Me alegra ver como el tiempo pone a cada cosa en su sitio. No es que The Host me pareciese solemnemente mala cuando la vi en cines cuando llegó a pantallas comerciales (en Sitges de ese año se me escapó porque no estuve desde el principio y la histeria colectiva alrededor de la película me hacía sentir como si hubiera llegado el último al baile de graduación y encima sin pareja), pero desde luego que no es "la caña" que muchos prometían. Como siempre, el problema de estas cosas es el bombo desmedido, el hype que se va creando...
Cuando ví todo ese inserto de comedia absurdamente trenzado con la historia principal, amén de toda esa "contextualización" del intervencionismo americano, igualmente bisoño, no daba crédito. Con lo fácil que hubiese sido centrarse en una trama simple pero eficaz, pero no, había que encharcarla con pretensiones. Y por Dios, que agonía con la jodida chiquilla. Lo de "Sun-yu" o como se llamase, repetían el nombre más que el de Carol Anne en Poltergeist. Así no es raro que saliese del cine llamando a mi pareja (que me miraba con cara de "¿y esta era la película tan estupenda que me decías?") por el nombre de la interfecta.
Y vaya final. ¿Se supone que nos tenía que parecer rompedor? Nunca el concepto de "final tramposo" iluminó tanto la calavera con las tibias cruzadas.