REVISANDO LA FILMOGRAFÍA DE SIR ALFRED HITCHCOCK (1899-1980) / PARTE X:
11. JUNO AND THE PAYCOCK (1930)
[T.O.: JUNO Y EL PAVO REAL]
Director: Alfred Hitchcock.
Ayudante de dirección: Frank Mills.
Producción: British International Pictures Ltd.
Distribución: Wardour Films Ltd.
Productor: John Maxwell.
Guión: Alma Reville, a partir de una adaptación de Alfred Hitchcock de la obra teatral homónima de Sean O’Casey (Dublín, 3 de marzo de 1924).
Dirección artística: J. Marchant.
Fotografía: J. J. Cox (1.19:1).
Música: no existe banda sonora como tal.
Reparto [según orden de aparición]: Barry Fitzgerald (El orador), Maire O’Neil (La señora Madigan), Edward Chapman (El "capitán" Boyle (“El pavo real”)), Sidney Morgan (“Joxer” Daly), Sara Allgood (La señora Boyle (“Juno”)), John Laurie (Johnny Boyle), Dave Morris (Jerry Devine), Kathleen O’Regan (Mary Boyle), John Longden (Charles Bentham), Denis Wyndham (El agitador), Fred Schwartz (El señor Kelly).
Duración: 96 minutos.
Rodaje: noviembre/diciembre de 1929.
Estreno: 28 de junio de 1930.
JUNO AND THE PAYCOCK (inédita en salas comerciales en nuestro país y que podría traducirse fácilmente como JUNO Y EL PAVO REAL) es la primera película plenamente sonora de Alfred Hitchcock y pese a ello una obra notablemente inferior a la cinta que la precede, LA MUCHACHA DE LONDRES.
Basada en la obra teatral del popular dramaturgo dublinés Sean O’Casey (1880-1964) adaptada por el propio Hitchcock pero convertida en guión por Alma (que no trabajaba con su esposo desde los tiempos de EL RING debido al embarazo de su primera – y única – hija (nacida el 7 de julio de 1928)) JUNO AND THE PAYCOCK se ubica en el espacio en los arrabales de la ciudad de Dublín y en el tiempo en 1922, o sea, entre el final de la Guerra de Independencia Irlandesa (1919-1921) y el inicio de la Guerra Civil Irlandesa (1922-1923).
El protagonismo recae por un lado en la familia Boyle:
- el padre, el “pavo real” del título - dado su tendencia natural a presumir de cosas que jamás llegó a realizar -, al que todos (incluido el mismo) llaman "capitán" (Edward Chapman – en su primer papel en la gran pantalla y que volvería a trabajar con Hitchcock en su siguiente obra (la – intuyo – bastante más interesante MURDER!) aunque jamás haya navegado ni por mar ni siquiera por río
- la madre, “Juno” (Sara Allgood, el “corazón” de la fordiana ¡QUÉ VERDE ERA MI VALLE! (1941))
- el hijo Johnny (John Laurie)
- la hija Mary (Kathleen O’Regan))
y por otro lado en los vecinos del cochambroso inmueble en el que (mal)viven:
- “Joxer” Daly (Sidney Morgan)
- la señora Madigan (Maire O’Neil, hermana en la vida real de Sara Allgood)
La obra de O’Casey se representó por primera vez en Dublín en 1924 con notable éxito y al año siguiente llegaría a las carteleras británicas.
Situada cronológicamente tras THE PLOUGH AND THE STARS (1926) – llevada a la gran pantalla por John Ford en 1936 – y THE SHADOW OF A GUNMAN (1923) forma junto a ellas una “trilogía” sobre el Dublín de entreguerras (el que va de 1915 a 1922).
