la televisión y en el documental, en el seno de una industria muy incipiente. Gracias a las ayudas oficiales, la generación de Weir empezó a dar el salto a unas cifras de producción anual de films más acordes con la dimensión del país y a obtener, poco a poco, un reconocimiento a escala internacional, con nombres como Phillip Noyce, Fred Schepisi, Gillian Armstrong, Bruce Beresford, etc., todos ellos en un momento u otro “visitantes” del universo hollywoodiense, como Weir mismo.

Esta revisión se centrará en sus 14 largos, de los cuales avanzo ya que no he conseguido hasta el momento copia de Fearless, film que no he visto nunca; el resto serán revisiones salvo Matrimonio de conveniencia, que no me atrajo en su día y que todavía lo tengo pendiente. Quedan fuera sus cortos y mediometrajes (aunque intentaré darle un vistazo a “Michael”, segmento de un film de episodios titulado Three to Go (1971), aprovechando que está disponible en Youtube) y sus trabajos televisivos (salvo El visitante, editado en DVD) o documentales.

La lista de films a comentar es, pues, la siguiente:

Los coches que devoraron París (The Cars That Ate Paris, 1974)
Picnic en Hanging Rock (Picnic at Hanging Rock, 1975)
La última ola (The Last Wave, 1977)
El visitante (The Plumber, 1979)
Gallipoli (Gallipoli, 1981)
El año que vivimos peligrosamente (The Year of Living Dangerously, 1982)
Único testigo (Witness, 1985)
La costa de los mosquitos (The Mosquito Coast, 1986)
El club de los poetas muertos (Dead Poets Society, 1989)
Matrimonio de conveniencia (Green Card, 1990)
Sin miedo a la vida (Fearless, 1993)
El show de Truman (The Truman Show, 1998)
Master and Commander: Al otro lado del mundo (Master and Commander: The Far Side of the World, 2003)
Camino a la libertad (The Way Back, 2010)

Veremos qué nos revela este recorrido sobre Weir, un director que califica su forma de dirigir como “invisible”: “Trato de ser “invisible” porque solo la historia importa. La idea. Yo estoy al servicio de esa idea” [extraído del libro de Zubiaur], una parece que modesta forma de valorar sus películas. ¿Tan difícil es identificar rasgos estilísticos propios en sus películas? ¿No hay nada que nos haga pensar que estamos ante un film de Weir solo verlo empezar? De todas maneras, como siempre cuando un creador habla de su obra, mejor dejamos este comentario en cuarentena y ya veremos al final si la manera de filmar de Weir es tan “invisible” como dice.

También podríamos decir que él mismo es un director “invisible”, porque ¿cuántas personas lo reconocerían en una foto? Comparado con otros directores que también empezaron en los 70, y se convirtieron en directores-estrella, Weir no ha acostumbrado a llenar páginas de revistas ilustradas ni a generar grandes revuelos en los festivales. Pongámosle cara.





Empezamos, pues, esta semana con Los coches que devoraron París, curioso título para una curiosa película. ¿Quién se anima?