Es cierto. En mi caso, de pequeño, me tiraban más los personajes fuertes antes que los indefensos. Drácula no me atraía por su maldad, sino por su capacidad de dominación, al margen de que estuviera contaminada por el horror. A los que citas, les valoré unos años después. De hecho, fíjate, la primera cinta que vi de Frankestein fue la obra maestra de Fisher. ¿Adivinas qué personaje me atrapó al instante? Efectivamente, no fue el monstruo. Fue el otro monstruo, Cushing.
La primera vez que descubrí el mito fue posiblemente con Eduardo Manostijeras, otra obra de arte todavía no del todo valorada. Y a partir de aquí, la obra de Shelley, maravillosa. El monstruo que no nació como tal. Se hizo a sí mismo. Maravilloso nuevamente.

No obstante, compartimos la fascinación por el mundo de caos que les envuelve. Las sombras como su hogar, ya sean más bondadosos o malévolos. A fin de cuentas, todos son almas corrompidas.