De los actores que intervinieron en el montaje teatral sólo Sara Allgood (“Juno”) participaría en la versión cinematográfica dado que tanto Barry Fitzgerald (“El pavo real” original) se vería sustituido por (el excesivo) Edward Chapman y quedaría relegado al papel de orador con el que se inicia la película. Igualmente John Laurie (el hijo de los Boyle) – tal vez el personaje más interesante de la película y que parece un embrión del Gypo Nolan interpretado por Victor McLaglen en THE INFORMER (1935, EL DELATOR) de John Ford – tomaría el relevo al fordiano Arthur Shields (el inolvidable reverendo – protestante - Playfair en la homérica THE QUIET MAN (1952, EL HOMBRE TRANQUILO)).
http://www.irishplayography.com/play.aspx?playid=31933
Y si menciono tantas veces el nombre de John Ford ello es debido a que tanto la temática como la puesta en escena recuerda poderosamente a la obra del cineasta (de corazón, no de origen) irlandés. Aunque también hemos de decir rápidamente que estamos lejos (muy lejos) de la maestría de los citados trabajos fordianos (también es cierto, algo mitificados – especialmente EL DELATOR -).
Y aunque el propio Hitchcock en su declaraciones a Truffaut y Bogdanovich alababa el texto original de O’Casey lo cierto es que vista la película hoy en día ha quedado notablemente envejecida, tal vez porque el británico se limitó a trasladar con la máxima fidelidad la obra del dublinés (seguramente por imposición del estudio) lo que se trasluce en una puesta en escena plana y en la que es difícil no sólo descubrir algún rasgo distintivo del maestro sino siquiera algún detalle aquí y allí de su más que demostrado talento fílmico.
Además no era Hitchcock un director al que le gustara meterse en asuntos de política y sus incursiones en dicha temática no son, precisamente, de lo mejor de su repertorio (me refiero a las consecutivas CORTINA RASGADA (1966) y TOPAZ (1969) – aunque vaya contra el sentir mayoritario muy superior la segunda a la primera -).
Al contrario que LA MUCHACHA DE LONDRES donde Hitchcock contó con una banda sonora creada ex profeso aquí el director utilizaría únicamente los ruidos de la calle, la música que sale de un gramófono o las canciones que interpretan los propios protagonistas (otro elemento característico del mejor Ford) todos ellos grabados en directo.
Es precisamente en el campo del sonido donde el director presenta a la vez lo mejor y lo peor que ofrece esta, digámoslo ya, anodina producción.
Si en la citada LA MUCHACHA DE LONDRES el primer tramo de la misma era puro cine mudo aquí sin embargo para iniciar su película Hitchcock opta por el polo opuesto, o sea, que se oiga la palabra (en este caso el discurso del orador encarnado por (el genial) Barry Fitzgerald) antes de que se vean las primeras imágenes de la película.
Un orador que habla de la unidad del pueblo irlandés y que es prontamente abatido por las balas debido al fuego cruzado entre los republicanos y los conservadores.
Entre los escuchantes se encuentran el “capitán” Boyle y “Joxer” Day, dos vagos redomados, (aparentemente) amigos del alma y que serán uno de los cimientos sobre el que Casey (o aquí Hitchcock) construya la trama de la historia.
[El otro cimiento sería, lógicamente, la vida de la familia Boyle].
Huidos a la carrera se refugian en la taberna de Foley (no deja de tener cierta sorna y algo que la emparenta con el universo fordiano y su natural inclinación por las bebidas espirituosas) donde se encontrarán con la viuda Madigan (vecina de ambos – vive en el segundo -) una mujer de irritante retórica y con aficiones dipsomaníacas.
De la conversación entre los tres personajes pronto saldrá a la luz el carácter de los mismos (ellos dos individuos que no pegan un palo al agua, el primero casado y con dos hijos y el segundo soltero y sin compromiso; ella, como decía, una persona más preocupada por las vidas ajenas que por la propia) así como la noticia de que el hijo de uno de sus vecinos, los Pancurs, ha aparecido muerto, al parecer delatado por alguien de su mismo edificio y muy próximo a él.
Lo que a Ford se salía de forma natural en Hitchcock suena artificial y no es capaz de hacernos sentir ninguna simpatía por ninguno de los personajes que salen en la película – salvo tal vez el encarnado por la madre cuyo hijo ha sido muerto por un traidor - aunque también es preciso afirmar que dichos caracteres aparecían tal cual en la obra original (que, repito, tuvo un notable éxito en los escenarios tanto irlandeses como británicos).
