Pues es una pena que no esté teniendo mejor recepción porque es una maravilla. Ayer, como era día del espectador, la sala no tenía mala pinta
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Pues para mi todo el tramo final es con diferencia lo peor, lo encuentro incluso sin sentido viendo cómo evoluciona el protagonista. En cierto modo se desdice en cierto modo y se edulcora en exceso todo el final, me rechinó muchísimo. En cualquier caso la verdad es que la película no me pareció para tanto, simpática eso si.
No me parece que haya nada edulcorado en el finalSpoiler:
También me encanta la formaSpoiler:
Vista esta tarde la película me ha gustado mucho y me parece toda una carta de amor hacia la música y la importancia que ésta puede tener en la vida de cada uno. En este sentido la vertiente musical de la película me ha parecido excelente, como vemos que la música y la vida para el protagonista casi es lo mismo y como ambas se relacionan y se influyen (ahí está ese uso modélico de las canciones, inseparables de la trama y de su desarrollo).
Carney parece que tira de recuerdos y experiencias para contarnos la historia y creo que lo hace muy bien, causándome durante todo el metraje una sensación de espontaneidad, de aprovechar el momento, de "lo hacemos y luego vemos" para mí legítima, que creo que, por ejemplo, ha hecho que el final de la historia me parezca tan lógico como a la vez agridulce, es decir, tal real.Y ahí creo que esta el otro pilar del film, en esa mezcla tan conseguida de momentos divertidos o dulces con toques más dramáticos o tristes que me parece totalmente creible y que sirve tan bien para contarnos las historias de amor que contiene el film,Spoiler:
Y todo esto se nos cuenta en un contexto, el músical de los 80 que permite el uso de canciones tan conocidas como magnéticas y la recreación de unas estéticas tan memorables como exageradas. Y además, si el reparto está conjuntado y hace suyos los personajes, pues mejor que mejor.
En definitiva, otra delicia musical de Carney.
Saludos
En mi opinión, de lo mejor que se puede ver en la cartelera actualmente. Carney ha conseguido que una historia mil veces contada resulte emocionante y auténtica. Ha contagiado uno de los rasgos más importantes de la música, el ritmo, a su película, como ya hiciera en las dos anteriores también musicales.
Me encanta que haya relacionado tan bien la tristeza con la música, pues es tanto una vía de escape como un odo de canalizarla. Cualquier persona a la que le importe la música y su proceso de creación tiene una cuenta pendiente con Carney.
Por otro lado, me parece que ha rodado una de las escenas de despedida más bonitas de los últimos años.
Y ese final tan simbólico:
Spoiler:
Lo tengo que reconocer: me estoy haciendo viejo. Pero viejo, viejo. Supongo que ni quería pensar cuando frisaba la misma edad que esta pandilla de adolescentes que un día tendría la misma edad que por aquellos años tenían mis padres. Es una historia recurrente. Recuerdo en aquellos días los artículos y libros sobre mayo del 68, que para los adolescentes de mediados de los 80 nos sonaba como si fuese del siglo XIX, pero que para la generación reinante había sido un hito en su vida, con su música, sus modas y su mundo en lucha con la generación que había vivido la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Civil. Así que no sé si soy del todo objetivo, porque no sé si para aquellas personas que ni vieron ni vivieron esos años tendrá el sentido que tiene para mi esta película, que ha sido como un viaje al pasado, como desempolvar esos viejos vinilos que guardo en algún cajón.
No quero, sin embargo, edulcorar en exceso esta crítica, haciendo creer que es un hito en el cine de este año. Es una notable película, de un estilo bastante realista, casi deprimente, más cercano al de Once que al de Begin Again. Y, por contraste, es una película sobre una ilusión, sobre el esfuerzo de unos críos por superar su triste realidad familiar, social y educativa con la música, cambiante según las modas del momento. Sólo tengo que criticar que en ese empeño la historia es contada de una manera un poco fría, sin que ninguno de los momentos cúlmen me lleguen a conmover plenamente: no me indigno cuando el protagonista es humillado ni me entusiasmo cuando vence, aunque no dejo de sentir una cálida simpatía por esta pandilla de locos.