En ese sentido los Boyle (y sus vecinos) parecen más bien caracteres dickensianos dada la miseria física y moral en la que viven sólo que carecen de la calidez humana que el escritor británico sabía imprimir (mejor o peor) a sus criaturas literarias.
Si el padre busca cualquier buena excusa para no trabajar y el hijo (al que le falta un brazo – perdido por la lucha por la independencia de su país (según el mismo cuenta) -) no es más que un fantasma con la mirada perdida, son las mujeres (aquí de nuevo un rasgo distintivo del mejor Ford) las que saquen las castañas del fuego a la familia.
La madre, el corazón de la misma, que gracias a su trabajo logra sacar adelante a una familia “disfuncional” y la hija, buscándose las habichuelas fuera, al lograr “engatusar” al abogado Bentham (un sosaina John Longden que ya había trabajado con Hitchcock en LA MUCHACHA DE LONDRES y que volvería a hacerlo en THE SKIN GAME (1931)) para huir como de la peste de semejante hogar.
La noticia dada por el citado abogado de que los Boyle van a recibir una sustanciosa herencia (entre 1.500 y 2.000 libras – una notable cantidad en aquella época -) de un pariente lejano (una historia que ya entonces sonaba un tanto trasnochada) no va a hacer más que exacerbar los ya de por sí deleznables rasgos de comportamiento de los integrantes de la familia.
Lógicamente los Boyle (bueno, no todos, básicamente los padres y en menor medida la hija) se dedicarán a comprar a troche y moche (a cuenta, eso sí, dado que todavía están pendientes de percibir la suma prometida).
Como decía de nuevo Hitchcock vuelve a usar la misma solución que al principio de la cinta. Oímos la música de un gramófono antes de que aparezcan las imágenes en pantalla.
Y dado que el británico se limita a filmar a los figurantes en largos planos y con mínimos movimientos de cámara (la película es notoriamente estática, más bien teatro filmado – algo que nunca me ha gustado -) sólo en momentos esporádicos como los atractivos acercamientos de la cámara al personaje del atormentado Johnny (que rápidamente habremos averiguado que ha sido quien ha delatado a su vecino – y amigo - ¿por 30 monedas de plata?) nos recuerda que hay alguien con (cierta) personalidad tras el visor de la cámara.
Resumiendo que ni la trama ni la película dan para mucho más, al final el dinero de la herencia se esfumará no porque se lo hayan gastado de antemano sino por una mala interpretación del testamento por parte del joven abogado y que además ha dejado embarazada a Mary.
Si una película carece de personajes por lo que sentimos la mínima empatía o interés y que además de limita a filmar una obra de teatro (recordemos que buena parte de la obra primigenia de su director procede del ámbito escénico) sin convertir ese lenguaje oral en otro visual (como había hecho y bien – notablemente bien, diría yo – en ocasiones anteriores) los motivos de disfrute en pleno siglo XXI no cubren las mínimas expectativas.
Y ya vemos que Hithcock pese a ser un director muy apreciado tanto por la crítica como por el público (su primera – y anterior – incursión en el sonoro, LA MUCHACHA DE LONDRES, fue un extraordinario éxito) debía plegarse a los mandatos del estudio con el que tenía contrato (y un más que suculento sueldo).
Y mencionemos que Hitchcock sigue trabajando básicamente con el mismo equipo técnico y que recicla actores y actrices de títulos previos creando una “stock company” como el tantas veces mencionado John Ford lo que garantiza una continuidad en su obra pese a lo variado (por imposición, todo sea dicho) de su primigenia filmografía.
A ver qué comentáis vosotros pero yo ya tengo ganas de ver MURDER! que nos devuelve al maestro de los thrillers, sin duda, el género que mejor dominaba.
Pues, ¿no era acaso el rey del suspense?
Feliz tarde.
P.D. Ah, y no os rompáis la cabeza. Aquí no hay cameo del maestro. Lo digo por si las moscas...
Lo que uno tiene que investigar para determinar la fecha de estreno exacta de las películas...
P.D. Espero tener preparada para antes del domingo (que me voy de nuevo de viaje unos días) la entrega n.º 12 con la citada MURDER!