Sólo tendrás que aceptar que una pandilla de novatos en el mundo de la música sean capaces de crear canciones de tanto nivel. Otro forero ha hecho mención de "Drive it like you stole it". Gran canción (y gran videoclip por cierto), pero para mi el himno de esta película es "Up". Este video y esta canción es todo un resumen de una historia de amor y de una ilusión por hacer de la música toda una vida:
En realidad, Kapital, la secuela ya está rodada. Si intercambias los géneros y los lugares, ¿qué es Begin Again más que la llegada a una gran ciudad de una pareja de jóvenes en busca de un nuevo futuro?. Pon a Ferdia Waish tocando con una guitarra en un pub en vez de Keira y a un febril Ruffalo extasiado mientras lo oye y ya tienes la continuación. Una buena continuación, por cierto, amarga en lo sentimental e ilusionante en lo artístico. Un poco como Sing Street.
De hecho sobre esta cuestión el director nos hace un guiño. ¿Quién canta la última canción de la película ("Go now")?: Pues Adam Levine, que casualmente es la pareja de Keira en Begin Again.
Qué gusto de película. Maravillosa. Fresca. Positiva. Se siente auténtica y resulta emotiva. Se vive sencilla, se siente sin ínfulas, y se disfruta despejado en todo momento. Es poco común acertar de esa forma, cuando otras producciones se preocupan de lo contrario, de hacer parecer complicado lo simple. “Sing Street” es virtuosa.
A estas alturas puedo considerarme admirador de John Carney, disfruto mucho de sus películas, y me encanta la sensación que te dejan después de verlas. Con ellas acabo un poquito más ligero, me dejan poso, pero este no es de plomo sino de helio. Bueno, quizás el caso de “Once” se distancie un poco en ese sentido.
“Sing Street” es jovial cien por cien. No pueril, jovial. Nos traslada a nosotros mismos, a una parte de nosotros. Por supuesto al recuerdo musical, para el que lo tenga, pero sobre todo a un estado mental de iniciación enérgica y soñadora, de descubrimiento y autodeterminación. Una lucidez ilusionante, nostálgica y romántica. Un canto al lado bueno de la ingenuidad. Y por supuesto un empujón hacia delante, a correr como si hubieras robado algo, a ese “futurismo” del que habla el protagonista, que no mira atrás.
“Sing Street” celebra la adolescencia como un mundo de posibilidades desde la inocencia ante la adversidad. La familia desestructurada, los problemas económicos de una sociedad irlandesa que aspira llegar a Inglaterra, los matones de instituto, la mano dura en la educación católica, incluso las chicas guapas que se van con tipos mayores… un contexto más que creíble para explicar esa ansiedad por saltar las barreras y huir de todo. Sueños de juventud que tan bien se han llevado siempre con la música generacional.
La calidad de la música supongo que es un debate a parte, por eso de los gustos personales, pero como esto es mi opinión: “Sing Street” nos deleita con un gusto musical exquisito, que se funde en los latidos de una historia con corazón. Una historia que no innova nada, que es previsible, pero que goza de la personalidad y el espíritu del buen cine. No hace falta conocer la época, ni los grupos y sus canciones para que estos alimenten el relato de manera efectiva y afectiva, dando en la diana siempre, contagiando como solo la música puede.
Las interpretaciones están todas fenomenales, pero lo más destacable diría que es Ferdia Walsh-Peelo, un grato descubrimiento el de este joven actor, y del que espero siga transmitiendo la espontaneidad natural que logra en la obra de Carney. La chica está bien, muy acertada, pero no me llama tanto la atención como el protagonista. Y el hermano, Jack Reynor, es un fantástico personaje, “maestro de nada”, pilar fundamental de ternura creíble, transmitiendo lecciones de vida, ejercitando la labor de guía musical y espiritual. Todo bondad.
Es curioso como una película sobre la formación de un grupo de música en un lugar y época específicos, tan apoyado en las propias canciones que suenan, transciende lo musical y habla de una forma tan entrañable del amor, los sueños y las dificultades cuando se es “tan pequeño”. Empatía pura. Una “very feel-good movie” en estado de gracia, que no evita el drama, sino que lo usa como motor de motivación y se enriquece con ello de manera desinhibida, nada cursi o sensiblera, sintiéndose sincera. Un humor distendido, el de la vida real, no el humor alocado de las comedias. Pocas veces una película llena de quinceañeros se vio tan cercana y significativa para una mirada adulta. No me canso de alabar como eleva la simpatía a romanticismo, en el más amplio sentido de la palabra.
Y un final emocionante, bonito y con mucho significado.
Irresistible. Recomendadísima.
En la línea de sus anteriores obras, Carney nos sumerge en su universo de personajes soñadores cuya existencia pivota alrededor de la música, en este caso ochentera, lo cual significa un soundtrack con temazos de Duran Duran, A-Ha, Spandau Ballett, The Clash, The Jam, Joe Jackson, The Cure... Y Jack Reynor es el hermano mayor que todos quisimos tener.